La mano dura danesa que Reino Unido quiere copiar en sus políticas de asilo: «No me siento bienvenido»

La mano dura danesa que Reino Unido quiere copiar en sus políticas de asilo: «No me siento bienvenido»

Dinamarca se ha convertido por su política migratoria de mano dura en un modelo para otros países europeos, pero sus medidas conllevan un alto precio para las personas migrantes

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Ruby Green, o “Rue”, espera desde hace un año que su solicitud de asilo sea aprobada en Dinamarca después de dejar su país de origen, Líbano, por su condición de persona transgénero. “Pensé que aquí tendría derecho a ser yo mismo”, cuenta a elDiario.es. Rue ya intentó solicitar el asilo en el país en 2018 y fue rechazado. “Siento que Dinamarca no está dispuesta a aceptar personas refugiadas como sus ciudadanos, no me siento bienvenido aquí”.

“[Los programas de integración] no están pensados para ayudar a los refugiados a integrarse en el país ni para mejorar las condiciones de vida, ya que existen muchas barreras para obtener un permiso de residencia”, dice. “No tengo muchas expectativas a largo plazo de quedarme en este país”, concluye.

A pesar de tener una reputación de país abierto y acogedor, Dinamarca ha sido cruel con sus inmigrantes. Especialmente desde la crisis de los refugiados sirios en 2015, el país nórdico ha promulgado unas leyes pioneras en Europa con el objetivo abierto de dificultar la vida y disuadir la llegada de solicitantes de asilo en sus fronteras. Esta línea dura en materia de migración, impulsada por los socialdemócratas daneses, ahora se ve desde países como el Reino Unido como un modelo al que emular.

En esos años he visto una gran diferencia en la forma en que los políticos y los medios de comunicación tienen el derecho de utilizar un lenguaje grosero contra los inmigrantes y lo justifican con la libertad de expresión

Fatema Juriah
migrante iraquí

Desde la visión de Copenhague, el enfoque para desalentar la llegada de solicitantes de asilo ha funcionado. En el año 2015 llegaron a Dinamarca 21.000 solicitantes de asilo, mientras que esta cifra se ha reducido a 2.000 personas el año pasado, si bien el número de solicitantes de asilo se ha reducido en toda Europa. La primera ministra, Mette Frederiksen, también defiende que el país no ha experimentado las mismas tensiones migratorias que otros de su entorno, como Suecia, Alemania o Bélgica.

Leyes con un mensaje “muy simbólico”

La denominada “ley de confiscación de bienes” aprobada en 2016 por el Parlamento fue una de las medidas antimigratorias que llamó más la atención a nivel internacional. Su objetivo era que los refugiados contribuyeran a mantenerse económicamente en el país con el decomiso de objetos de valor como anillos o joyas que pudieran llevar encima a su llegada.

Para Eva Singer, directora de asilo en el Danish Refugee Council (DRC), fue una ley con un mensaje simbólico muy claro, aunque después los casos en que se aplicó fueron muy pocos“, cuenta. Sin embargo, Singer afirma que otras leyes aprobadas ”tuvieron mucho más impacto en la vida de los inmigrantes y solicitantes de asilo“.


La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, en Copenhague el pasado mes de octubre.

Entre las medidas para restringir la inmigración, el Gobierno danés ha recortado las prestaciones sociales para los refugiados, al igual que ha limitado mucho las posibilidades de que las personas recién llegadas puedan traer a sus familiares mediante la reunificación familiar. Para los refugiados, ya no se garantiza que obtengan un permiso de residencia permanente y lleva mucho más tiempo conseguirlo. Las autoridades migratorias solamente otorgan la protección de asilo mientras persista el conflicto en su país de origen y su estatus se revisa año a año. Esta medida ha dado pie a situaciones en que familias de sirios o somalíes, una vez llevan años asentados en Dinamarca, se encuentren con que las autoridades les piden que regresen a su país de origen, el cual sus hijos nunca han conocido.

Es el caso de Fatema Juriah, que lleva tres décadas viviendo en Dinamarca desde que llegó con su familia procedente de Irak cuando tenía solo siete años: “En esos años he visto una gran diferencia en la forma en que los políticos y los medios de comunicación tienen el derecho de utilizar un lenguaje grosero contra los inmigrantes, y lo justifican con la libertad de expresión”, dice a elDiario.es. “Siempre dudan de ti, se cuestiona tu lealtad a Dinamarca, especialmente si es obvio que eres musulmana”, dice la mujer, que lleva hiyab: “[Aun así] vivo en un país que sigue siendo muy acogedor, pero es una pena que los políticos hayan tomado una postura tan extremista”.

Repatriar más e integrar menos

En 2021 Dinamarca fue el primer país en proponer procesar las solicitudes de asilo en centros localizados en Ruanda, un plan que fracasó. Otra de las medidas que ha tenido más impacto en la vida de los inmigrantes es la eliminación de lo que el Gobierno denomina como “sociedades paralelas”, antes conocida como “ley de guetos”. Según el Gobierno, en los barrios donde vive un gran número de población de origen “no occidental”, sus vecinos corren el riesgo de que sus casas sean demolidas y de ser forzados a trasladarse a otras zonas si la tasa de criminalidad o de paro en el barrio es superior a la media del municipio.

Singer expone las contradicciones que conlleva un sistema en el que los esfuerzos del Gobierno se han centralizado en la repatriación de los solicitantes de asilo que viven en el país, lo que el Ejecutivo ha llamado “un cambio de paradigma” en sus políticas migratorias.

Siempre dudan de ti, se cuestiona tu lealtad a Dinamarca, especialmente si es obvio que eres musulmana. [Aun así] vivo en un país que sigue siendo muy acogedor, pero es una pena que los políticos hayan tomado una postura tan extremista

Fatema Juriah
migrante iraquí

“Por un lado, se dice a las personas llegadas que es fundamental que aprendan el idioma, que necesitan conseguir un trabajo y que deben integrarse lo mejor posible en Dinamarca”, dice. Por el otro, “les dicen que no podrán quedarse aquí para siempre, ya que en cuanto la situación en su país cambie, aunque sea mínimamente, se les devolverá a su país”. La directora del DRC añade que “si los refugiados deciden voluntariamente que quieren volver a su país de origen, reciben apoyo económico y logístico por parte del Estado”, explica.

Singer asegura que el debate migratorio en el país nórdico ahora se centra en que las personas migrantes adopten unos “valores morales” y “de conducta” que tienen que ser comprobados en una entrevista privada en el Parlamento para conseguir la ciudadanía: “El objetivo es acreditar si las personas están realmente integradas, ya no es suficiente con que sepan la lengua, hayan completado una educación y tengan un trabajo”, aclara la experta. “Es sorprendente que aún se encuentren pequeñas áreas donde los políticos creen que pueden restringir más la inmigración”, concluye.

Los socialdemócratas daneses se han mantenido en el Gobierno durante varias legislaturas con un discurso duro contra la inmigración, mientras que las formaciones ultraderechistas se han visto relegadas a un papel secundario. Varios estudios explican, sin embargo, que esto sucede, entre otras cosas, por la fragmentación del voto ultraderechista y no por el trasvase de votos de la extrema derecha a los socialdemócratas, estimado en un 10% (la formación de Frederiksen también ha perdido otro porcentaje por el lado más progresista).

Por su parte, las ONG y activistas afirman que el Ejecutivo danés ha cruzado varias líneas rojas en contra del derecho internacional humanitario, dañando la reputación y los valores del país. Sus políticas migratorias también se han encontrado con la resistencia legal, la última desde el Tribunal de Justicia de la UE, que dictaminó que el Gobierno danés ejercía la “discriminación étnica” en algunas de sus leyes.