Denuncias falsas: el éxito del yo sí te creo, hermano
La sociedad no puede olvidar que hay actitudes violentas y humillantes que muchos hombres consideran normales y aceptables. Un buen número de maltratadores no admite ni ante sí mismo la violencia ejercida con su pareja. Ahora, con el relato de las denuncias falsas, ya no necesitarán más excusas
Ha escrito Juan Soto Ivars un libro, oportunista para unos y oportuno para otros, sobre las denuncias falsas en casos de violencia de género, que forma parte de un debate más amplio sobre un número indefinido de hombres a los que las leyes feministas han arruinado la vida y la reputación. Uno de los datos en los que se apoya es que cada año se interponen 200.000 denuncias por violencia de género (199.094 en 2024) y casi las tres cuartas partes no llegan a sentencia: en 2024 se dictaron 62.173, de las que el 80,55 % eran condenatorias. De ahí, de que una gran parte de las denuncias iniciales no terminen en condena se deduce (falsamente) no solo que el hombre es inocente, también que la mujer ha mentido. Esto sería cierto si no tenemos en cuenta que en muchas ocasiones la víctima de maltrato, que acude a una comisaría para confesar también una humillación propia, desiste después de la denuncia, no porque esté mintiendo o instrumentalizándola en su beneficio, sino por miedo, dependencia económica, reconciliación con el presunto agresor, falta de pruebas y otros motivos que nada tienen que ver con la veracidad de la denuncia.
Soy de las que no dudan de que existen denuncias falsas o instrumentales, aunque en un número muy reducido; también de que se mete en un mismo saco delitos de diferente gravedad, como es el maltrato continuado de años y episodios únicos de violencia como un bofetón, siendo todos ellos reprobables. También conozco la dificultad de juzgar un delito que se produce en el ámbito privado y sin testigos, o con testigos menores, en el que a veces intervienen el consumo de alcohol y otras drogas y que no siempre deja señales visibles en el cuerpo de la mujer. Esa intimidad es la que ha permitido la supervivencia del maltrato machista sin apenas repercusión social, laboral y mucho menos penal para ellos.
Pero uno de los principales fallos del discurso público feminista es la conversión de la mujer en víctima por sistema, lo que permite, paradójicamente, que se estén armando con gran éxito discursos victimistas por parte de los hombres, como sucede con las denuncias falsas. Lo que vemos en el éxito de postulados como el de Juan Soto Ivars es el reverso del “yo sí te creo, hermana”, que permitió que muchas mujeres salieran del armario de las violencias sexuales y machistas. Ahora se entona un “yo sí te creo, hermano”, con raíces bíblicas, basado en la creencia de que existen muchas mujeres vengativas, malas en definitiva, diabólicas y frías, dispuestas a pasar por un proceso judicial para aplastar al padre de sus hijos, que siempre se comportó de forma irreprochable. Ellos, las nuevas víctimas: aunque nadie quiere ser víctima, algunos ya envidian la condición de.
Las violencias machistas, como todas, transitan sobre las relaciones de poder entre individuos, también entre hombres y mujeres. La historia de violencia en la pareja es terriblemente cotidiana no por las denuncias que se producen, por el retrato familiar y social del matrimonio tradicional que todos hemos conocido en carne propia o cercana. El de la dependencia económica y social a la que han vivido atadas tantas mujeres y que ha coartado su libertad. La falta de libertad de decir no, para irte, para llegar hasta comisaría sin que falten las fuerzas o aterrorice el futuro.
La gran queja de las nuevas víctimas del feminismo es que las leyes amparan a la mujer que va a denunciar un delito: cómo podría ser de otra forma. La sociedad no puede olvidar que hay actitudes violentas y humillantes que muchos hombres consideran normales y aceptables (cómo si no se atreve un hombre a tocar los pechos de una mujer sin consentimiento evidente delante de cámaras y focos). Un buen número de maltratadores no admite ni ante sí mismo la violencia ejercida con su pareja. Ahora, con el relato de las denuncias falsas, ya no necesitarán más excusas.