Salseo picante
El franquismo lo dejó todo atado y bien atado, los tiempos temerosos que nos asaltan estos años así lo atestiguan; la monarquía es una carga leve, otros poderes transicionarios intocables, como el judicial, se empeñan en hacerse visibles
Las frases de Juan Carlos I en su libro: de unas disculpas por una actitud “antiestadounidense” de Zapatero a “espero tener una jubilación tranquila”
Sigo pensando que el verdadero libro sobre Juan Carlos está en los archivos, protegidos por la Ley de secretos oficiales, de 1968; sí, de ese año, ley intocable que sirve para regular toda información sensible que pueda ser peligrosa en manos del pueblo, del conocimiento público. Pero bueno, nos queda divertirnos, al menos, con las fantasmadas de un Borbón de los de siempre con la pretendida aureola de gestor de la democracia.
Hay una última ocurrencia simpática en su libro, resulta que su hija Elena, tercera en la línea de sucesión, debe su nombre a un recuerdo femenino de su progenitor, discutido por su cónyuge real que lo asocia, sin embargo, a sus recuerdos infantiles en su Grecia natal. En realidad, su nombre completo es Elena María Isabel Dominica de Silos; con su hermana, Cristina, no se quedaron atrás con los nombres, es decir, que hay materia para el salseo de investigación hasta la fecha de sus respectivos bautizos, una especie de álbum de fotos. Reconozco que lo de las dominicas de Silos me fascina. A partir de esas fechas tendrán los salseros de la corte que transitar por otras pistas.
Sin embargo, el borboneo biográfico está siendo demoledor por otro tipo de recuerdos y amores, a saber, el reconocimiento de su aprecio real —es en su dialecto—, por el dictador Franco. Es todo reiterativo lo que se dice pero resulta muy interesante, no por antes sugerido, el periodo que va desde su entronización hasta la entrada en vigor de la Constitución de 1978, tres años. Nicolás Sartorius, víctima de aquella dictadura atroz, lo califica durante este trienio de rey-dictador.
La narrativa en vigor sostiene que la legitimidad de origen de Juan Carlos procede de la Constitución y que la mayoría de los convocados la votaron con él incorporado, tengo dudas. No discutiré con constitucionalistas, no tengo credenciales para ello; me da, no obstante, que la Constitución, en todo caso, no constituyó la monarquía sino que la rehabilitó, en el sentido inmobiliario del término, que restaurada ya venía de la dictadura.
La Constitución venía ya constituida por la Ley de Reforma Política de 1977, una ley fundamental del régimen franquista, cuyos autores han sido los verdaderos constituyentes de la continuidad
Niego, por tanto, que la monarquía se constituyera, construyera, en la Constitución; venía ya constituida por la Ley de Reforma Política de 1977, una ley fundamental del régimen franquista, cuyos autores han sido los verdaderos constituyentes de la continuidad. Luego vinieron los constituyentes del 78, que hicieron lo que pudieron, que no fue poco, pero la monarquía ya venía jurada por los continuistas como condición de apertura.
A partir de 1978 quedan dudas, añadidas a las del trienio preconstitucional, no suficientemente aclaradas, sobre el papel de Juan Carlos. La Transición se considera una piedra de granito de la herencia de lo anterior; la Constitución, solo tímidamente reformada por imposiciones europeas o de lógica léxica, no es más que su instrumento. Intocable, al parecer. Por ello, suena a satánico siquiera proponerlo. Un periodista disfrutón del régimen transicionario se ha despachado contra el presidente Pedro Sánchez, al que acusa de ir contra la Transición, hasta ahí podía llegar la broma.
El franquismo lo dejó todo atado y bien atado, los tiempos temerosos que nos asaltan estos años así lo atestiguan; la monarquía es una carga leve, otros poderes transicionarios intocables, como el judicial, se empeñan en hacerse visibles. Lo que no podíamos sospechar, o sí, es que la Transición iba a estar tan bien atada como el franquismo del que trae causa. El libro del restaurado que habla primores del restaurador es una buena guía.