
Pagar un festival a plazos o pedir un minicrédito para ir de vacaciones: la era del “disfruta ahora y paga después»
Las compras fraccionadas se han extendido a todo tipo de comercios, desde gigantes ‘online’ como Amazon o Shein, a tiendas físicas de cosmética o plataformas de venta de entradas: «La mayor parte del marketing está enfocado a generar compras impulsivas y ofrecen una alternativa de financiación para que el dinero no sea un problema»
“Ahora me siento menos agotado”: cinco personas nos cuentan qué les funciona para usar menos el móvil
Hace dos años, el Banco de España advirtió en su blog de los peligros económicos que conlleva pagar a plazos cualquier cosa, desde un sofá a una barra de labios. Con tono coloquial –y puede que con un punto de regañina– le habló directamente al lector: “Caíste en la tentación y llegas a la caja cargado de prendas. Piensas que quizá no debiste haber cogido los últimos pantalones… Pero en la caja te ofrecen una solución rápida: ‘compra ahora y paga después”. Desde entonces, esa modalidad de adquisición se ha popularizado aún más: ahora se pueden fraccionar las compras tanto en grandes superficies online como Amazon o Shein, como en tiendas físicas de cosmética o en plataformas de venta de entradas —cerca del 60% de los asistentes a Coachella esta última edición se costearon su fin de semana de festival con un plan de pago—. El BNPL (siglas de Buy Now Pay Later, “compra ahora y paga después” en inglés) está a la orden del día.
El método no es nuevo. Hace muchas décadas que productos caros pero duraderos como electrodomésticos, muebles o coches se pueden comprar a plazos y que empresas como El Corte Inglés permiten financiar las adquisiciones con su tarjeta corporativa. Estas cosas podrían considerarse de primera necesidad (toda casa requiere una nevera y una cama), así que correr el peligro de endeudarse cuando no se tiene el monto total quizá está justificado, pero ese concepto se ha dilatado con los años: ahora una crema, un masaje o un viaje pueden ser necesarios para sobrevivir en el turbocapitalismo.
Por ejemplo, según la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del año 2024, cuyos resultados se publicaron en febrero de 2025, el 33,4% de la población no se pudo permitir ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año (0,3 puntos superior a 2023). Pero en conjunto, los residentes en España realizaron 184,4 millones de viajes durante ese mismo año (solo 0,8 % menos que en 2023). ¿Significa esto que todas esas personas tenían dinero de sobra para costearse desplazamientos, alojamientos y demás gastos derivados? Por supuesto que no, pero para eso existen los préstamos al consumo, las tarjetas y los servicios de BNPL.
Se nos ha inculcado la idea de que vacacionar equivale a viajar, y que quedarse en casa es casi una derrota personal
Anna Pacheco, autora del ensayo sobre las condiciones laborales en los hoteles de lujo Estuve aquí y me acordé de vosotros (Anagrama, 2024), afirma que la industria del turismo ha conseguido redefinir las vacaciones. “Se nos ha inculcado la idea de que vacacionar equivale a viajar, y que quedarse en casa es casi una derrota personal. En función de tus recursos puedes aspirar a un tipo de viaje u otro, pero no viajar parece fuera de toda consideración”, reflexiona. “La presión es enorme, como si no descansar a través del consumo fuera una anomalía peligrosa”. Esta idea influye también en las personas que no se pueden permitir esas vacaciones porque esta industria “también moldea sus deseos, frustraciones y expectativas”, detalla.
Felipe, de 47 años, no quería perderse el campeonato de España de baloncesto en el que el equipo de su hijo se había clasificado. Para él suponía un esfuerzo económico importante así que pidió una tarjeta de crédito con un límite de 3.000 euros. Y pese a que ya tenía otras tarjetas “reventadas”, dice a elDiario.es, el banco tardó muy poco en concederle una nueva. Este préstamo se puede reembolsar de dos formas: pagando toda la cantidad utilizada al final de mes sin intereses o de manera fraccionada, que es cuando empieza la fiesta. “Lo pagas mensualmente con una cuota mínima de unos 80 euros hasta lo que quieras. Yo elegí la cuota mínima, me fundí los 3.000 euros y ahora estoy pagando 100 euros al mes con sus intereses”, sostiene. Pero el crédito que recupera se lo vuelve a gastar de inmediato porque necesita el dinero. “No sé si en esta vida me quitaré esa deuda”, sostiene.
El pasado enero, Rodrigo decidió usar las dos semanas de vacaciones que tenía para cumplir su sueño: ir a Islandia. Es un destino muy caro, así que también solicitó una tarjeta de crédito que su banco le concedió sin problemas. En total se gastó 2.000 euros y ha fraccionado el pago en 12 cuotas. Tanto él como Felipe han usado la tarjeta para adquirir otras cosas: Rodrigo una nevera y una lavadora, Felipe una cámara para grabar los partidos de su crío. “Es algo no esencial, pero que a mí me da la vida. Se me había roto la anterior, así que son otros 2.000 euros para pagar a plazos”, apunta el segundo.
Marta usó el mismo método para viajar hasta Yangon, capital de Myanmar, ya en 2017. Su hermana estaba de vacaciones allí y ella tenía muchas ganas de ir, así que pagó con tarjeta de crédito un vuelo de 1.200 euros que devolvió en seis meses con cuotas de 200 euros. “No fue por comodidad, ya que prefiero pagar las cosas del tirón siempre, sino porque no tenía el dinero. Mi sueldo en ese momento no era muy alto pero no quería renunciar a esa experiencia”, sostiene. Desde entonces, no ha vuelto a comprar nada más a plazos porque no lo ha necesitado pero asegura que, si se diese el caso, lo volvería a hacer.
Otros nuevos esenciales
Hace ya tiempo que los precios de los eventos musicales —festivales o conciertos de artistas ‘llena estadios’ sobre todo– están lejos de ser populares, y aun así se venden más. Por ejemplo, las entradas de los doce conciertos que Bad Bunny dará en España en 2026 van desde 73,30 euros hasta 143,30 euros (más los gastos de gestión). Eso sí, se pueden pagar a plazos, lo mismo que los abonos a festivales como el Cruïlla o el Primavera Sound. Este último ofrece el servicio desde el año 2013 en acuerdo con la plataforma Kaboodle.
Los importes de los abonos para el evento barcelonés van desde los 135 de la entrada de un día hasta los 545 euros del abono VIP. Según la organización, el porcentaje de las compras a plazos ronda el 12%, aunque en esta edición han percibido un ligero aumento. El abono ‘normal’, que cuesta 350 euros y da acceso a los días del festival sin extras, es el que más se vende por este método “a muchísima distancia de cualquier otro producto”, explican desde la organización a elDiario.es. “El motivo es que es, también a mucha distancia, el tipo de entrada que más vendemos. Somos un festival especialmente ‘abonero’, se venden pocas entradas de día en comparación con quienes optan por adquirir el abono completo”, desarrollan. El perfil medio del pagador a plazos coincide con el del asistente. “Estamos hablando de un público joven, mayoritariamente entre los 25 y 29 años, con una distribución muy paritaria entre hombres y mujeres”, comentan.
El cartel es increíble, van nuestros artistas favoritos y no nos queríamos perder la oportunidad de ir por no tener todo el dinero ahorrado de golpe. Entonces preferimos pagarlo a plazos
Andrea tiene 25 años y va a ir con su novia al Primavera Sound el próximo mes de junio. Las dos han optado por pagar su abono –básico, no VIP– de forma fraccionada porque es la única manera de la que se lo pueden permitir. “El cartel es increíble, van nuestros artistas favoritos y no nos queríamos perder la oportunidad de ir por no tener todo el dinero ahorrado de golpe. Entonces preferimos pagarlo a plazos”, explica. Solo lo ha hecho porque tiene la seguridad de que va a poder cumplir con las cuotas: “Si no, no creo que me hubiera metido en nada de esto”, reflexiona.
Pero no solo los jóvenes fraccionan sus pagos ‘de ocio’ aunque las miradas se dirijan automáticamente a ellos cuando se trata de este tema. El ciclo BCN Clàssics, que ofrece una programación anual de conciertos en el Palau de la Música, l’Auditori de Barcelona y el Gran Teatre del Liceu, oferta la posibilidad desde que nació en el año 2016. Se puede pagar en dos tandas tanto el paquete completo de diez entradas como uno de cuatro. “Si se adquiere un abono de toda la temporada es bastante dinero de una vez, aunque es un coste muy válido para la programación de música clásica sí que asciende a una cantidad que puede resultar relevante para muchos”, informan. “Además, también permite que la renovación de los abonos sea automática año tras año, pues ya se dispone de los datos de los abonados”.
El número de compradores que decide dividir el pago es bastante notable: del total de abonados a toda la temporada es el 50% y en el caso de abonos más pequeños, que no son tan caros, es el 20%. Precisamente, el público no tiene nada que ver con el del Primavera Sound: “La mayoría de asistentes que pagan a plazos, igual que el resto de abonados, son 50% hombres y 50% mujeres, mayoritariamente de la ciudad de Barcelona y mayores de 60 años”.
Vístete ahora, págalo luego
“No estoy nada acostumbrada ni a pagar maquillaje ni ropa pero tengo muchas amigas que pagan un montón de cosas a plazos. Por ejemplo con PayPal, que creo que ahora se ha extendido muchísimo el uso de esta aplicación”, explica Andrea. Otra de las plataformas más populares, presente en comercios online como Shein o Temu, es la sueca Klarna, que llegó a España en 2020 y ya tiene más de 1,5 millones de usuarios. Con ella, los importes se pueden dividir en tres ‘cómodas’ cuotas.
La mayor parte del marketing está enfocado a generar compras impulsivas y ofrecen una alternativa de financiación para que el dinero no sea un problema
May, de 22 años, eligió financiar una compra de 60 euros en ropa (no especifica la marca). Además, también adquirió una “tablet para poder estudiar, que fueron 220 euros en cuatro plazos de 55 euros. Lo escogí así porque, aunque tenía el dinero, no quería gastármelo todo de golpe. Prefería pagar un poquito cada mes y ahorrar lo que me quedaba a final de cada mes”, especifica. La palabra ‘ahorro’ también aparece en el testimonio de Marina, que fraccionó en seis cuotas el pago de su iPhone de 1.119 euros. “Mi contrato de trabajo es de seis meses, entonces quería tenerlo pagado antes de que finalice por si acaso no me renuevan. No me costó pagarlo porque siempre ahorraba lo justo para tener el dinero suficiente a final de mes”, afirma.
Para Elisabet Ruiz Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa en la Universitat Oberta de Catalunya e investigadora del grupo Digital Business Research Group (DIGBIZ), ese planteamiento es el opuesto al que los profesionales del sector recomiendan: “Primero hay que ahorrar y después con lo que nos queda, vivir”. “La mayor parte del marketing está enfocado a generar compras impulsivas y ofrecen una alternativa de financiación para que el dinero no sea un problema”, desarrolla la experta y señala el peligro de que la deuda se descontrole porque “si empiezas a fragmentar pagos, al final llega un momento que ya no sabes cuántos recibos te van a llegar ni en qué día”.
De hecho, en TikTok es fácil encontrar vídeos de usuarias que se muestran arrepentidas del dinero que deben por comprar en Klarna o Scalaplay, otras que advierten del peligro de usar estas plataformas y algunas hacen bromas con títulos como ‘Yo haciendo de todo menos pagarle a Klarna lo que le debo’. “Nos estamos pareciendo más a la sociedad americana donde los niveles de deuda son elevadísimos. Leí hace poco una estadística que decía que el 70% de los millennials viven de nómina en nómina. A final de mes se quedan a cero y al siguiente mes vuelven a gastar todo”, advierte Elisabet Ruiz y explica que no es solo un problema de ingresos sino que también interviene la organización de la vida.
La investigadora apunta que se trata de una carencia de competencias financieras, que no solo se da en España sino que es a nivel global. “Es cierto que no acompaña nada que los precios hayan subido tanto, que los salarios sean tan bajos y que el inmueble sea tan caro porque son unas circunstancias de entrada que te condicionan muchísimo. Pero no solo la gente con pocos ingresos se pasa la vida tapando agujeros, hay gente que no tiene un salario tan bajo y tiene la misma dinámica porque no hay una planificación. Si hubiese educación financiera, la gente gastaría y ahorraría de un modo distinto a lo que están haciendo ahora. Hay que pensarlo”, concluye.