Los vecinos del ‘Mykonos español’ crean itinerarios para turistas: «Vivo de todo, incluso gente que bebió en mi terraza»

Los vecinos del ‘Mykonos español’ crean itinerarios para turistas: «Vivo de todo, incluso gente que bebió en mi terraza»

La belleza de este pueblo ficticio, con casas blancas y arquitectura laberíntica, atrae a casi 800.000 visitantes cada año, pero en invierno «apenas quedan 12 o 14» personas

Eivissa y Menorca reciben más visitantes que antes de la pandemia: “El turismo se acaba metiendo dentro de nuestras casas”

Decenas de ciudades del Mediterráneo están tomando medidas para limitar el impacto del turismo masivo. Desde 2024, la mítica Venecia cobra cinco euros por cada turista que quiere visitar la ciudad y mantiene prohibida la entrada al casco histórico a los no residentes en determinados momentos de la temporada de verano. En Dubrovnik, Croacia, está prohibido el desembarco de más de 4.000 turistas de crucero por día y existe un número máximo de buques por temporada. Incluso Formentera, gobernada por una coalición de mayoría conservadora-popular, limita el número de vehículos de alquiler turístico permitidos en la isla entre el 1 de julio y el 30 de septiembre de cada año. Las medidas son variadas y de distinto calibre, orientadas a morigerar distintas dolencias derivadas de la industria del turismo masivo. En Menorca, este tipo de medidas son una deuda histórica que no termina de concretarse. Sin embargo, un territorio situado en la costa sur de la isla ya ha impulsado sus propias iniciativas: la urbanización de Binibèquer Vell.

La zona, que es de carácter residencial, ha sido vendida por los turoperadores extranjeros y nacionales como el ‘Mykonos español’. El éxito de esta campaña de marketing, sumado a la belleza idílica de este pueblo ficticio fabricado en 1964 por el aparejador Antonio Sintes Mercadal y el arquitecto Francisco Juan Barba Corsini, ha tenido un boom en las últimas décadas y lleva a casi 800.000 visitantes a pasear por sus estrechas callejuelas cada año. Su arquitectura encalada y laberíntica, inspirada en los pueblos pesqueros mediterráneos, serpentea en el litoral sur de Menorca, ocupando apenas 8.000 metros cuadrados, donde se amontonan dos centenares de casas en las que viven 198 residentes. “En invierno apenas quedan 12 o 14”, confiesa un lugareño consultado por elDiario.es. Esta avalancha de visitantes ha obligado a tomar medidas: la zona cuenta con horarios de visita y, además, los vecinos están proyectando itinerarios para que los turistas recorran la urbanización.


La iglesia de la urbanización. Las calles, estrellas y serpenteadas, despiertan el interés de los turistas.


Un grupo de jóvenes disfrutan del viernes por la tarde.

Y es que casi un millón de personas paseando por un pueblito diminuto en el lapso de tres o cuatro meses incomodaría a cualquiera. Los residentes de Binibequer Vell han experimentado durante estos años todo tipo de situaciones surrealistas. “Hemos vivido de todo. Desde que se metan en tu terraza a beberse una cerveza o que se instalen en tus sillas privadas a mirar la puesta de sol, gente orinando donde no toca y hasta hacer botellón o dejar marcas en las paredes blancas” explica a elDiario.es María D., vecina de la urbanización, quien, de todas formas, reconoce que estas actitudes han ido disminuyendo. “Lo de los gritos y las fiestas ya no sucede tanto, es cierto que desde el año pasado han bajado mucho porque creo que al final la gente va tomando conciencia”, explica.

Ya en 2024 esta urbanización protagonizó un tira y afloja con el Consell Insular de Menorca a propósito de la falta de regulación institucional sobre los horarios de visitas de los turistas que cada temporada pasan por este pueblo emblemático. Desde la comunidad de propietarios insisten en que existía un convenio firmado por el cual la administración insular se comprometía a aportar recursos económicos para garantizar la limpieza del barrio, además de limitar los horarios de visitas entre las 10:00 y las 22:00 horas.

“Del convenio no sabemos nada, no nos han convocado a más reuniones para retomar el diálogo con el Consell Insular. Aunque es verdad que el horario se respeta, tanta gente visitando un espacio tan pequeño es difícil que no genere molestias”, sostiene un vecino a elDiario.es, mientras mira con preocupación los autobuses cargados con turistas que desde marzo llegan a la isla inaugurando tempranamente la temporada. Por su parte, desde el Consell Insular insisten en que “hubo una falta de interés en renovar el acuerdo al no cumplir los plazos, del mismo modo que se ha retrasado la justificación necesaria por parte de los propietarios y que se exige por convenio”.

‘Del convenio no sabemos nada, no nos han convocado a más reuniones para retomar el diálogo con el Consell Insular. Aunque es verdad que el horario se respeta, tanta gente visitando un espacio tan pequeño es difícil que no genere molestias’, sostiene un vecino a elDiario.es

Tres itinerarios para turistas

Oscar Monge, ex presidente de la Asociación de Propietarios de Binibèquer, destaca en diálogo con elDiario.es que, además de la limitación horaria, este año se está intentando consensuar una serie de itinerarios para que los turistas puedan seguir un camino sin acabar metidos en la casa de algún propietario por error, como ha sucedido en varias ocasiones, debido a la naturaleza intrincada y caótica de la arquitectura de la urbanización. “Con el Ayuntamiento de Sant Lluís y con el Consell Insular estamos tratando de crear caminos que eviten pasar por dentro del poblado. Sé que es un poco prueba y error y veremos que tal va este año y si se extiende por otros años más”, comenta.

Según ha podido averiguar elDiario.es, la planificación conjunta entre vecinos y administraciones ha llegado a acordar tres itinerarios por los que podrán transitar libremente los visitantes al menos durante este 2025. El primer camino cruzará todos los pasadizos internos de la urbanización, el núcleo del barrio, y pasará por el campanario finalizando en el paseo costero –uno de los espacios más problemáticos debido a su vista panorámica ideal para ver las puestas de sol–. “La zona costera a partir de ahora únicamente se utilizará como salida para evitar concentraciones”, explican desde la asociación. Por otro lado, el segundo itinerario comenzará desde el pequeño muelle casi a pie de mar y cruzará la zona expedita cuyo acceso estará a partir de ahora vetado, ya que se trata de una zona de difícil acceso y escalones desiguales que pueden provocar resbalones. El tercer y último camino está diseñado para los turistas que llegan desde la zona de Binisafúller y ofrecerá un recorrido pausado por todo el asentamiento pero sin internarse en el pueblo propiamente. 


Un cartel con uno de los itinerarios ideados por los vecinos.

Richard White y su esposa Rebecca peregrinan religiosamente desde su Birmingham natal hacia Menorca todos los veranos desde hace muchas décadas y cada año vienen a visitar el poblado de pescadores de Binibèquer Vell. “Creo que está bien que se pongan límites, a veces hay gente que se descontrola, sobre todo los más jóvenes”, explica Richard. Esta pareja de turistas británicos se confiesan “enamorados” de Menorca. Sobre los 800.000 visitantes de cada año en este pueblo se confiesan sorprendidos. “¿Tanta gente? ¡Guau! Es verdad que se nota que hay más gente últimamente. Nosotros venimos cada año al mismo restaurante y hemos notado que ahora está mucho más difícil conseguir mesa incluso para quienes venimos cada verano. De todas formas, el pueblo y la gente de aquí siempre se mantiene abierta y con ganas de recibirnos, eso no ha cambiado”, explica él mientras esperan su turno para comer en uno de los míticos restaurantes que atiende a la larga cola de turistas que ya abarrotan el lugar desde la mañana.

Está bien que se pongan límites, a veces hay gente que se descontrola, sobre todo los más jóvenes. ¿Viene tanta gente? ¡Guau! De todas formas, el pueblo y la gente de aquí siempre se mantiene abierta y con ganas de recibirnos, eso no ha cambiado

Richard White
Turista


Un grupo de visitantes disfrutan de la primavera en Menorca.


Las terrazas de la urbanización, que recibe a casi 800.000 visitantes cada año, ya están llenas.

Los vecinos no quieren cobrar entrada

Desde la Asociación de Propietarios insisten en que, más allá de algunos visitantes con poco apego a la higiene o con demasiadas copas encima, en general la actitud de los visitantes desde el año pasado está siendo “un poco más moderada”. Monge, por su parte, lo atribuye al impacto de las campañas de concienciación que hicieron los vecinos en los medios de comunicación durante 2024. “Efectivamente, yo creo que el año pasado sí se notó un cambio, supongo que también hubo mucha presión mediática y la gente llegó con algo más de respeto. Aunque la administración pública lo tomara como un ataque, la gente lo recibió bien y ahora cuando entran lo primero que oyes es un sshhhh e intentan hacer silencio”, comenta.

Por último, algunos vecinos señalan que aún falta coordinación y respaldo de las instituciones para, por ejemplo, delimitar los nuevos itinerarios y acordonar las zonas prohibidas al paso, garantizar la limpieza y formar a guías turísticos acreditados, además de, claro, hacer cumplir los horarios de visita con firmeza. “La administración francamente parece haberse olvidado de este lugar, a pesar de que Binibeca Vell es uno de los principales focos de atracción de Menorca. Este pueblo es parada obligatoria para cada persona que visita la isla. Mejorar la relación entre los vecinos y los visitantes potenciaría este espacio como polo turístico, en lugar de abandonar a los propietarios a su suerte y forzarnos a que haya situaciones desagradables con los visitantes”, señala un vecino. “Siento que de alguna manera el Consell Insular lo que busca es que decidamos cerrar el espacio, privatizarlo de alguna manera para que la gente no venga y terminemos cobrando entrada, lo cual para nosotros es totalmente injusto. No queremos ser un barrio cerrado. La disposición de la junta de vecinos no es esa”, expresa.