«Uno dentro, una fuera»: el oscuro intercambio de solicitantes de asilo entre Francia y Reino Unido
Un grupo de personas devueltas por Londres en el marco del nuevo sistema de control migratorio relatan su miedo y desesperación a su regreso a París
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Afran, un solicitante de asilo iraní, se sienta desolado al otro lado de la calle de un refugio en París, atrapado entre enormes losas de hormigón y el estruendo de los trenes que pasan por encima. No es un lugar nuevo para él: la primera vez que estuvo aquí fue hace exactamente siete semanas. Explica que la segunda vez es tan aterradora como la primera.
Reino Unido y Francia negociaron este verano un polémico programa piloto que establece que por cada solicitante de asilo que devuelva a Francia tras haber cruzado irregularmente el Canal de la Mancha en una patera u otra embarcación pequeña, Londres se compromete a acoger a otro que ya se encuentre en territorio francés y que tenga vínculos familiares o fundamentos sólidos para vivir en el Reino Unido.
Afran —no es su nombre real— fue noticia cuando se convirtió en el primer solicitante de asilo que regresó a Reino Unido en virtud de esta componenda después de haber sido expulsado a Francia el 19 de septiembre. A pesar de haber pasado por la experiencia de la expulsión y de la peligrosa travesía, regresó a Reino Unido. El 5 de noviembre Afran fue deportado a Francia por segunda vez.
“Francia, Reino Unido, Francia, Reino Unido, Francia… [Ir de un sitio a otro] no es mi elección”, afirma. “He cruzado dos veces el Canal de la Mancha porque creo que no tenía otra opción. Los traficantes del norte de Francia me atacaron y amenazaron de muerte antes de cruzar la primera vez, el 6 de agosto. Cuando el Ministerio del Interior del Reino Unido me devolvió la primera vez, creí que los traficantes seguían buscándome. Sigo creyéndolo. Tengo miedo cada vez que salgo del refugio. No me siento seguro”, relata.
Afran está sentado junto a otras tres personas en situación análoga a la suya, entre ellas la primera mujer expulsada en virtud del programa. Las historias del grupo —relatos de peligro, desarraigo y falta de protección incluso después de la expulsión— son una muestra evidente de que esas teorías de la disuasión chocan con la lógica desesperada de la supervivencia.
Los defensores de los derechos humanos consideran que el programa es excesivamente duro y arbitrario en cuanto a quién puede quedarse y quién debe marcharse
El programa ha estado envuelto en polémica desde su origen. Los conservadores británicos lo consideran ineficaz e insuficiente. En virtud de este programa piloto se han producido hasta la fecha 113 devoluciones a Francia y 84 solicitantes de asilo han sido admitidos en el territorio. Pero en un solo día —el 14 de noviembre— 217 personas cruzaron el Canal en pequeñas embarcaciones: más del doble del máximo diario de expulsados hasta entonces.
Los defensores de los derechos humanos consideran, además, que el programa es excesivamente duro y arbitrario en cuanto a quién puede quedarse y quién debe marcharse. Señalan que, en lugar de investigar caso por caso, este programa permite devoluciones rápidas con efecto disuasorio, lo que puede contravenir la obligación de proteger a las personas que huyen de la persecución o la violencia.
Las cuatro personas devueltas por las autoridades británicas a Francia acuden a un encuentro con The Guardian en una cafetería cerca de una gran rotonda con mucho tráfico. El establecimiento está cerca del refugio, un recurso temporal para personas recién retornadas, oculto tras una puerta discreta y cerrada con llave al final de un camino estrecho. Se trata de una estructura similar a una carpa, con camas individuales colocadas las unas al lado de las otras, y constituye la segunda etapa del recorrido previsto para quienes son devueltos a Francia: primero pasan unos días en un hotel, después viven en este refugio, y finalmente son derivados a distintos alojamientos temporales repartidos a lo largo y ancho de Francia.
Un barco de la policía francesa entrega chalecos salvavidas a una patera que intenta cruzar el Canal de la Mancha el 25 de agosto de 2025 desde Gravelines (Francia).
Algunos serán devueltos a otros países de la UE en virtud de las normas de Dublín, que determinan qué país es responsable de examinar una solicitud de asilo presentada en territorio europeo. Este reglamento permite a los países de la UE solicitar la devolución de un solicitante de asilo al primer país miembro en el que se le tomaron las huellas dactilares. En su encuentro con el periódico, afirman que sus posibilidades de construir una nueva vida segura en Francia parecen escasas y que su futuro es tan incierto como lo era el día en que huyeron de su país de origen.
Afran toquetea sin ganas los palitos de pescado de su plato mientras bebe té. Los cuatro comensales, unidos por las circunstancias, visten chándales desparejados y carecen de calzado adecuado para la lluvia o abrigos de invierno. Uno tras otro pasa de la risa nerviosa al llanto, desbordados por la desesperanza de su situación.
“Conozco a los guardias de seguridad del centro de detención en el que me han encerrado dos veces”, explica Afran. “Les dije que volvería por Navidad”, ironiza. Se ríe amargamente y luego rompe a llorar.
Al otro lado del Canal de la Mancha, otro hombre, un eritreo, espera en un centro de detención a que su situación se resuelva. Él fue el segundo en regresar al Reino Unido después de ser expulsado de Francia. Cuando fue detenido por primera vez, le dijo a The Guardian que la preocupación lo consumía y que no podía comer ni dormir. Ahora explica que volvió al Reino Unido porque en Francia no se sentía seguro.
El jueves 23 de octubre, después de que lo viese un médico por varias dolencias en la sede de una ONG parisina, regresó tarde al refugio y le negaron la entrada porque las puertas ya estaban cerradas. Se vio obligado a dormir en la calle y dos hombres lo atacaron. Cuenta que se marchó porque estaba asustado. “Después del ataque, estaba en estado de shock”, afirma. “Llamé a mi familia y les conté mis malas experiencias. Organizaron mi regreso al Reino Unido en una barca porque pensaron que en Francia no estaba seguro”.
“He sufrido mucho y me aterroriza que me obliguen a volver a Francia”, añade. “Si el personal de seguridad del refugio de París me hubiera dejado entrar cuando regresé de la cita médica, no me habrían atacado esa noche y ahora seguiría en Francia. Debido a la mala experiencia que viví, ya no creo que Francia pueda protegerme”, razona.
El Ministerio del Interior les está privando de la oportunidad de explicar sus circunstancias y les está causando un sufrimiento extremo
Los documentos a los que ha tenido acceso The Guardian, redactados antes de su expulsión a Francia, muestran que un médico del centro de detención consideró que su relato —que había sido víctima de trata y tortura en Libia tras huir de Eritrea y antes de llegar al Reino Unido— constituía tortura.
Lochlinn Parker, director en funciones de Detention Action —una organización benéfica que trabaja para defender los derechos y mejorar las condiciones de las personas que están en centros de detención migratoria— afirma: “En su afán por trasladar a Francia a quienes solicitan asilo, el Ministerio del Interior les está privando de la oportunidad de explicar sus circunstancias y les está causando un sufrimiento extremo. El resultado es que algunas de las personas más vulnerables, entre ellas los supervivientes de trata, son detenidas durante largos periodos en condiciones similares a las de una prisión y se enfrentan a la aterradora perspectiva de ser expulsadas por la fuerza”.
Medical Justice, organización que vela por la salud de migrantes detenidos, ha hablado con 33 personas interceptadas en virtud del programa “uno dentro, uno fuera”. Veinte cuentan con informes médicos realizados por expertos. De entre ellos, 17 son supervivientes de tortura y 14 supervivientes de trata, y 15 padecen trastornos de estrés postraumático.
Exhaustos y abatidos
Los tres solicitantes de asilo que se sientan alrededor de la mesa en la cafetería de París protegen a la mujer que los acompaña. “¿Por qué han enviado a una mujer de vuelta a Francia? Es realmente grave”, lamenta Afran. “Incluso el personal de seguridad del Reino Unido se sorprendió de que el Ministerio del Interior me mandara de vuelta”, afirma la mujer. Describe la persecución que sufrió en Eritrea por su fe cristiana y cuenta que viajó por muchos países de África y Europa hasta llegar al Reino Unido, donde vive su hermano.
“Fue muy duro y tuve que ser fuerte”, dice. “Cuando llegué, pensé que estaría a salvo, pero me encerraron en un centro de detención. El país que pensé que sería un refugio para mí fue el primero en encerrarme. Me quitaron la fuerza que me quedaba. No pido un pasaporte del Reino Unido, solo quiero estar a salvo y estar con mi familia”, clama.
Todos los que se sientan alrededor de la mesa de la cafetería coinciden en que su experiencia fue devastadora.
“Fui testigo de cuatro intentos de suicidio”, dice un hombre sirio: “Nos liberaron de las manos de los traficantes y nos llevaron a una prisión en el Reino Unido. Llevo huyendo desde 2018. Solo quiero parar”. Otro hombre, procedente de una antigua república soviética, describe el sistema de “uno dentro, uno fuera” como un “ping-pong político”. Añade: “No somos estúpidos. Sabemos que la pelota somos nosotros”.
En unos días, a Afran volverá a trasladarlo; lo mandarán en tren a otro alojamiento temporal en otra parte de Francia. En la cafetería, se sienta con la cabeza entre las manos. “No hay ningún lugar seguro al que podamos ir”, lamenta. “Si hubiera estado a salvo en Irán, nunca habría dejado allí mi vida y a mi familia”, asegura, para revelar, a continuación: “Antes de venir al Reino Unido, no tenía problemas de salud mental. Ahora sí. No sé dónde ir ni qué puedo hacer para estar a salvo. El Ministerio del Interior es inhumano. Estoy destrozado. Me han destrozado la vida”.