Franco Delle Donne, experto en extrema derecha: «Por primera vez está en disputa la hegemonía cultural de la izquierda»

Franco Delle Donne, experto en extrema derecha: «Por primera vez está en disputa la hegemonía cultural de la izquierda»

Su nuevo libro, ‘Epidemia ultra’, recorre con espíritu crítico los años en los que la ultraderecha dejó de ser un fenómeno marginal para conquistar el poder de algunos de los países más importantes del mundo: «Dejamos que creciera a tal punto que se volvió difícil de contrarrestar»

Adelanto editorial – El día que nació la epidemia ultra: por qué la derrota de Jean-Marie Le Pen no fue un freno, sino un reinicio

Habla con un tono afable y seguro detrás de un micrófono de radio. La imagen que devuelve la videollamada se parece a la de los capítulos de Epidemia ultra, el pódcast que Franco Delle Donne (Buenos Aires, 1983) lanzó en 2020 para analizar “lo que esconde la derecha radical”. Cinco años después, este doctor en Comunicación por la Universidad Libre de Berlín y máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid lanza un libro con el mismo título para indagar, entre otras cosas, en el inicio de un ascenso de la ultraderecha y los autoritarismos que parece imparable.

Didáctico y reflexivo, Delle Donne –actualmente investigador en la Werkstatt für Sozialforschung en Berlín– propone en el libro que acaba de publicar (Ed. Península) y durante la charla una mirada sin prejuicios sobre el fenómeno, que explica con un símil sanitario: un virus latente, un peligro desatendido, el efecto contagio, la expansión difícil de detener.

¿El primer error que hemos cometido ante el avance de la ultraderecha ha sido subestimarla? 

Creo que sí, y ese es el punto de partida no solo de este libro sino de todo mi trabajo divulgativo. En general parece un fenómeno nuevo y sorprendente, pero en realidad no hay nada de nuevo en su discurso, que la academia lleva mucho tiempo analizando. Pienso que se minimizó su capacidad para mostrar desde otro punto de vista problemas sociales, contradicciones o desigualdades, porque resulta que tal vez entiende mejor cómo funciona la comunicación actual de lo que nosotros creemos. 

La frase de ‘mejor malo conocido que bueno por conocer’ ha mutado en ‘mejor malo por conocer que malo conocido’

Y a la vez que subestimamos a la ultraderecha, sobrevaloramos nuestras propias capacidades para analizar lo que pasa, lo que nos lleva a caer en el asombro y la estupefacción. Es como si estuviéramos constantemente escandalizados. Pasó hace años cuando surgió aquí Alternativa por Alemania (AfD) y también hace poco, cuando Javier Milei ganó las elecciones de medio término en Argentina. 

¿Ese estado de estupefacción es lo que nos impide enfrentar esta epidemia?

Quizá tiene que ver con una mirada un poco naif de la historia. Creíamos que después de la Segunda Guerra Mundial habíamos alcanzado un consenso acerca de cómo convivir, de cómo no matarnos cuando pensamos diferente o de cómo no generar marginación o discriminación, y pensábamos que ese consenso era tan fuerte que se iba a imponer siempre. Pero no es tan así, y es duro admitirlo. 


Franco Delle Donne.

La ultraderecha está gobernando en Italia, en Argentina, está creciendo en Alemania, en Francia, en España. Y, por supuesto, está en el poder en Estados Unidos. Ya prácticamente no hay países en los que tenga una intención de voto por debajo del 15%, y en algunos llega al 50%. En lugar de atajarla desde el primer momento, dejamos que la epidemia ultra creciera a tal punto que se volvió difícil de contrarrestar. 

Vamos a ese primer momento. El libro comienza con el triunfo de Jean Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones francesas de 2002: ahí sitúa el “nacimiento simbólico” de la epidemia ultra. ¿El virus estaba en fase de incubación?

Si subestimas algo, ignoras la presencia de esa amenaza. Como en la segunda vuelta de esas elecciones Francia se movilizó para que Le Pen no gobernara, parecía que ese peligro ya no existía. Con la caída del muro de Berlín, hay una teoría política y un modelo económico que se imponen: frente al comunismo, el fascismo, la monarquía, triunfan el liberalismo, la democracia y la economía de mercado. Y con ello una sensación de que todo va a ir siempre a mejor. Parecía que estábamos casi condenados al éxito. Pero después llegó la gran decepción. 

¿La crisis de 2008 dinamita esa idea de futuro prometedor?

La gran crisis económica desata fuerzas similares a las del crack del 29, y deja en evidencia que ese sistema triunfante, ese ‘perfecto fin de la historia’ tiene un montón de cosas para resolver. Y la ultraderecha plantea de manera inteligente una alternativa ante esa expectativa incumplida.

Hay gente pasándolo mal, o tal vez simplemente no como le prometieron. El problema es que ante esa frustración la respuesta no puede ser ¿qué quieres, una dictadura? Probablemente, no sea lo que todos los que apoyan a la ultraderecha quieren, pero tampoco quieren lo que hay. La frase de “mejor malo conocido que bueno por conocer” ha mutado en “mejor malo por conocer que malo conocido”.

En el libro explicas que este avance ultra no es coyuntural, sino estructural y transnacional. 

Hay corrientes que se convierten poco a poco en movimientos transnacionales. O al menos las narrativas lo son, independientemente de las realidades. ¿Qué tiene que ver Polonia con El Salvador? Y aun así ves puntos en común. 

¿Qué son los neopatriotas?

Sería una especie de fusión entre una visión económica liberal y la dimensión nacionalista en su discurso político. Es un concepto que acuñaron dos politólogos, José Antonio Sanahuja y Camilo López Burian, para analizar el fenómeno de la ultraderecha en Latinoamérica incluso antes de que Bolsonaro fuera un actor relevante. 

El feminismo puede generar incomodidad, pero si los hombres jóvenes son más permeables al discurso ultraderechista, tal vez la explicación no sea que el feminismo se ha radicalizado en sus reivindicaciones y ‘cancelaciones’ sino qué sociedad le estamos ofreciendo a esos jóvenes que optan por volver al pasado

Es que las categorías europeas a veces ayudan y a veces dificultan nuestra capacidad de comprender fenómenos políticos en América latina, para explicar qué es la derecha y la izquierda, qué es el peronismo en Argentina, qué es el PRI en México… En estos países, los símbolos nacionales no se vinculan necesariamente con la derecha –como sí ocurre en Alemania o en España– porque fueron colonias y con la independencia construyeron un sentido de país y una identidad. Los neopatriotas defienden una nación para unos pocos, algo que hasta ahora no estaba muy extendido allí, pero eso puede cambiar con el triunfo de José Antonio Kast en Chile y su discurso antinmigración. 

¿Por qué Trump representa un cambio de fase en esta epidemia?

A través de él se normaliza lo que hasta ese momento no había logrado ser mainstream. Había habido chispazos, sí. En los 90 con Pat Buchanan, que fue candidato independiente, después con el Tea Party, ambos encarnando el conservadurismo más rancio, pero todavía democrático. Lo que encarna Trump es la ventana de Overton: hacer aceptable algo que no era aceptable. Normaliza lo que hasta ese momento era indecible, y ese es el inmenso cambio de era.

La nouvelle droite sostenía que la izquierda dominaba el discurso cultural y proponía una batalla contra eso. ¿La izquierda sigue dominando el discurso cultural? ¿O esto cambia a partir de que la tecnología permite una multiplicidad de canales? 

Yo creo que estamos viendo por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que está en disputa esa hegemonía cultural. A partir de Mayo Francés, por poner una fecha, se empiezan a dar unos cambios sociales sostenidos y constantes: el rol de la mujer, la orientación sexual o un montón de cuestiones de corte social que eran moralmente condenables hace 60 años y ahora no. O mejor dicho, que no lo eran hasta hace cinco años. Los líderes ultras y sus portavoces, incluyendo a think tanks, periodistas o pseudoperiodistas, tienen claro que el objetivo es disputar conceptos básicos como libertad. Y lo están consiguiendo.

Muchas veces se responsabiliza al crecimiento del feminismo de la ola reaccionaria que propicia el ascenso de la ultraderecha. ¿Qué tiene que ver la cuarta ola feminista con este fenómeno? 

Lo veo como un falso dilema. Además de antifeminismo, la ultraderecha utiliza muchos otros instrumentos: el nacionalismo, el nativismo, el racismo… Atribuir su crecimiento a un movimiento que busca igualdad donde nunca la hubo es convertirlo en un chivo expiatorio, y lo único que consigue es más polarización. 

Si no entendemos sus razones, seguiremos estupefactos y sin saber cómo actuar mientras la epidemia se extiende

Seguro que el feminismo puede generar mucha incomodidad, pero si los hombres jóvenes son más permeables al discurso ultraderechista, tal vez la explicación no sea que el feminismo se ha radicalizado en sus reivindicaciones y ‘cancelaciones’, sino qué sociedad le estamos ofreciendo a esos jóvenes que optan por volver al pasado. Una encuesta reciente en Alemania señalaba que uno de cada tres jóvenes varones veía la violencia hacia la pareja como un recurso aceptable. 

La cuestión es cómo actuamos frente a esta epidemia ultra. Hemos probado de todo: cordones sanitarios, indiferencia, informar sobre ello sin más o entrar en sus debates, normalizando el discurso… ¿Hay algo que se pueda hacer? 

La ultraderecha hace un diagnóstico basado en mini verdades para apuntalar un discurso directo, fácil, efectivo y que, sobre todo, señala un culpable. Porque es cierto que hay desigualdad, pero eso no quiere decir que el responsable de que tu abuela cobre una pensión de miseria sea el migrante. Por eso, desde la esfera política copiar a la ultraderecha es un error. Quizá se trata de poner el foco en otras cosas. La idea de cobrar más impuestos a los millonarios está bien, pero tal vez no hay que hacer campaña necesariamente con eso, o sí, pero llevándolo a un plano más personal. 

¿Así no se corre el riesgo de desdibujar ideas y valores?

Hay valores de esta sociedad que tenemos que seguir sosteniendo. La cuestión es cómo construir una visión del mundo a partir de la autocrítica y que a la vez proponga un modelo diferente. El objetivo no puede ser volver al mundo en el que nosotros crecimos, sino que hay que pensar una construcción nueva. No quedarnos en la nostalgia ni en la idea de que la gente debería agradecer por todo lo que tiene. Lo que hay que ofrecer son miradas a futuro que generen esa confianza que muchos ya no tienen. 

¿Si entrar en el marco discursivo de la ultraderecha es un error, no existe debate posible?

El problema es que tendemos a pensar que si el otro defiende cosas que nos parecen inasumibles es idiota o mala persona. Hay que encontrar mecanismos para discutir sin necesariamente descalificar al que piensa distinto. La palabra clave es empatizar. Sostener nuestras banderas sin la superioridad que nos acerca a un discurso de pensamiento único que es lo mismo que les criticamos. Al menos con las personas que tenemos cerca, compartimos un universo de experiencias y valores desde el que poder acercar posturas o simplemente comprender. Si no entendemos sus razones, seguiremos estupefactos y sin saber cómo actuar mientras la epidemia se extiende.