Erik Harley y la disparatada España de las rotondas: “Hemos decorado nuestras ciudades con demasiada alegría”
El experto en estudios urbanos publica un libro con más de 200 rotondas en las que examina sus elementos decorativos como excusa para “hablar de nosotros”
Bienvenidos a la ciudad espectáculo: cuando el sitio en el que vives se transforma para el turista
“Qué loco que aquí haya un barco, qué loco que aquí haya un camión o una avioneta”. Desde hace un tiempo, Erik Harley vive obsesionado con las rotondas. Primero se acercaba a ellas de manera más anecdótica. Después, se dio cuenta de todo lo que a través de ellas se podía contar. Ahora, el recorrido de miles de kilómetros que hizo en algo más de cuatro meses por todas las provincias de España toma la forma de libro, con más de 200 rotondas analizadas: Pormishuevismo. Rotondas & mamotretos (Anaya Touring, 2025).
La publicación es una suerte de guía con cierto tono humorístico de aquello que se puede desentrañar si cualquier persona se para a pensar sobre lo que significa la decoración concreta de una rotonda, pero también de esos enclaves muy altos, muy vistosos, muy costosos, que pueblan el país y que hablan más de la avaricia y codicia que de servicio público. “Ahí está todo, la representación de nuestras desidias, nuestros anhelos, incluso nuestras carencias culturales”, introduce este experto en estudios urbanos que atesora medio millón de seguidores en Instagram y casi 250.000 en TikTok bajo su perfil de @periferia.periferia.
Para este graduado en Bellas Artes, las calles, las plazas y los edificios que se construyen son representaciones de un momento socioeconómico concreto. En el caso de las rotondas, unas con mayor acierto que otras, suelen aludir a algún hito cultural o político ligado con la zona, otras a homenajes a personalidades autóctonas, también las hay que remiten a algún icono social, y, cómo no, otras tantas en las que no es fácil trazar ningún tipo de relación más allá del capricho del concejal de turno.
Rotonda homenaje a la Clemenules, la variedad de naranja de la zona, en La Vilavella (Castellón).
“Hemos decorado nuestras ciudades con demasiada alegría. No puede ser que un político sin ningún tipo de formación específica en historia o arte de repente llame a su primo para que haga lo que sea porque tiene miles de euros que gastar en decorar una rotonda”, defiende Harley. En parte, eso es lo que provoca que en las rotondas, un espacio transitado de forma continua por vehículos, “el factor susto o sorpresa de lo que vemos nunca desaparece, porque existen auténticas aberraciones”.
Una rotonda, conferida como el cruce de caminos, es un lugar muy interesante para monumentalizar. Es el espacio ideal para generar un relato colectivo y que realmente nos interpele a todos, comenta el mismo Harley. Sin embargo, no suele ser esta la idea que impera. “De repente, que pongan una rotonda con un jamón gigante no sé si me interpela mucho como vegetariano”, se queja.
Una pirámide egipcia que el arte popular ha decorado con pintadas, una de ellas de un pene, en Atarfe (Granada).
“Mondongos que reducen visibilidad”
La pregunta del millón encuentra una fácil respuesta en Harley. En ella se explaya: “Yo creo, honestamente, que en las rotondas lo único que tendría que haber es vegetación. Lo que no tenemos que hacer jamás es poner mondongos que reduzcan la visibilidad. Una rotonda tiene que ser un lugar seguro para los conductores y peatones si tienen que transitar por ella. Lo que no puede ser es que nos distraigamos flipando en colores con el adefesio que han puesto en medio y eso ponga en peligro nuestra seguridad”.
No puede ser que un político sin ningún tipo de formación específica en historia o arte de repente llame a su primo para que haga lo que sea porque tiene miles de euros que gastar en decorar una rotonda
España is different, y en esto también. De hecho, es el segundo país con más rotondas del mundo, después de Francia. El especialista en estudios urbanos también se muestra muy atraído por lo kitsch, algo que la rotonda permite. La que más ilusión le ha hecho transitar es la del cerro de Masatrigo, en un embalse de Badajoz. Aunque como tal no es una rotonda, se la conoce como la más grande de Europa. “Conducir por ahí es increíble. A un lado el embalse grandioso, al otro un cerro maravilloso. Esa experiencia fue Stendhal al cien por cien”, asevera.
Las rotondas más bizarras de España
Pero no todas son tan geniales. En Rotondas & mamotretos hay más de 200 de ellas. Aquí van algunos dispositivos que decoran rotondas en España: el mortero más grande del mundo, en Macael (Almería); una pirámide egipcia que el arte popular ha decorado con pintadas, una de ellas de un pene, en Atarfe (Granada); en Jun (Granada) se encuentra un obelisco a Twitter, coronado por el pajarito que simbolizaba la antigua red social; el casco de obra más grande del mundo, en Huelva.
Seguimos. Un muñeco de nieve en Santa Cruz (Tenerife); la Antártida, en Azuqueca de Henares (Guadalajara), una cremallera de metal, en Ávila; una piscina, con su escalera y todo, en mitad de una rotonda de León. En Castelló no se quedan cortos. En Benicàssim tienen el monumento al día de las paellas con una paella de 5,5 metros de ancho. En Bizkaia tienen la Patata de Amorebieta, un nombre oficioso para una escultura un tanto indescriptible de bronce de nueve metros de alto, con tres patas, siete pinchos y un palo hacia arriba.
Y todavía hay más. La silueta de un jamón gigante de siete metros en medio de una rotonda, en Monesterio (Badajoz); el Tomatón de Miajadas (Cáceres), un gigante de 5,5 metros de diámetro y 12 de altura que celebra el producto hortícola más identitario de la zona. En Oleiros (A Coruña), tiene la rotonda O Che, dedicada al guerrillero, con su rostro materializado en 70 toneladas de acero corten y granito y ocho metros de altura.
«La Antártida española» está en Azuqueca de Henares (Guadalajara).
Madrid capital no se libra. La Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, del siglo XVII, está en medio de una rotonda en la avenida de Logroño a la que se puede acceder únicamente por un paso de peatones. Un juego de palabras nos lleva al Monstruo de Leganés, otra rotonda en este municipio al sur de la región. También está el Monumento al Dentista, en San Benito – Patiño (Murcia), con una muela gigante de acero inoxidable de cinco metros de altura.
Un “pormishuevismo” demasiado presente
Harley es el autor que acuñó el concepto “pormishuevismo”, y lo define así: “Impulso tan nuestro de construir lo más grande, lo más visible, lo más caro”. En este sentido, considera que “el modo en que se ha construido España y articulado el territorio es extremadamente masculino”. Y así lo prueba en su monografía, a la que tilda de “cartografía emocional” sobre un país que ha construido tanto y tan rápido que ha olvidado por qué lo hacía, tal y como explica en su introducción.
Una rotonda tiene que ser un lugar seguro (…) Lo que no puede ser es que nos distraigamos flipando en colores con el adefesio que han puesto en medio y eso nos ponga en peligro
El especialista engloba todo ello en lo que denomina “hipertrofia constructiva”. Según explica, la idea remite a “construir para demostrar al de al lado que puedes hacerlo, y muchas veces sin pensar en el mantenimiento, que es una cosa totalmente atroz, sobre todo cuando se trata de dinero público”. En este punto, el creador de contenido se muestra consciente de la realidad que le circunda: “Me puede parecer perfecto que gastemos dinero en mamotretos, pero cuando ya todo el mundo tenga algo que llevarse a la boca”.
El escritor considera que la ciudadanía, de tanto sufrir este tipo de fenómenos, ya ha endurecido su piel: “Yo, que conozco bien lo urbano, creo que nos hemos acostumbrado a que se construyan auditorios con sobrecostes loquísimos”, ejemplifica. En la publicación aparecen algunos magníficos ejemplos de esta realidad: aeropuertos sin aviones, auditorios vacíos, museos sin obras de arte, parques temáticos delirantes y macroproyectos abandonados.
Un juego de palabras nos lleva al Monstruo de Leganés (Madrid).
Y se moja. A Harley le parece “una barbaridad” que el Gobierno haya prometido por activa y por pasiva la demolición del Algarrobico, y ahí siga ese mausoleo a la depravación frente a la playa almeriense. Y añade: “Me molesta profundamente la proliferación de hoteles en primera línea de playa en zonas protegidas de Canarias, cuando la sociedad canaria sabe perfectamente que la riqueza que genera el turismo no llega a sus bolsillos. Parece que estamos en los años 60, cuando se pensaba que para crear riqueza tenemos que destrozar la naturaleza”.
Del tono humorístico a ser “un poco comunista”
El autor de Rotondas & mamotretos, cuya publicación guarda cuatro años de trabajo intenso detrás, acierta al seguir con su particular tono comunicativo, un baile medido al milímetro entre el sarcasmo y el humor frente a la denuncia social. Gracias a eso, ha conseguido que el urbanismo y la arquitectura formen parte en mayor medida del debate público. “Pero hacerlo con ese tono le quita un poco la seriedad del asunto, así que todo el rato estoy entre una cosa y la otra”, admite.
De todas formas, Harley siempre se decanta por un contenido fidedigno, con datos obtenidos de fuentes oficiales e, incluso, sentencias judiciales, lo que cabrea al electorado tanto de izquierdas como derechas. Eso no le ha granjeado demasiado odio por redes, “y mira que puede llegar por muchos lugares, por homofobia o calvofobia”, ilustra. Todavía recuerda con cierto gracejo un comentario a uno de sus vídeos que sí le marcó más que otros: “Un poco comunista, pero qué gracioso el hijo de puta”, le dijeron.
Muchas veces [estas rotondas se hacen] sin pensar en el mantenimiento, que es una cosa totalmente atroz, sobre todo cuando se trata de dinero público
Girar y girar
Harley se enorgullece de España como país. “Es absolutamente increíble, tío, su gastronomía, sus gentes”, dice por videollamada. “Hemos echado a los Borbones dos veces, es una puta locura. Lo que pasa es que tenemos que defenderla, porque no siempre ponemos a la cabeza de lo público personas que defiendan lo público”, agrega. Por otro lado, después de ponerse tras el volante durante casi cinco meses y recorrerse España de arriba a abajo, este especialista en urbanismo recalca toda la ayuda que ha recibido de personas anónimas y del colectivo Nación Rotonda a la hora de confeccionar el libro.
En total, más de 300 páginas nos hacen revisitar parte de nuestra historia más reciente de rotonda en rotonda. Además, la publicación está editada en un volumen atractivo y repleto de imágenes. Como el mismo Harley nos invita, a veces en la vida solo queda mirar con detenimiento lo que nos rodea y no dejar de girar y girar hasta conseguir que las vistas cambien.