El ángulo muerto del PSOE que puede darle la victoria a Vox
A diferencia de la vivienda, donde los ciudadanos no confían realmente en ningún partido para resolver el problema, y donde todas las soluciones enfrentan a una parte del electorado contra otra, una prestación universal por crianza es una bala de plata: la medida que está esperando Vox para llevarse muchos gatos al agua
ENTREVISTA – Pablo Bustinduy: “Toda la gente progresista comparte la necesidad de aunar fuerzas frente a la ola ultra”
Aunque no nos conozcamos, es muy probable que tú y yo estemos de acuerdo en una cosa: las pensiones son uno de los grandes avances de nuestro tiempo. Más allá de los efectos que tuvieron en la reducción de la pobreza, en la mejora de la salud y la extensión de la esperanza de vida, creo que coincidimos en que son la concreción de una idea central de la democracia liberal, esa que dice que la dignidad de las personas no puede depender ni de quienes sean sus hijos, ni de la capacidad que tengan para cuidarles. Así que tiene sentido que como sociedad dediquemos una parte muy importante de los ingresos a sustentar a las personas mayores.
Lo curioso es que es muy probable que discrepemos en una formulación distinta de la misma idea: la dignidad de las personas no puede depender tampoco de quien sean sus padres, ni de la capacidad que tengan para cuidarles. Así que yo creo que también los niños deberían tener una pensión, pero sospecho que es probable que a ti esto te parezca un disparate.
Hay una razón para esta disonancia. El consenso que nos ha traído hasta aquí nace de la Transición. En aquel momento, una generación de mujeres reclamó una posibilidad que no había existido para ellas hasta entonces: la de no ser madres. Tener hijos, decían, tiene que ser una posibilidad; una opción personal; una preferencia. Igual que estudiar matemáticas o hacerse abogada del Estado, no puede ser una obligación.
Así fue como las mujeres ganamos en España la libertad de no ser madres. Pero pasó una cosa curiosa y es que los partidos progresistas de la época, para no seguir glorificando la maternidad, se olvidaron de que muchas veces algo que es una preferencia personal produce un bien común. Así que a diferencia de las matemáticas, o de los abogados del Estado, que siguieron disfrutando del impulso público a través de la universidad, o de un cuerpo entero de funcionarios, la infancia en España quedó desprovista de cualquier protección o estímulo. En los programas de los partidos de la izquierda dejó de existir como bien común.
Con el tiempo se fue instalando en el subconsciente colectivo la idea de que los hijos son un deber de los padres, como quien quiere tener un caniche o una casa en el pueblo. Y si no querías hacerte cargo de esa responsabilidad, no haberlos tenido.
Y así llegamos al siglo XXI siendo el país con la tasa de pobreza infantil más alta de toda Europa y uno de los que menos invierte en infancia, tres puntos menos que la media. A pesar de que en los últimos años nos hemos convertido en uno de los socios europeos con mayor porcentaje de gasto social sobre el PIB, seguimos siendo el cuarto por la cola en gasto en familia e infancia. Si los países de nuestro entorno dedican, de media, 889 euros por habitante a la infancia, en España son 419 euros.
La explicación de esa diferencia es una anomalía: somos uno de los pocos países que no tiene una “prestación universal de crianza”. Una especie de pensión similar a las no contributivas por la que todos los niños de 20 de los 27 países de la Unión Europea perciben entre 50 y 350 euros mensuales. Aquí, pese a que llevamos 7 años de gobierno progresista y el gasto público ha crecido un 35% desde que Pedro Sánchez está en el poder, seguimos sin haber desarrollado esta medida. Los otros compañeros en este penoso grupo son Portugal, Italia, Grecia, Eslovenia, Croacia y Chequia.
Mientras tanto, la vieja guardia del PSOE sigue sin entender que lo que tienen vetado las mujeres de hoy no es no tener hijos, sino tener tantos como quieran. O cuidarlos como elijan. No se dan cuenta de que las vidas de las familias se han transformado radicalmente desde que trabajan dos adultos en lugar de uno. O que para mucha gente la carrera profesional no es lo primero. Tampoco parecen ser conscientes de que todas las familias con hijos, no solo las pobres, viven mes a mes, porque la crianza multiplica los gastos exactamente hasta el límite de lo posible: en tus hijos, toda inversión es poca.
Esas organizaciones que siguen viviendo en la cultura de la Transición tienen un ángulo muerto: no son capaces de ver esta realidad. Es la misma forma de ceguera que no les dejó ver el via crucis de muchas mujeres para llegar a la reproducción asistida, hasta que llegó Ayuso y se convirtió en su abanderada. Y el mismo que hace al Ministerio de Vivienda le parezca un chiste lo de compartir piso, como seguro que era en su época.
Ayer la ministra de Hacienda volvió a mofarse y sacudirse la idea de una renta de infancia como si fuera una especie de capricho: “Yo no sé si somos conscientes de los esfuerzos que ha hecho este gobierno desde que llegó Pedro Sánchez a la Moncloa por combatir la pobreza infantil”, dijo, condescendiente.
Esto a pesar de que el ministro de derechos sociales, Pablo Bustinduy, que ayer volvió a pedir que se incluya una prestación universal en los presupuestos de este año, lleva años intentando hacer calar la idea de que esta medida no sirve para solucionar la pobreza, sino para “conquistar derechos universales de ciudadanía”. Como las pensiones, esta no es una medida paliativa, sino un método para reconocer la dignidad y el valor de la infancia.
Si el PSOE ha podido existir con este ángulo muerto todo este tiempo, es porque no tenían competencia. No iba a ser el PP el que instaurase una prestación universal de ningún tipo. Pero a Vox no le pasa esto. Si el gobierno vuelve a cometer el error de desdeñar esta medida en los últimos presupuestos de la legislatura, se la va a dejar botando al partido de la extrema derecha.
Y es que Vox, que ya amenaza al PP en las encuestas, hace tiempo que ha colocado la mirilla sobre esa generación de familias. Más aún, es que esta prestación es una medida política de oro: es fácil de contar, fácil de implementar, fácil de cuantificar y tiene un impacto directo e inmediato en la vida de la gente. Se alinea perfectamente con el discurso tradicionalista y familiarista de la formación ultra, refuerza la idea de que ellos son los que apoyan a los trabajadores frente a los pensionistas y apunta directamente al voto de todas las familias progresistas también.
A diferencia de la vivienda, donde los ciudadanos no confían realmente en ningún partido para resolver el problema, y donde todas las soluciones enfrentan a una parte del electorado contra otra, una prestación universal por crianza es una bala de plata: la medida que está esperando Vox para llevarse muchos gatos al agua. Si el PSOE bloquea la iniciativa de Bustinduy, y se anula a sí mismo en este debate, apuesto a que será la extrema derecha la que la lleve por bandera en el programa de 2027. Si así fuera, a Vox se le abriría un frente electoral extraordinario para robar voto a la izquierda y terminar por superar la ya mermada distancia entre los grandes partidos.
Y al contrario, una renta universal a la infancia podría convertirse en la herencia de este gobierno, como lo fue el matrimonio homosexual para Zapatero. Pedro Sánchez se juega la próxima legislatura en esta prestación.