La ciencia de Mortadelo y Filemón: clones, trasplantes e inventos delirantes que han marcado a varias generaciones
Una exposición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) recopila los trabajos en los que Francisco Ibáñez puso a la ciencia y la tecnología como protagonistas desde la óptica del humor
Hemeroteca – Ibáñez, el dibujante que convertía a los lectores en amigos
Una máquina que genera un clon de Mortadelo con cuerpo de burro, un coche eléctrico que electrocuta a Filemón cuando introduce una varilla en su motor o un médico que trasplanta accidentalmente un cuello de jirafa a un señor que se parece mucho a Francisco Ibáñez. Es el contenido de algunas de las 39 portadas que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha recopilado en la exposición “La ciencia de Mortadelo y Filemón. Crónicas disparatadas de la investigación en España” con la que quiere aprovechar el tirón de los populares cómics en varias generaciones de lectores para llevar su labor científica a más gente.
El dibujante catalán, fallecido en 2023, recurrió con frecuencia a la ciencia y los avances tecnológicos para colocar a sus personajes en situaciones delirantes con las que despertar una carcajada. En sus cómics aparecen los primeros trasplantes de órganos, el mal de las vacas locas, la ingeniería genética, las especies invasoras y hasta la nanotecnología, siempre desde la óptica distorsionada del humor.
Esta selección de portadas desde 1975 hasta 2018 nos muestran cómo la ciencia se fue haciendo más presente en nuestra cotidianidad
“No estamos diciendo que Ibáñez fuera un intérprete de la ciencia ni que tuviera una dimensión educativa”, advierte Pura Fernández, vicepresidenta de Cultura Científica y directora de la Editorial CSIC. “Pero sí creemos que esta selección de portadas desde 1975 hasta 2018 nos muestran cómo la ciencia se fue haciendo más presente en nuestra cotidianidad”. A lo largo de los años, apunta Fernández, los personajes nacidos en 1958 pasan de una España autárquica y en un ambiente más cañí a un entorno más moderno y cosmopolita. Y esto se traslada a la forma en que Ibáñez trata la ciencia, como cuando pasa de hablar de una máquina de cambiar el clima (“El estropicio meteorológico”, 1987) a dedicar un número a “El cambio climático” (2021).
Portada de ‘Nuestro antepasado el mico’ (2010).
“Los personajes son igual de disparatados, pero la realidad del país va cambiando y tiene una dimensión ya más internacional que produce grandes contrastes”, explica Fernández. En una de las portadas que mejor recoge este cambio se ve a Filemón en Cabo Cañaveral, vestido de astronauta, y a Mortadelo con una boina y un chisquero, porque no ha entendido bien lo de vestirse para manipular cohetes. “Cuando le ves ahí, con la boina, te hace pensar en esa España de la que venían y el contraste con la España de Pedro Duque o Sara García”.
Obsesión por el científico loco
Buena parte de las historias relacionadas con la ciencia en Mortadelo y Filemón se vertebran en torno a uno de sus personajes principales, el profesor Bacterio, que responde al estereotipo de científico loco que siempre fascinó a Ibáñez. En 1961, mucho antes de iniciar las aventuras de la TIA, en los inicios de la famosa serie 13, Rue del Percebe, incorporó a un científico sádico, que tuvo que cambiar por un sastre por la presión de la censura. “Me obligaron a suprimir al científico del segundo piso, que era una especie de Frankenstein, porque decían que creaba vidas, y eso sólo lo podía hacer el Altísimo”, confesó el dibujante.
Portada de ‘Objetivo eliminar al Rana’ (1993).
El personaje del profesor Bacterio nació en uno de los números míticos de la saga, El sulfato Atómico (1969), en el que el científico crea un espray que agiganta a los insectos. A partir de ahí, con rasgos que recuerdan al Q de James Bond o al profesor Tornasol de Tintín, Bacterio se convirtió en el hilo conductor de cientos de historias, en las que crea brebajes que proporcionan la invisibilidad o sustancias como la elasticina, que vuelve elástico todo lo que toca, y la tergiversicina, que hace que todo funcione al revés.
“El profesor Bacterio ha sido un referente para todos los que luego hemos estado con la bata puesta trabajando en el laboratorio”, admite Carlos Briones, investigador del Centro de Astrobiología (CAB-INTA-CSIC). “Quienes lo leíamos de pequeños recordamos con enorme cariño aquellas historias en las que abundaban las sugerencias científicas y los reclamos tecnológicos”.
Cartel de la exposición.
En su novela Nocilla Experience, el escritor, físico y poeta Agustín Fernández Mallo incluye a un personaje llamado “profesor Bacterio”, un tipo que encadena discos duros de viejos ordenadores con un hilo de pescar y los sumerge en el océano para obtener una sustancia llamada informatina. Sin embargo, Fernández Mallo no cree que Bacterio sea un buen ejemplo. “Se podría citar como un caso simpático o anecdótico, pero desde luego no como el modelo de científico que requiere una sociedad hoy en día”, asegura.
Esto es algo de lo que son plenamente conscientes los organizadores de la muestra y que quieren aprovechar para hablar de cómo funciona la ética en investigación científica. “Obviamente, Bacterio representa todo lo que no se debe hacer en ciencia”, asegura Pura Fernández. “Trabaja a golpe de necesidad inmediata y urgente, sin condiciones de seguridad, sin ningún tipo de rigor y, por supuesto, sin ningún tipo de condicionamiento ni de preocupación ética. Y nosotros lo que queremos hacer con la exposición es demostrar que la ciencia debe ser todo lo contrario: responsable y colectiva”.
Ibáñez forma parte de una generación que vivió la ciencia como un recurso que se puede usar en los dos sentidos, para el bien o para el mal
“Ibáñez forma parte de una generación que vivió la ciencia como un recurso que se puede usar en los dos sentidos, para el bien o para el mal”, explica Jon Arrizabalaga, investigador de la Institución Mila y Fontanals (IMF-CSIC) que ha participado en la elaboración de la muestra. Sus historias sobre inventos disparatados y dispositivos absurdos han sido una de las primeras toma de contacto con el mundo científico-tecnológico de millones de españoles. “Quizá haya contribuido a despertar vocaciones científicas, aunque sea de esa manera tan disparatada”.
Portada de ‘El coche eléctrico’ (2013).
“Mortadelo y Filemón bien podrían haber sido contratados postdoctorales del CSIC y el superintendente Vicente se parece al jefe de mi departamento”, bromea Juan Pimentel, investigador del Instituto de Historia (CCHS, CSIC). En su opinión, las indagaciones habitualmente frustradas, chapuceras y cómicas de esta pareja tiene cierto parecido con la realidad. “Porque la vida del laboratorio es mucho más precaria, menos solemne e incluso mucho más divertida de lo que piensa la gente”, señala. “Ibáñez fundió el humor, la sociedad y la cultura de la España del tardofranquismo con la densidad y la ligereza que solo alcanzan los genios”.
La intención de los organizadores de la exposición es homenajear a la vez al talento de Francisco Ibáñez y a la comunidad científica y aprovechar la influencia que ha tenido en millones de lectores de todo el mundo para trasladar este mensaje. Hasta el 15 de febrero estará en el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla para viajar después durante dos años, 2026 a 2027, por las delegaciones y centros de divulgación del CSIC en toda España, así como por otros museos de ciencia. A través de códigos QR los visitantes pueden acceder a las investigaciones reales desarrolladas por el CSIC en las áreas científicas que reflejan las portadas de Ibáñez, así como al contenido de la web de la exposición.