Ignorar las señales

Ignorar las señales

Si el presidente tiene, como dice, energía y disposición a “partir de cero”, está tardando en empezar un necesario reseteo si no en el Gobierno, sí en un PSOE donde todavía asoman los tentáculos de Salazar, Cerdán y cía. Como los calamares, tienen ocho brazos que pueden más pronto que tarde hundir la ya malhadada credibilidad del partido. En La Moncloa, en Ferraz y en los territorios. Falta mucho por limpiar

Sánchez intenta recuperar el control cercado por los casos de acoso sexual y corrupción

Donde Pedro Sánchez ve solo luz, hay tinieblas. No todo es fango ni todo es mentira. Cuestión distinta es que el presidente y quienes le rodean ignoren las señales de una oscuridad que han empezado a proyectar sus socios. Ya no es solo Junts y sus circunstancias. Ni Podemos y su no a todo. Ni Yolanda Díaz o su afán por ocupar espacio. El PNV habla de agotamiento y hemorragia. Rufián dice estar ante un dilema de mala solución: Abascal o la vergüenza de la corrupción. Y el socialismo ruge como no lo había hecho en los últimos siete años. 

Y, sin embargo, Sánchez aguanta ¿sin saber cómo salir del laberinto? Ni elecciones anticipadas, ni cambio de gobierno, ha dicho en un triunfal balance de fin de año en el que hubo más autobombo que autocrítica. Si estuviera, que no consta, pensando en disolver las Cortes para llamar a las urnas o en afrontar una remodelación en el gabinete, tampoco iba a descubrirlo en este momento. Lo primero sería darle gusto a la derecha y lo segundo, a su socia de coalición, que ya es exótico -salvo que oculte algo que no sabemos- que una vicepresidenta pida la destitución de algunos de sus compañeros de gabinete. De quienes no son de su partido, se entiende, porque, como dice Óscar Puente, no parece que Yolanda Díaz esté pensando en remodelarse a sí misma.

Aun así hablar de contundencia frente a los casos de acoso sexual después de que el PSOE cortocircuitara las denuncias contra su ex asesor Francisco Salazar y existiendo algo más que sospechas de que el partido trató de encubrir a quien estaba llamado a ser secretario de Organización en la sombra es no llamar a las cosas por su nombre. Ni el PSOE, como dijo, ha salido fortalecido de este escándalo ni la solución puede ser invocar un protocolo antiacoso que por lo que sea no funcionó, no se activó o se ofuscó (sic).

Un abono transportes único para toda España por 60 euros, por muy acertada que sea la medida, tampoco soluciona ni el desgaste por la corrupción, ni el descrédito por el goteo de casos de acoso sexual. La desconfianza de los socios, a pesar de que ninguno de ellos parece dispuesto a cargar con el coste de provocar la caída del gobierno progresista, tampoco parece que se arregle con una reunión con Oriol Junqueras en La Moncloa el próximo enero.

Cuesta creer que alguien que ha demostrado tener siete vidas en política y resurgido en no pocas ocasiones de sus propias cenizas esté afectado por esa ceguera que no es la que te impide ver, sino la que impide comprender. Entender, por ejemplo, que el problema de este Gobierno no es solo la prensa adversa, el acoso judicial o el PP y su inflamada e irresponsable oposición, como demuestra que el propio Feijóo haya acusado públicamente al expresidente Zapatero de dar el chivatazo a un empresario que iba a ser detenido. Y esto es algo que el Gobierno debiera tomar en consideración si lo que busca es, como anhela Sánchez, llegar a 2027 y más allá.

Si el presidente tiene, como sostiene, “madurez, energía y disposición” para “partir de cero”, está tardando en afrontar el necesario reseteo si no del Gobierno, sí de un PSOE, donde todavía se extienden los tentáculos de Francisco Salazar, Santos Cerdán y cía. Como los calamares, el ex asesor acusado de acoso sexual y el ex secretario de Organización hoy imputado, tienen ocho brazos que pueden más pronto que tarde hundir más la hoy malhadada credibilidad del partido. En La Moncloa, en Ferraz, en el Grupo Parlamentario y en los territorios tejieron demasiadas redes, colocaron a demasiados afines y bajaron el listón de exigencia como nunca antes había pasado en el PSOE. Falta mucho por limpiar y cuanto antes lo haga Sánchez, mejor para su partido y para la democracia.