El affaire Torrejón: algunas claves desde dentro

El affaire Torrejón: algunas claves desde dentro

No caigamos en la ingenuidad: como en cualquier hospital, las directrices vendrán de muy arriba, pero la traducción en decisiones ejecutivas precisas (eso que Gallart llamaba “imaginación”), las del día a día, las tomaron localmente la Dirección Gerente y Médica, con su estilo y sus ideas. Y son esas decisiones y la forma de ponerlas en práctica lo que ha destruido nuestro hospital

Investigación – Órdenes escritas y datos de lista de espera muestran cómo el Hospital de Torrejón priorizaba las operaciones de los pacientes más rentables

Por supuesto, el debate de fondo es la gestión de la sanidad de nuestro país. Pero el motivo por el que este ha vuelto a escena, con el Hospital Universitario de Torrejón en la diana, enturbia el análisis. Filtraciones, verdades a medias, vendetta entre familias… Son los tiempos que nos toca vivir, con demasiados sujetos echados interesadamente y sin pudor al monte en todos los ámbitos de la vida civil, empleando la nueva arma de destrucción masiva: el desprecio a la verdad.

Les pido que se acerquen conmigo a entender mejor lo que ha trascendido estos días sobre el Hospital de Torrejón para que se vuelvan después con mejores herramientas al necesario debate sobre lo público.

Cuando apareció la noticia de El País con el polémico audio de Pablo Gallart, actual CEO de Ribera Salud, quienes conocemos bien el hospital pronto echamos en falta un dato fundamental: ¿quién filtró esa información? ¿bajo qué intereses? Tenemos motivos para dudar que se tratara de un mero impulso ético por la transparencia por parte de alguien de la plantilla, y las posteriores declaraciones del propio Gallart parecen confirmar nuestras primeras sospechas.

Así que, para entenderlo mejor, emprendamos un breve viaje por la historia del hospital desde su inauguración en 2011.

En su apertura y en los años sucesivos Torrejón hizo una selección de personal tremendamente hábil y fue dirigido por algunas personas de gran categoría personal y profesional durante mucho tiempo. Eso hizo que, pese a la gestión privada y los intereses de las sucesivas empresas que nos gestionaron, el centro brindase una calidad asistencial en general sobresaliente, moderna y muy centrada en las personas. Créanme: he estado allí casi todo ese tiempo. 

Un paréntesis. Soy defensor -cada día más- de la gestión pública, pero he trabajado bajo todos los tipos de gestión sanitaria de este país (viejos grandes hospitales públicos con inercias y dificultades crónicas para la eficiencia; hospitales puramente privados; hospitales públicos de gestión directa por empresa pública; y hospitales públicos de gestión privada, el llamado modelo Alzira o, en Madrid, modelo Aguirre) y tengo también muy claro que hay mucho bueno que aprender de lo privado… para llevarlo a lo público. La pregunta, por cierto, es por qué no aplicamos lo aprendido sin que tenga que mediar un beneficio empresarial, pero eso podemos hablarlo otro día. Vuelvo a Torrejón. 

Hace unos tres años, Ribera Salud nombró Directora Gerente -el puesto más alto en la jerarquía de cualquier hospital- a María Pilar Navarro, sobrina de la entonces CEO de la empresa, Elisa Tarazona. Navarro, sin formación sanitaria, tenía escasa experiencia en el sector (salvo una breve “residencia” como adjunta al gerente previo). Y todo empezó a cambiar. Pronto contrató a Alberto Gironés, procedente de la medicina privada, como Director Médico y Quirúrgico (Director Asistencial, lo llamaron) y a la vez Jefe de Servicio de Anestesiología. 

El nuevo tándem puso en práctica, con un estilo muy poco respetuoso con las personas y los procesos complejos que llevamos a cabo, una serie de medidas siempre guiadas por la rentabilidad empresarial que fueron erosionando los pilares de la calidad clínica que habíamos sostenido durante una década pese al modelo de gestión. 

Numerosas figuras de peso histórico con puestos de responsabilidad del hospital fueron marchándose, algunas hostigadas, por agotamiento; otras a través groseros despidos. Una pérdida de talento y referentes incalculable. Servicios enteros se desplomaron y fueron reconstruidos, a veces con dificultad y bajo filosofías más que discutibles. Si los usuarios del hospital no lo han notado más es porque la plantilla ha tratado de amortiguar la caída poniendo a menudo el cuerpo. 

Para un relato detallado de las condiciones en las que quedó nuestro centro, les remito al manifiesto que 260 personas trabajadoras y extrabajadoras del centro (entre ellas varios exjefes de servicio y otros puestos de responsabilidad clínica y académica) firmamos en la primavera de 2025 y elevamos a Ribera Salud. En él instábamos al despido de toda la Dirección del hospital como primer paso para la necesaria y urgente reconstrucción, pero también detallábamos muchas otras medidas al respecto y nos ofrecíamos a colaborar en ese proceso.

Pero resulta también que en esta misma primavera de 2025, Ribera Salud decide fulminar a su CEO, Elisa Tarazona, y a varios altos cargos históricos de la empresa (aclaro: se trata de puestos por encima del organigrama de nuestro hospital). Ya llegamos al quid de la cuestión: unos meses después, Ribera despide también a nuestra Gerente, María Pilar Navarro. Y es entonces, a las pocas semanas, cuando se filtra el célebre audio del nuevo CEO dando feas directrices a los altos mandos. El propio Pablo Gallart nos comunica después por correo interno que el asunto está en manos de la justicia porque la persona que grabó la reunión ha denunciado presiones para hacerlo y difundirlo por parte del entorno de la Directora Gerente saliente. Así que ya estamos todos.

Entretanto, más de seis meses después de nuestro manifiesto, sólo la Dirección empieza por fin a ser parcialmente sustituida, pero nada más ha cambiado, ninguna de las demás demandas ha sido atendida por el momento.

Miren, a quienes estamos dentro no nos sorprende el contenido del famoso audio (esté editado o no, eso es irrelevante). Más allá de un cambio estratégico, sigue hablando el mismo lamentable idioma que llevamos años oyendo. Y ahora los cargos salientes se autoexculpan indignados ante la opinión pública. Acaban de descubrir que en Rick’s se juega. Durante el tiempo en que debilitaron gravemente nuestro hospital no se quejaban. Ahora que salta el escándalo devienen en personas de intachable ética.

Pero no caigamos en la ingenuidad: como en cualquier hospital, las directrices vendrán de muy arriba, pero la traducción en decisiones ejecutivas precisas (eso que Gallart llamaba “imaginación” en su discurso grabado), las del día a día, las tomaron localmente la Dirección Gerente y Médica, con su estilo y sus ideas. Y son esas decisiones y la forma de ponerlas en práctica lo que ha destruido nuestro hospital. Bajo el mismo modelo, otros gerentes y directores médicos -con sus claroscuros, por supuesto- favorecieron un entorno en el que fuimos excelentes.

Quienes únicamente debemos guiar nuestros actos -y lo hacemos- por mejorar la salud de las personas, no podemos quedarnos callados ante esta desfachatez de todos -unos y otros- los culpables del deterioro de nuestro hospital en sus venganzas extraasistenciales. Lo explica con brillantez mi compañera Míriam Eimil en un texto que publicó días atrás en el boletín electrónico del sindicato AMYTS .

Ustedes deben saber esto antes de volver al debate sobre los modelos de gestión de la salud. Resulta difícil creer que el modelo Aguirre no incluya en su naturaleza las semillas de estas prácticas empresariales que acaban superficializando y depauperando la asistencia sanitaria mientras, cara a la galería, le dan, retorciendo algunos datos y negligiendo otros, una pátina de calidad que es, cuando menos, muy endeble. Una especie de inmediatismo a lo “tente mientras cobro”. Torrejón fue -pero solo temporalmente- una excepción a esa regla.

Ojalá todo este escándalo nos permita recuperar la calidad asistencial y la motivación del personal del Hospital Universitario de Torrejón. Perdonen el derrotismo pero, caminando entre las cenizas aún humeantes de lo que fue y mirando al escenario político, lo dudo mucho.