Bárbara Arena imagina la muerte de un rey en ‘Un adiós’: «Temía la reacción de mi entorno porque la idea de la monarquía era intocable»
La escritora madrileña publica una novela corta sobre un posible episodio nacional, un hecho ficticio que podría haber sido real, que quizá lo haya sido en otras circunstancias
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Hacer una parodia, un esperpento de un personaje que había caído en desgracia, era demasiado fácil. Y Bárbara Arena (Madrid, 1988) no quería nada de eso. “Es difícil escribir sobre personas vivas, sobre personas que todo el mundo conoce y sobre las que tenemos ya una idea prefijada”, cuenta Arena a este periódico semanas después de que se haya publicado su primer libro; ‘Un adiós’ (Lengua de Trapo, 2025). Una novela corta, de apenas 114 páginas, que se engloba en la colección ‘Episodios Nacionales’ de la editorial Lengua de Trapo en colaboración con el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Una serie que, mediante distintos autores y con un guiño a Galdós, busca recrear la historia reciente de España a través de la ficción.
El episodio narrado por Arena, que dura lo que dura un viaje en taxi, orbita en torno al entierro de un invitado ilustre. Un invitado que fue monarca intocable hasta que dejó de serlo, cuando varios escándalos de su vida privada comenzaron a salir a la luz al comienzo de su senectud y él dijo que se había equivocado y prometió que no lo volvería a hacer. Pero Arena no habla de eso. Arena no construye un personaje que ya estaba construido, deja que sea el lector quien se imagine quién es y que sea él quien rellene los huecos con la información que ya posee. “Yo no quería profundizar, quería apuntar a un objetivo, a un detalle, y que ese detalle evocara todo un clima. He jugado mucho con el zoom, las elipsis y los saltos en el tiempo porque no quería meterme en movidas”, explica la autora mientras mueve mucho las manos, adornadas con anillos enormes, en una cafetería cuca en el madrileño barrio de La Latina.
La historia muestra la vida de Adela, una mujer perteneciente a la alta sociedad española que se queda embarazada de un hijo bastardo tras un breve escarceo en la veintena con esa figura poderosa y misteriosa de quien nunca se dice el nombre aunque se señala perfectamente quien es. El lector sigue los pensamientos de esa mujer madura, al filo de la vejez, mientras ella acude al entierro del hombre que fue su amante y marcó su vida mientras ella no tuvo ningún efecto en la de él. Un relato que, en forma y estructura, recuerda a ‘Carta de una desconocida’ de Stefan Zweig.
“Al principio yo estaba pensando en hacer un retrato de la vieja España (que por sí sola da para un Episodio Nacional) porque veía que en las ficciones no estaba bien reflejado. Me interesaba, me parecía que cuadraba con el lenguaje galdosiano y que iba bien”, explica la autora para añadir que lo que le faltaba era un hecho histórico que justificase el escenario. Y es ahí donde el embarazo y la muerte entran en escena. “Descartamos bodas, porque ya estaban hechas, y pensamos en muertos. Entonces se me ocurrió y le pregunté a mi editor si podía hacer eso, que era una fantasía. Pero, claro, señalaba a figuras públicas reales. Me dijo que sí y me puse manos a la obra”, continúa Arena para insistir en que lo que le interesaba era reflejar la historia de un hombre que transforma por completo la vida de quien él elija sin que la suya cambie en absoluto.
“Quería hablar de la sumisión autoimpuesta producto de un entorno que prácticamente te obliga a ello”, explica Arena para matizar la importancia de las coordenadas sociales desde las que ella se mueve: las élites. “Él no tiene que hacer nada para que las cosas sucedan a su alrededor. Él, por el mero hecho de ser y existir, tiene lo que quiera. Está sentando en un banquete en el que los platos servidos son las vidas de los otros. No tiene casi ni que pedir para que se le brinde”, desarrolla la autora para insistir en que, en ese entorno, entonces y no tan entonces, la monarquía era lo primero. “Antes que ella, antes que su propia familia, estaba el bienestar de la monarquía. Hay una gran protección de la institución, un no vamos a obstaculizar nada aquí”, desarrolla Arena para explicar la sumisión del personaje femenino que, en ningún momento elige qué ocurre con su vida, tan solo acata.
Privilegiadas pero no tanto
“Si la protagonista hubiera pertenecido a otra clase social o se moviera en otras coordenadas, todo hubiera sido distinto”, insiste Arena al comparar su escarceo amoroso ficticio con uno real, el de la actriz Bárbara Rey. “Ella veía al monarca como a un igual. Mi protagonista no, nunca”, observa.
La mujer de su historia, que a ojos de Arena podría ser cualquier mujer en esa posición en aquella época, está subyugada. “Todo su entorno se doblegaba ante ese hombre, se le buscaba el venado más jugoso para que lo cazase o se hacía cualquier cosa para complacerlo. Eso es lo que ella ve y lo que ella aprende”, sigue Arena para continuar con que el embarazo y el niño que nace se convierte en una ambivalencia en el seno de la familia. “Los padres saben, el niño es marca pero también su pequeño tesoro secreto. Viven en una constante ambigüedad por lo que pueden decir y lo que no, por quien sabe y quien no sabe, ya que ahí nadie dice nada”, continúa Arena para señalar que su historia está construida sobre el silencio. Que importa mucho más lo que no se dice que lo que sí.
“Me he inspirado en mi entorno, en cómo reaccionarían estas personas reales en aquella época a aquel suceso. En cómo reaccionaría la generación de mi madre”, desvela para decir que entonces el sexo era sagrado. Que las chicas, solo las chicas, tenían el mandato y el deseo de llegar vírgenes al matrimonio. Que muchas lo hacían. Que la religión lo ocupaba todo. Que el aborto estaba muy castigado, pero el que embarazo fuera de la unión también. “Lo único que tenían, lo único que les queda, es el flagelo, la culpa católica, el fustigarse. Por eso mi protagonista se aparta de la sociedad, porque sabe que si no se aparta ella la apartarán los demás”, desarrolla la autora.
“No conozco a nadie que haya vivido algo así (salvando la distancia con lo excepcional de esta situación y con el personaje) pero tengo bastante claro cómo serían las cosas. O abortabas en secreto o te convertías en madre soltera repudiada durante un buen rato o, más común, te casabas deprisa y corriendo para que nadie dijera nada”, explica Arena para señalar que ha sido así durante mucho tiempo y que, incluso, a veces, hay resquicios en el presente. “Una cosa que no se tiene en cuenta es la alta sociedad española ha estado en una burbuja, que no vivieron los ochenta como lo vivieron los demás, por ejemplo. Aún hoy parte de la alta sociedad vive en un mundo que quedó congelado en el tiempo”, opina.
Parte de la alta sociedad todavía vive en un mundo que quedó congelado en el tiempo
La gran pregunta que puede atenazar al lector es por qué la protagonista se obsesiona durante décadas con algo que ni siquiera fue una relación. Para Arena la respuesta sigue estando en el mismo sitio: la educación. “A estas mujeres se les enseñaba que debían reservarse y que el primer hombre con el que se acostaran debía ser con el que se casasen. Eso es algo que ella llevaba grabado a fuego”, explica la autora para continuar con que es también la incertidumbre, el no saber dónde y cuándo va a aparecer, el verse acatando órdenes lo que la inestabiliza. “Estamos hablando casi de una ‘situationship”, bromea.
Arena dibuja con crudeza un mundo hostil, pero también humano. “Quería huir de la caricatura. Quería construir personas que sufren y que, a veces, tampoco entienden o tampoco saben qué hacer”, cuenta la autora, quien también quería humanizar al hombre retratado, a quien siempre describe desde la contención. “Él nunca la ve a ella como persona, pero sí mira al hijo. Y reacciona desde el pánico y la huida que, quizá, tendríamos todos al enfrentarnos a una situación así. Lo que ocurra después de ese instante de reconocimiento, eso sí, lo dejo a elección del lector”, sonríe Arena.
Una España que no se narra a sí misma
Confiesa Bárbara Arena, que ya era conocida por sus perfiles en internet antes de sacar este libro, que a ella le interesa mucho retratar el mundo pijo porque este casi no habla de sí mismo. “Conocemos las historias de las élites francesas porque ellas mismas las han escrito. En España no, no se narra desde dentro”, apunta para admitir que ha pasado mucha tensión a lo largo del proceso de escritura. “Sentía miedo de cómo iba a reaccionar mi entorno, porque la idea de la monarquía, como decíamos, era un intocable. Y, claro, tú piensas en cómo va a caer esto”, elucubra para señalar que ella querría bucear en el porqué en España las clases altas se retraen y no hablan.
“Tenemos todavía pegado ese oscurantismo, ese antiintelectualismo. Ese mejor no hablemos de estas cosas”, desarrolla la autora para defender la tesis de que, en todo ello, la religión católica ha tenido un gran peso. “España, en parte, ha sido un país más oscuro y blindado por la religión. Y las clases altas han estado, aún lo están, muy vinculadas a lo religioso”, argumenta para zanjar con que la religión “ha sido un freno cultural muy importante. Un freno de emancipación cultural”.