La Remonta: la mayor zona verde pública de Santander abandonada por el desacuerdo entre administraciones
Ministerio y Ayuntamiento siguen sin resolver el destino de la finca, que fue propiedad del conde de Campogiro y yeguada militar, después de más de dos décadas
Antecedentes – El Gobierno incluye a La Remonta en su Plan de Viviendas Sociales y fija en 257 las que pretende construir
La Finca de La Remonta fue un misterio durante cien años. Un lugar que los santanderinos no conocían y que solo podían adivinar a través de los huecos de la muralla que todavía rodea el recinto. Una enorme lengua verde de 295.000 metros cuadrados en una de las áreas de expansión de la ciudad, sin uso desde hace 15 años. Curiosamente, cuando se cerró fue cuando se abrió a los ciudadanos.
Cada vez que llegan unas elecciones los próceres locales hacen cábalas y promesas sobre esta tierra sin destino. Fabulan con infografías efímeras que se marchitan enseguida y discuten por el número de viviendas que nunca se van a construir, pero que entretienen y avivan la polémica en las campañas electorales. Hace veinte años Zapatero prometió construir allí 5.000 viviendas sociales de las que no hay ni rastro.
Aunque en La Remonta sí que hay viviendas. Una decena de casas habitadas por las familias de los militares, ya en su mayoría en la reserva, que estaban asignados a La Remonta y que después fueron destinados a la localidad de Ibio, en Mazcuerras. Tres de ellas ya se han quedado vacías, porque los alquileres ya no se renuevan cuando las dejan sus inquilinos. Cercanas a la muralla que linda con Campogiro, casi enfrente del cuartel de la Guardia Civil, las casitas, encaladas de blanco y con geranios rojos en las ventanas, dan vida al recinto.
Hace unos días, ardió uno de los antiguos edificios militares abandonados de La Remonta. Los bomberos apagaron el fuego y a las pocas horas volvió a prenderse. Una vieja construcción militar sin uso que el Ministerio de Defensa ha decidido derribar. Las autoridades aducen que está prohibido entrar en ellos. Pero la realidad es que son habitados frecuentemente, aunque sea de paso.
El enorme recinto amurallado nunca le ha pertenecido a la ciudad aunque ahora parte de la finca esté abierta al paseo. La Remonta era la casa del conde de Campogiro, un condado que sigue vigente en su heredero Gonzalo López de Ceballos y Velarde que heredó el título en 2020. Un noble local sin protagonismo al que nadie pone rostro.
Candado en el acceso principal a la finca.
El partido político Cantabrista -autor de una propuesta de uso para la última gran reserva de suelo verde- recopiló la historia de este lugar cuya primera referencia está en el diccionario de Madoz. El censo del político y estadista describe una finca con “mil quinientas cahizadas de tierra”, medida de superficie que se utilizaba en la Edad Media que corresponde a la cantidad de tierra que se puede sembrar con un cahíz de grano. Un lugar donde se recogen sustanciosas cosechas de manzanas.
Había también dos estanques, uno que ya es historia de agua dulce y forma circular “con magníficas piedras labradas en su cerco, con un grupo de piedra coronado por el dios Neptuno en su centro”. El segundo es un “cuadrilongo” de agua de mar que se llena cuando sube la marea y queda casi seco cuando baja. Un bonito lago a la entrada del parque por Campogiro muy frecuentado por aves de diferentes familias.
Pascual Madoz habla de una quinta con más de 6.000 árboles frutales además de robles, chopos y álamos. Un terreno muy productivo donde “se crían ganados caballares y vacunos”, explica. Un uso que se mantuvo cuando la finca dejó de pertenecer al condado de Campo Giro. En 1921 la Diputación de Santander se la compró al conde y posteriormente se la vendió al ejército que la utilizó como caballerizas para criar sementales equinos hasta muy recientemente.
Fue en el año 2010 cuando Defensa dejó de utilizar la finca y concentró la actividad caballar en las instalaciones militares de Ibio. Alli desplazaron toda la actividad y cerraron la puerta de hierro, que hoy permanece atada por un candado, franqueada por dos pilastras. Sobre ellas lucían las esculturas de dos caballos rampantes de piedra que los militares se llevaron a Ibio. Gracias a ello, probablamente se han salvado de ser rotuladas por algún grafiti.
Vista áerea de la finca de La Remonta, en Santander.
Tras siete años habitando el olvido, el Ayuntamiento abrió la verja de forja y trazó un anguloso recorrido de hormigón de cinco metros de ancho para recorrer una parte de la finca, la tercera parte del total. Una senda artificial de 900 metros, con un carril bici paralelo, que costó medio millón de euros al Ayuntamiento sumando la plantación de 142 árboles y cerca de 1.600 arbustos.
En la entrada por Peñacastillo hay un encinar. A poca distancia se ha recreado un bosque de ribera con alisos, arces y hayas. Cerca del acceso a la finca por Campogiro se quiso crear un bosque mixto con fresnos y cajigas; laureles, endrinos y avellanos; aligustres y sauces.
Junto a este paseo por la pradera hay tejados derruidos, restos de botellones, grafitis, un coche sin puertas víctima del abandono, maleza. Hiedra que penetra por las ventanas sin cristales al interior de las antiguas oficinas. No hay puertas. Una alfombra de hojas muertas y basura cubre el suelo. Hay escombros, latas de cerveza y un colchón sucio huérfano de sábanas sobre una mesa de madera. “Te escribiría hasta que llegase toda la policía del mundo”, grita una pared. En uno de los arcos de entrada a un edificio alguien ha rotulado ‘Harlem’. Las paredes están rotas, rezuman humedad. En algunas habitaciones quedan las huellas de azulejos blancos que se han ido desprendiendo. Una chimenea sin fuego, que un día fue hermosa, mutilada y mancillada por los esprays de colores.
Una de las edificaciones abandonas y vandalizadas en el recinto de La Remonta.
Las edificaciones de la finca no son víctimas del abandono, sino del vandalismo que ha destrozado puertas y cristales, que ha arrancado cables y la barandilla de una escalera. Que ha pintado paredes con gritos indescifrables para hacer el lugar más inhóspito aún. La Remonta está en disputa, es un territorio para la batalla política desde hace tiempo.
El Ministerio de Defensa se lo quiso vender al Ayuntamiento por 9 millones de euros. Les pareció mucho porque ellos pretendían no pagar nada, una cesión gratuita. Alguna legislatura después un efímero concejal de Ciudadanos con algunas responsabilidades en el equipo de gobierno rebajó la cifra hasta los 9, pero tampoco se cerró la venta porque la oferta municipal no pasó de los cinco.
La historia se remonta a 2004 cuando el entonces ministro de Defensa, José Bono, y el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, se dieron la mano para sellar un acuerdo: el Estado revertiría la finca a la comunidad para construir viviendas sociales. Unas 5.000, aventuró el presidente Zapatero. El proyecto chocó con la oposición del alcalde de la época, Gonzalo Piñeiro, que también quería decidir el destino de La Remonta. Tras ser incluido en las negociaciones desaparecieron sus recelos a construir. De hecho, en 2006 hubo un acuerdo a tres bandas: Gobierno de Cantabria, Defensa y Ayuntamiento de Santander firmaron un convenio para hacer 1.300 pisos y un parque. Un año después, Defensa licitó un concurso de ideas para el diseño.
La crisis de la burbuja inmobiliaria frenó en seco los planes y no se reactivaron hasta una década después cuando en 2016 la CROTU aprobó el Plan Parcial de La Remonta, que incluía además de las viviendas un centro de salud, un colegio, zonas deportivas y comerciales y oficinas. Hasta pretendía recuperar las antiguas dependencias militares para un uso sociocultural. Los ecologistas y algunos colectivos vecinales se negaban a urbanizar la finca.
Uno de los dos lagos de La Remonta.
La Remonta fue protagonista de este fracasado intento por convertirse en un barrio colmatado y gris de viviendas con bloques de hasta diez alturas. El Ayuntamiento inspiró este plan que autorizaba convertir los trescientos metros cuadrados verdes en 1.300 viviendas y 41.500 metros cuadrados reservados para actividades comerciales. Sin un respiro verde. El Plan se vino abajo cuando los tribunales le anularon en 2016 tras la denuncia de ARCA.
Lo cierto es que en 2021 el pleno del Ayuntamiento de Santander aprobó convertir La Remonta en un gran parque urbano. Dos años después, en las elecciones de 2023 cobró protagonismo de forma indirecta cuando Pedro Sánchez se comprometió a construir 20.000 viviendas precisamente en los terrenos ya sin uso de Defensa. Rápidamente, el entonces candidato socialista, Pablo Zuloaga, planteó hacer 1.500 en la finca de Campogiro.
El Ministerio rebajó la cifra a 257 y al final resultó que no se va a hacer ninguna porque la idea era que la Entidad Pública Empresarial de Suelo (Sepes) comprase los terrenos del Ministerio de Defensa “en los territorios en los que haya apoyo e implicación con el proyecto, y en Santander no lo hay”, explicó la entonces delegada del Gobierno, Eugenia Gómez de Diego.
Representantes políticos de todo signo llevan quince años recitando que es un ‘pulmón verde’ y que han de discutirse las “dotaciones” que va a contener. El delegado del Gobierno, Pedro Casares, dice que la ley impide regalar un terreno público de valor. “Yo no tengo que responder por lo que no han hecho otras administraciones”, replica la alcaldesa de Santander, Gema Igual, quien insiste en que el Ayuntamiento “no es propietario de la finca” y que su papel se limita a gestionar la parte ya cedida, donde se ha habilitado un parque para el público.
“No hay ninguna razón para que los santanderinos tengan que pagar al Gobierno de España, bastantes impuestos le aportan ya”, sentenció la alcaldesa.
En estos años, el Ministerio ha llegado a pedir al Ayuntamiento de Santander que solicite la expropiación de La Remonta para determinar así el precio final de la finca y resolver el litigio. Ninguna de las ideas ha prosperado. Santander tiene la mayor extensión de metros cuadrados verde de toda la ciudad paralizada. Abandonada y sin uso.
Esporádicamente, La Remonta tiene algún uso. Los edificios abandonados han sido escenarios de ejercicios de rescate de las fuerzas de seguridad y un ejército vacas tudancas pastó en las verdes praderas antes de desfilar por el centro de Santander.