Los guardianes del clima se rebelan: indígenas y movimientos populares exigen financiación directa en la COP30
La sociedad civil global presente en Belém, liderada por los pueblos originarios, desborda a la ONU y mete presión a las negociaciones oficiales de la Zona Azul
Las petroleras inundan de delegados la Cumbre del Clima que negocia cómo abandonar los combustibles fósiles
Una docena de manifestaciones, una protesta con más de doscientas embarcaciones, performances, exposiciones críticas realizadas con cenizas de incendios, bloqueos en el acceso a la Zona Azul (como el protagonizado por el pueblo Munduruku el viernes), invasiones estratégicas de espacios (como la del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra, el MST en la AgriZone financiada por el agro negocio). Y una acción subversiva histórica en el segundo día de la COP30: la irrupción de un grupo de indígenas en la Zona Azul. “Esa ocupación es todo lo que soñábamos en la Cumbre de Copenhague (la COP15 de 2009). Los pueblos indígenas lo consiguieron gracias a su autoridad moral”, asegura a elDiario.es el activista turco Selçuk Balamir, que estuvo presente en la Marcha Saúde e Clima (marcha salud y clima) que acabó ocupando la Zona Azul.
La marea social está desbordando la COP30. Aparte de la Cúpula de los Pueblos (una verdadera COP30 paralela que acoge a 1.300 movimientos sociales) y la Aldeia COP (con 3.400 indígenas de acampados), la cumbre del Clima de Belém cuenta con ochenta espacios paralelos. “Yo estoy aquí como parlamentaria, pero más centrada en la programación paralela”, confesaba el jueves a este medio Sâmia Bonfim, diputada del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), en un puesto callejero. Aunque miembros del gobierno de Brasil manifestaron preocupación tras la ocupación de la Zona Azul, algunos reconocen en off que esa presión les ayudará a negociar. “El gobierno brasileño hizo un esfuerzo para incluir a la sociedad civil en su delegación. Aunque no tenemos derecho a voto, podemos incidir en las personas que votan” asegura a elDiario.es la brasileña Caru Schwingel, representante no gubernamental, por parte de la Red de Innovación Política Latinoamericana (RINP) y Asuntos del Sur.
¿Será suficiente el desborde social de la COP30 para conseguir buenos acuerdos?, ¿se tomarán en cuenta las demandas de los pueblos indígenas que el gobierno brasileño ya define como “guardianes del clima”?
La Marcha del Clima más diversa
En la abertura de la Marcha Mundial por el Clima de este sábado, Sônia Guajajara, ministra de los Pueblos Indígenas, afirmó que la ONU tiene que entender que llegó la hora de escuchar a la Amazonia: “Estamos aquí junto a quienes cuidan de todos los biomas para decir basta. Vivimos en una emergencia climática. Por eso, esta manifestación se transforma ahora en la verdadera Zona Azul de la COP30”.
En medio de la Marcha Mundial por el Clima, el danés Lasse Marku, de 47 años, empujaba una estatua de la “plaga naranja” de Donald Trump. Lasse, que ha ido a casi todas las COP desde la Cumbre de Copenhague de 2009, se mostraba fascinado por la efervescencia social de Belém: “No había visto nada igual antes. Es con mucha diferencia la COP más potente”. La marcha fue un crisol transversal de pueblos indígenas, militantes afrodescendientes, sindicatos, feministas, movimientos rurales, ecologistas, militantes de partidos de izquierda, profesores. “Yo defiendo la diversidad sexual y el papel de cultura en la lucha climática”, declaraba el activista brasileño Jetskee Dream, mientras sostenía un escudo con la portada del libro O pacto de branquitude, de Cida Bento. Jetskee forma parte del Book Bloc, colectivo internacional que preparó escudos-libros con títulos ambientales para la marcha de la COP30.
Algunos de los escudos-libro elaborados por los activistas por el clima presentes en Belém.
En la Marcha del Clima de Belém estaba presente una verdadera “marea roja” de la izquierda tradicional. El lema de una camiseta sintetizaba el espíritu transversalizador de Brasil: “No hay justicia climática sin vivienda digna”. “El cambio climático nos afecta a todos Necesitamos una transición justa para todos, no solo una transición para las empresas”, reivindicaba Joisale Nunes, portavoz regional del sindicato Central Única de Trabajadores (CUT), el principal de Brasil.
La joven indígena Txai Surui, icono global tras su discurso en la COP26 de Glasgow en 2021, confesaba a elDiario.es al inicio de la marcha que la COP30 comenzó mal. “Anunciaron explotación de petróleo en la desembocadura del Amazonas… No tienen palabra. Aunque a veces cunda el pesimismo, nosotros indígenas tenemos la responsabilidad de tener esperanza”, aseguraba Txai, a quien Greta Thunberg, presente en Belém, considera la verdadera líder ambiental del mundo. Los carteles de la marcha del clima de Belém reformulan las narrativas ambientales: “Sin selva no hay clima”, “El futuro es indígena”, “Cuerpos y territorio en pie” o “yo soy cuerpo-territorio”. “Mi cuerpo es parte de él, no soy algo separado de la naturaleza”, explicaba la indígena brasileña Kenya Pataxó a este medio.
Dos mujeres indígenas brasileñas posan junto a uno de los murales pintados en Belém con motivo de la COP30.
La COP indígena
El pasado miércoles, el mítico cacique Raoni Mektutkire de la etnia Kayapó lanzó un ataque frontal contra la extracción de petróleo en la Amazonia. Disparó directamente contra su aliado Lula, con quien subió la rampa presidencial en enero de 2023. “Voy a pedirle una reunión y si hace falta, le tiro de la oreja para que escuche”, declaró el cacique a bordo de uno de los barcos de la barqueata, una protesta con más de doscientas embarcaciones en el río Guamá. En la cubierta del barco, Leo Cerda, indígena kichwa de Ecuador, reivindicaba financiación global para los indígenas. “Necesitamos financiación directa, gestionada por los pueblos originarios. El 20% que quieren entregarnos es insuficiente”, aseguró a elDiario.es, en referencia al Fundo de Florestas Tropicales para Sempre (TFFF), propuesta estrella de Brasil para la COP30. En las calles de Belém se ven muchos grafitis y murales pidiendo “financiación directa para quien cuida de la selva”. En las conversaciones oficiales y extraoficiales empieza a haber quorum para demandar que el 50% del fondo TFFF sea gestionado por las propias comunidades que cuidan de las selvas tropicales.
Sônia Guajarara, ministra de los Pueblos Indígenas, se enorgullecía el pasado jueves de estar trayendo la causa indígena al centro del debate global. Guajarara destacó que 900 indígenas están acreditados oficialmente en la Zona Azul, 360 de ellos brasileños. La ministra quiere ir más allá de la COP21 de Copenhague, que reconocía la importancia de los indígenas en la mitigación del cambio climático. Su principal apuesta es una declaración oficial para incentivar la demarcación legal de tierras indígenas. Para recoger las demandas de los pueblos indígenas de todo el mundo, la presidencia brasileña de la COP30 creó el Círculo dos Povos.
Manifestantes indígenas brasileños con pancartas para exigir respeto y protección para la selva amazónica.
De los cinco mil indígenas llegados a Belém estos días, 3.400 están acampados en la Aldeia COP. En el espacio, al que se accede con una acreditación propia (la de la ONU no sirve), carteles gigantes mandan recados: “Las respuestas no están en lo alto, sino en el suelo de los territorios.” Al lado del espacio Guardianas del Clima, Kako Pachi, indígena Pemón de Venezuela, sostiene que los indígenas garantizan el equilibrio climático: “Somos los guardianes del clima. Se habla mucho de inteligencia artificial, pero es más importante la inteligencia ancestral que va de la mano de la inteligencia natural”, aseguraba el jueves a elDiario.es. ¿Conseguirá la delegación brasileña incorporar las peticiones de los pueblos indígenas y de la Cúpula de los Pueblos, que mañana entregará su carta a la presidencia brasileña de la COP30?
La fuerza de la presión social
De momento, en el borrador de las negociaciones se ha colado la creación de zonas indígenas libres de petróleo, gas y extractivismo. José Carlos Carvalho, ministro de medio ambiente de Brasil entre 2002 y 2003, confesaba el martes a elDiario.es en la Zona Azul que confía en la diplomacia de su país: “La presión de los movimientos sociales es una tradición nuestra. Servirá de ayuda para negociar”. El activista ambiental Inti Bonomo, delegado no oficial de Argentina en la COP30, se muestra impresionado por el esfuerzo del gobierno brasileño por “intentar generar porosidad” con la sociedad civil. “Se nota que es una COP distinta. Y hay una oportunidad histórica de que Naciones Unidas dé voz y voto a los pueblos indígenas. Veremos si Brasil lo consigue”, declara a este medio.
Un grupo de indígenas durante la Marcha por el Clima porta una pancarta en la que puede leerse «el futuro es indígena».
En los bastidores de la Zona Azul, la diplomacia ambiental brasileña ya está deshaciendo bloqueos. Puede que Brasil consiga ya un compromiso oficial del mundo para comenzar a abandonar los combustibles fósiles. La experiencia de la cumbre del G20, celebrada en Río de Janeiro en noviembre de 2024, brinda algunas pistas. Un activista que prefiere mantenerse en el anonimato explica a elDiario.es que el gobierno Lula pagó la realización de acciones activistas. Los cientos de carteles y proyecciones callejeras en Río de Janeiro para tasar a los ricos no eran tan espontáneos. Contra todo pronóstico, Brasil consiguió incluir en el texto final una declaración a favor del impuesto a los millonarios.