Libertad vs dominación: la paradoja fundacional de EEUU que conecta con Trump
EEUU se fundó hace 249 años al grito de libertad frente a la metrópoli mientras consolidaba un régimen de esclavismo y segregación que se prolongó dos siglos
El Congreso de EEUU se moviliza para votar contra una guerra en Venezuela ante el creciente asedio de Trump
Emmett Till y Harriet Tubman. Son dos nombres con sendas historias escalofriantes detrás en las que profundicé este fin de semana en el Museo de Historia y Cultura Afroamericana de Washington DC. Harriet Tubman (Dorchester, Maryland,1822–Auburn, 1913) fue una mujer valiente que luchó por la libertad de las personas negras esclavizadas en Estados Unidos durante el largo siglo XIX de un país recién independizado con una bandera censitaria de libertad.
Tras escapar de la esclavitud, Tubman realizó unas 13 misiones para rescatar a aproximadamente 70 personas esclavizadas y creó una red de activistas antiesclavistas y casas seguras conocida como el Underground Railroad –ferrocarril subterráneo–. Durante la Guerra Civil estadounidense, sirvió como exploradora y espía para el Ejército de la Unión. En sus últimos años, Tubman fue activista del movimiento por el sufragio femenino.
Harriet Tubman, en el Museo de Historia y Cultura Afroamericana de Washington DC.
Tubman dedicó los 90 años de su vida a la lucha por la igualdad y la justicia de un colectivo esclavizado, que sufrió la segregación durante muchas décadas después y que a día de hoy está viendo cómo se retrocede en avances conseguidos y cómo otros están en el alambre de un Tribunal Supremo con supermayoría conservadora.
Por ejemplo: la Voting Rights Act –Ley de Derecho al Voto–. Fue una norma que acababa con el autoritarismo político de los estados del sur de EEUU, aprobada hace apenas 60 años, en 1965.
Desde entonces, Estados Unidos no ha cambiado su Constitución, por lo que “el sistema legal que permitió, durante más de ochenta años, un brutal régimen racista y dictatorial en gran parte del país sigue en vigor sin cambios. Las leyes de derechos civiles son eso, leyes, no enmiendas constitucionales. Una mayoría indignada en el Congreso o una sentencia judicial cínica y torticera del Tribunal Supremo pueden desmantelar todas las protecciones contra el autoritarismo aprobadas entonces”, afirma el politólogo residente en Connecticut Roger Senserrich.
Senserrich explica que el “Supremo lleva invalidando artículos de la Voting Rights Act desde hace más de una década. Fue el tribunal, sin ir más lejos, el que decidió que los estados del sur no tendrían que pedir autorización federal previa antes de aprobar leyes electorales para evitar discriminación; que la Constitución no incluye un derecho a la representación política, permitiendo que un partido político pueda redibujar distritos para maximizar sus escaños sin temor alguno…”
Y, de aquí a unos meses, el Supremo celebrará la vista oral de Turtle Mountain contra Howe: “En este caso, el representante de Dakota del Norte alega que una serie de tribus indias no tienen derecho a recurrir un gerrymandering que discrimina a votantes nativos, porque la Voting Rights Act sólo autoriza al Departamento de Justicia del Gobierno federal a presentar denuncias como estas. Si el Supremo le diera la razón (y es posible que eso suceda), la ley sólo sería efectiva de facto cuando hay un presidente demócrata en la Casa Blanca”.
Pero hay más, el Supremo también tiene que pronunciarse sobre otro caso sonado en EEUU, Louisiana contra Callais, “respondiendo a un gerrymandering que busca abiertamente minimizar la representación de los votantes afroamericanos dividiéndoles en múltiples distritos. Los mapas electorales de la época de la segregación, que hacían a minorías incómodas irrelevantes, serían de nuevo plenamente legales. Ese pasado no es lejano. Y las leyes que lo hicieron posible pueden volver. El umbral autoritario no está lejos”.
Si Tubman fue una heroína de la lucha abolicionista, Emmett Till fue una víctima cruel del racismo imperante en EEUU hace 70 años, que se convirtió en un catalizador de la lucha por los derechos civiles en EEUU.
Till (1941-1955), afroamericano de 14 años, fue secuestrado y linchado en Misisipí en 1955 tras ser acusado de flirtear con una mujer blanca, Carolyn Bryant, en la tienda de comestibles de su familia. La brutalidad de su asesinato y la absolución de sus asesinos se convirtieron en un símbolo de la persecución violenta contra los afroamericanos en EEUU.
Emmett Till, con 13 años, con su madre, Mamie Till-Mobley, en Chicago, Illinois, en diciembre de 1954.
Así, por ejemplo, Rosa Parks, que ha pasado a la historia por negarse a cambiar de asiento en un autobús, reconoció que su gesto estaba conectado con el asesinato de Till.
El funeral de Till, con la cara completamente desfigurada, se celebró con el ataúd abierto por indicación de su madre, que quería que todo el mundo viera el salvaje asesinato de su hijo.
En Montgomery, pocos meses después del asesinato, Parks asistió a una manifestación en memoria de Till, encabezada por Martin Luther King. Poco después, se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco en un autobús segregado. Este incidente desencadenó un boicot popular contra el sistema de autobuses públicos, que duró un año. El boicot tenía como objetivo obligar a la ciudad a cambiar sus políticas de segregación. Parks declaró más tarde que, al negarse a levantarse y moverse a la parte trasera del autobús, “pensé en Emmett Till y simplemente no pude ceder”.
Rosa Parks y Martin Luther King
¿Quiénes serán las Tubman, las Parks y la madre de Till del presente? Cada momento extraordinario crea sus personas extraordinarias. Y es verdad que en este primer año de trumpismo renovado no se ha producido un asesinato violento como el de Till –y esperemos que no se repita nunca más–, y también que no hay un esclavismo como en el XIX ni una segregación racial como en el XX. Pero sí que hay una ofensiva desde el poder marcada por un predominio WASP –white anglosaxon protestant, anglosajones blancos protestantes– como hacía tiempo no se vivía en EEUU: basta mirar el gabinete de Trump –sólo hay un secretario afroamericano, Scott Turner, exjugador de la NFL, al frente de de Vivienda y Desarrollo Urbano– y las recurrentes fiestas y cenas del presidente de EEUU con la élite económica del país.
Y también hay una ofensiva desde la Casa Blanca en contra de derechos conquistados –todos los relacionados con el feminismo, la diversidad y los derechos LGTBIQ–, el llamado “engaño” del cambio climático, los medios de comunicación, los jueces que no obedecen a la Casa Blanca y los colectivos más vulnerables del país.
Y en este cotidiano avance autoritario, muchos héroes y heroínas anónimas serán aquellos profesores de escuelas públicas que no abren sus puertas a agentes del ICE, o las personas que se coordinan en sus comunidades para auxiliar a los migrantes perseguidos por las autoridades federales. O todo aquel que en su ámbito personal reacciona ante el trumpismo que impregna cada detalle.
EEUU nunca ha sido un país movilizado como puedan ser los países europeos, en los que se pueden producir huelgas y manifestaciones de forma habitual. En EEUU es extraordinario juntar miles de personas en una gran marcha, y es algo que está pasando cada cierto tiempo con las marchas del No Kings. Pero aquí no hay huelgas generales ni costumbre de grandes movilizaciones salvo en momentos de estallidos sociales, como durante la lucha contra la segregación racial, la Guerra de Vietnam o el Black Lives Matter, por ejemplo.
Estamos a menos de dos semanas de que acabe el año y no se ha arbitrado ninguna solución aún para el vencimiento de los subsidios para la atención médica –Obamacare– al que se enfrentan unos 24 millones de estadounidenses que ven cómo sus primas del seguro se pueden multiplicar por dos o por tres en 2026, lo que supone una amenaza para su permanencia en el sistema.
¿Te imaginas cómo estaría un país europeo a dos semanas de que 24 millones de personas vean cómo sus pólizas de seguros médicos se multiplican? Pues en EEUU no se percibe ninguna conflictividad social por ello: el país más rico del mundo tiene un sistema sanitario propio de un país en vías de desarrollo. Es más, a menudo se bromea aquí con que si tienes una urgencia médica, es mejor pedir un Uber que una ambulancia.
Pero no pasa nada.
Otro ejemplo es lo que está ocurriendo con Venezuela. La crisis política que está erosionando a la Administración Trump no son los 95 asesinatos extrajudiciales ni la incautación de petroleros ni el cierre del espacio aéreo de otro país. Lo que está generando más tensión en el Capitolio es el hecho de que haya habido dos personas rematadas en alta mar.
Es decir, los 93 asesinados a la primera en el Caribe y el Pacífico no generan gran preocupación, pero los dos que fueron rematados sí merecen un reproche político a la Casa Blanca y el Departamento de Guerra. En todo caso, la principal reacción que está generando el asedio de Trump a Venezuela son las resoluciones de poderes de guerra promovidas por los demócratas progresistas en el Congreso, en ausencia de movilizaciones multitudinarias contra el despliegue militar sin precedentes de EEUU en la zona.
Museo de Historia y Cultura Afroamericana de Washington DC.
Estados Unidos vive desde su fundación esa paradoja de la libertad entre quienes la disfrutan y los oprimidos que la anhelan; entre quienes pueden pagar un seguro médico y quienes no tienen sanidad en el país más rico del mundo; entre los que ejercen la dominación sobre el resto y quienes la padecen; y entre quienes son multimillonarios y tienen a los políticos en sus bolsillos a través de la financiación de sus campañas y quienes alimentan a sus familias con subsidios.
Con esto ya lo dejo por hoy. Pasaré las Navidades en España, así que estaré unas semanas sin escribir estas crónicas. Nos reencontramos de nuevo por aquí el año que viene. Te deseo un muy buen fin de año y un muy feliz 2026.
Un saludo
Andrés