España quiere un pisito en la calle Elfo
Alcalá Norte remata tres noches consecutivas en La Riviera de Madrid para poner un marco dorado color «peseta vieja» a los conciertos de uno de los mejores debuts de la historia del pop español. En el futuro próximo les espera un concierto en Barcelona y la venta de entradas para un ambicioso Palacio de Deportes en 2027, cuando ya exista un segundo disco
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En tres noches, Alcalá Norte (el grupo) metió más gente en La Riviera de la que cabe en Alcalá Norte (el centro comercial). Con este alarde se despide Madrid de la gira que ha sostenido uno de los álbumes debut más exitosos de la historia del pop español. Y no es el único: hoy, 23 de diciembre, se ponen a la venta las entradas para un concierto que no tendrá lugar hasta dentro de un año y tres meses. En el Palacio de los Deportes de la capital. No se puede picar más alto.
Cuando salió su primer disco, Alcalá Norte ya se había metido a la mitad de sus fans en el bolsillo de sus pantalones pitillo. Ni siquiera algunos cambios en su formación les hicieron perder el norte, más bien al contrario. Con más de 80 conciertos a sus espaldas, el arrebatador carisma de sus componentes encontró un público que miraba al barrio —sea cual sea— con los ojos empañados de orgullo.
Ese sentimiento, elevado al amor más puro, transpiraba anoche en La Riviera. Había amor en la bota de vino que el batería Barbosa lanzó a la gente, después de pegarle un trago. Había amor en las prendas de ropa que la audiencia les lanzaba. Había amor en el power ranger verde que salió al escenario a bailar breakdance con 420N. Había amor en las caras absolutamente felices de una masa negra que de golpe se bañaba en luz blanca. Había amor en la teclista Blanca de Diego, dibujando con su cuerpo una equis eléctrica mientras adoraba sus propias canciones. Había amor en esas gargantas madrileñas cantando los versos en catalán de Los chavales. Había amor en los músicos arrancando con delicadeza la cinta americana de los set list pegados al suelo, para repartirlos en primera fila. Había amor en las palmas de las manos extendidas hacia el escenario después de tres palmadas y tres sílabas bien marcadas: “¡Al-ca-lá!”. Y lo había, sin duda, en la mirada tranquila y sobria de Álvaro Rivas, que ya no era ausente o desafiante, como otras veces, sino absolutamente enamorada.
Rivas cantó La calle Elfo coronado con laureles (o similar), después de una verborrea tolkiana de Barbosa de la que no se entendió mucho pero dio lo mismo. El grupo ha puesto en el mapa una calle estrecha y oscura, una paralela a la calle Alcalá conocida si acaso por haber dado cobijo durante unos años a los estudios de Radio Carcoma, un viejo locutorio a pie de calle. En sus letras plagadas de mitología y nombres de filósofos, se cuela la vida de la que nunca nos zafamos, la de la duda, el dolor, la espera, la sed y la resaca.
Alcalá Norte en La Riviera, el 22 de diciembre de 2025
Para redondear la noche, antes de terminar con La vida cañón, una de esas canciones-manifiesto como pocas, capaz de unir a cinco generaciones en una, Barbosa hizo notar lo simbólico de tocarla este pasado lunes 22 de diciembre, día del sorteo de la Lotería de Navidad, al cumplirse 90 años de la aparición en la revista Mundo Gráfico de un reportaje en el que algunos currelas de la capital soñaban con cómo cambiaría su vida si les tocara el gordo. Se acabaría eso de ver el teatro y los toros en asientos baratos. Viajaría de verdad: a Soria y a Burgos. Se pegaría la vida cañón.
Ser fan de Alcalá Norte es pegarse la vida cañón sin que te toque la lotería.
De este apoteósico concierto, el público se lleva muchas cosas. Una chica se llevó el jamón del rasca y gana. Otros, puros lanzados por Jaime Barbosa. Y otros muchos se compraron a 30 euros la nueva edición en dorado “peseta vieja” que ha sacado el grupo de su disco homónimo, que al parecer es como siempre habían querido sacarlo: más noble, mejores calidades. Merece la pena. Para el niño y para la niña, para el abuelo y la abuela. Y, lo más importante, un collage de fotos de la historia de Alcalá Norte, que aún hay quien los llama emergente o revelación y llevan ya seis años de versos y bares.
La fiesta no acaba aquí. Los chicos de Ciudad Lineal se llevan sus historias, sus power rangers y sus vinilos peseta vieja a Barcelona dentro de un mes, el próximo 24 de enero en el Sant Jordi Club.