La doble cara de la revolución de la IA: la tecnología más accesible de siempre, pero más concentrada que nunca

La doble cara de la revolución de la IA: la tecnología más accesible de siempre, pero más concentrada que nunca

Dos informes revelan cómo la misma tecnología que promete democratizar la innovación está consolidando el dominio de las grandes tecnológicas

La inteligencia artificial ya se usa para coaccionar gobiernos. ¿Estamos preparados?

La inteligencia artificial es la tecnología de más rápida adopción de la historia. Está empezando a producir cambios estructurales en el empleo, la educación o la sanidad. Ha generado ingentes inversiones por parte de las empresas más ricas del mundo, haciendo que su eficiencia en costes suba rápidamente y que el acceso a ella se abarate para usuarios y desarrolladores. Las grandes potencias la consideran una palanca geoestratégica, lo que ha derivado en un esfuerzo global en su desarrollo y contribuido a cerrar la brecha entre los modelos más avanzados y las alternativas más pequeñas.

Sin embargo, todo esto está provocando que surjan iniciativas que aspiran a remodelar las bases sociales y económicas utilizando la IA como justificación. Esto incluye un desmantelamiento del gobierno que ya ha empezado en EEUU y la rapiña de datos personales y creaciones intelectuales. El puñado de empresas con el músculo para desarrollar IA puntera y construir la infraestructura necesaria, por su parte, está utilizando esa capacidad como filtro anticompetencia, para concentrar aún más su poder y para saltarse sus compromisos de sostenibilidad, agravando la crisis climática.

Son las dos caras de la revolución de la inteligencia artificial 30 meses después de que el mundo ocupara la casilla de salida, marcada por la irrupción de ChatGPT. Dos informes publicados esta semana ilustran esta dicotomía, en la que una misma tecnología representa el mayor motor de progreso y, al mismo tiempo, como fuerza desestabilizadora de la democracia y el estado del bienestar. Ambos diagnósticos coinciden en la magnitud del cambio, pero discrepan radicalmente en su dirección.

Una revolución a toda velocidad

El primero en aparecer fue el informe Tendencias, cuya autora principal es Mary Meeker. Apodada la “Reina de Internet” a principios de siglo, es una influyente inversora de capital riesgo estadounidense, reconocida por ser una de las analistas de referencia en el auge de las puntocom y la revolución digital. Meeker publicó informes anuales sobre las principales tendencias de Internet desde 1995 y fueron considerados como la “biblia” para inversores y líderes tecnológicos. En 2019 dejó de elaborarlos, pero este 2025 ha vuelto con una edición centrada en la inteligencia artificial.

La expresión “sin precedentes” se repite en 51 de las 340 páginas del informe. “El ritmo y alcance del cambio relacionado con la evolución de la tecnología de inteligencia artificial es realmente sin precedentes, como respaldan los datos”, refiere, apoyada en cientos de gráficas. Estas muestran cómo a la IA le tomará solo tres años alcanzar el 50% de penetración en los hogares de países desarrollados, por los seis años que tardó el Internet móvil, los 12 de años del Internet de escritorio o los 20 años del PC.

El ritmo y alcance del cambio relacionado con la evolución de la tecnología de inteligencia artificial es realmente sin precedentes

Además, a diferencia de esas tecnologías, donde hubo una brecha de desarrollo muy grande entre EEUU y el resto del mundo, con la IA la implantación está siendo mucho más uniforme. Esto se está consiguiendo con una accesibilidad económica apoyada en la caída drástica del coste por inferencia (una consulta a ChatGPT, por ejemplo), de un 99,7% en dos años.

“Lo que antes era prohibitivamente caro para todos excepto las empresas más grandes, ahora está al alcance de desarrolladores independientes, creadores de aplicaciones, investigadores con un portátil y empleados de pequeños negocios familiares”, dicen Meeker y su equipo.

Lo que antes era prohibitivamente caro para todos excepto las empresas más grandes, ahora está al alcance de desarrolladores independientes, creadores de aplicaciones, investigadores con un portátil y empleados de pequeños negocios familiares

Esta explosión del negocio de la IA está redefiniendo el panorama empresarial, impulsando ingresos récord y atrayendo inversiones masivas. En 2024, Microsoft superó los 13.000 millones de dólares en ingresos anuales por productos de IA, un 175% más que un año antes. OpenAI, por su parte, experimentó un salto aún mayor, con un aumento del 1.050% en ingresos, mientras que Anthropic (financiada por Google y Amazon) multiplicó por 20 sus ingresos anualizados en solo 18 meses, llegando a los 2.000 millones.

“A nivel de plataforma, la proliferación de modelos ha generado un nuevo tipo de flexibilidad. Los desarrolladores ahora pueden elegir entre docenas de opciones –ChatGPT de OpenAI, Llama de Meta, Mixtral de Mistral, Claude de Anthropic, Gemini de Google, Phi de Microsoft, entre otros–, cada uno de los cuales destaca en distintos dominios”, desglosa el informe. Una “pluralidad de opciones” que “está empoderando a una nueva ola de creadores para elegir el modelo que mejor se ajuste a sus necesidades técnicas o financieras”.

Cada ola de actividad de desarrolladores reduce la fricción para la siguiente, comprimiendo el tiempo desde la idea hasta el prototipo, y del prototipo al producto

El dinamismo se extiende también a startups especializadas: Anysphere Cursor AI escaló de 1 a 300 millones de dólares en ingresos recurrentes anuales en apenas 25 meses, y Harvey pasó de 10 a 70 millones en solo 15 meses. Según los datos que glosa el equipo de Meeker, las 100 principales empresas de IA en 2024 están alcanzando los 5 millones de ingresos un 35% más rápido que las principales firmas de software en 2018.

Ganancias que están impulsando una inversión sin precedentes. Las seis grandes tecnológicas de EEUU —Apple, Nvidia, Microsoft, Google, Amazon y Meta— dispararon un 64% su gasto de capital en 2024, alcanzando los 212.000 millones de dólares. La intensidad de esta inversión queda reflejada en la evolución del porcentaje de ingresos que utilizan en financiar despliegues de IA: ha pasado del 8% hace una década al 15% en 2024, con un ritmo de crecimiento anual del 21%. Amazon Web Services, por ejemplo, ha dedicado hasta el 49% de sus ingresos a este fin, frente al 4% que registró en 2018.

“Lo que está surgiendo es un círculo virtuoso de crecimiento en infraestructura liderada por desarrolladores”, defiende la analista, destacando que “a medida que más desarrolladores crean aplicaciones nativas de IA, también generan herramientas, envoltorios y bibliotecas que facilitan el camino para otros”.

“Cada ola de actividad de desarrolladores reduce la fricción para la siguiente, comprimiendo el tiempo desde la idea hasta el prototipo, y del prototipo al producto”, enfatiza: “Esto ya no es simplemente un cambio de plataforma. Es una explosión de creatividad”.

Con un destino incierto

Casi a la vez que la “Reina de Internet” volvía con un informe repleto de gráficas ascendentes, el AI Now Institute publicaba también su análisis anual sobre el estado de esta tecnología. Fundado en 2017 por Kate Crawford –académica australiana reconocida por su trabajo sobre las implicaciones sociales y políticas de la inteligencia artificial, miembro del comité de expertos que asesora al Gobierno español– y Meredith Whittaker –presidenta de la Fundación Signal y especialista en tecnologías de vigilancia– es una de las instituciones más críticas con el actual desarrollo de la IA.

“La IA es fundamentalmente una concentración de poder en manos de las grandes empresas tecnológicas”, resume el análisis de este año. El informe sostiene que, aunque inicialmente se esperaban cambios en el sector digital con nuevos competidores como OpenAI y Anthropic, el panorama de los actores clave no ha cambiado mucho: Microsoft, Google, Meta, xAI de Musk, OpenAI (respaldada por Microsoft), y Anthropic (respaldada por Amazon y Google) siguen dominando.

La IA es fundamentalmente una concentración de poder en manos de las grandes empresas tecnológicas

Además, ahora lo hacen con la carta de “demasiado grandes para caer” a su favor. Esta consiste que, si bien estos gigantes están haciendo una ingente apuesta para que la revolución de la IA salga adelante, también hace el Gobierno haya empezado a considerar “un asunto de seguridad nacional” la necesidad de que tengan éxito. Esto conduce a beneficios regulatorios y subvenciones masivas, como el plan de inversión de 500.000 millones de dólares en infraestructura de IA de Donald Trump.

“Empresas como Microsoft, Google y Meta necesitan que la IA sea rentable porque han financiado el auge de la IA —en órdenes de magnitud mucho mayores que el capital de riesgo tradicional— impulsando las valoraciones de startups que están lejos de demostrar el tipo de rentabilidad que los inversores tradicionales buscarían”, advierten.

Empresas como Microsoft, Google y Meta necesitan que la IA sea rentable porque han financiado el auge de la IA en órdenes de magnitud mucho mayores que el capital de riesgo tradicional

El AI Now también se hace una pregunta fundamental: ¿cuánto está mejorando la vida de las personas este tipo de desarrollos? “En la práctica la IA se despliega constantemente de formas que empeoran la vida cotidiana de las personas, sus condiciones materiales y su acceso a oportunidades, y fortalecen a los sistemas que la incorporan”, denuncian. Ponen como ejemplo el sistema que Trump está implantando para vigilar a los migrantes.

Pese al entusiasmo que rodea a la inteligencia artificial, las expertas advierten sobre los fallos fundamentales en los sistemas actuales, como las llamadas “alucinaciones” (información falsa presentada con confianza como si fuera cierta), filtraciones de datos y sesgos discriminatorios heredados del entrenamiento. Estos problemas se agravan con la escala y contrastan con los beneficios prometidos, que muchos consideran exagerados y aún no demostrados.

En la práctica la IA se despliega constantemente de formas que empeoran la vida cotidiana de las personas, sus condiciones materiales y su acceso a oportunidades, y fortalecen a los sistemas que la incorporan

“Por un lado, la oligarquía tecnológica ha desplegado con éxito la ‘IA’ —como término de marketing estratégico y como conjunto de tecnologías de automatización— para cimentar y aumentar su poder. Al mismo tiempo, este poder está enormemente inflado, es contingente y está a punto de ser perturbado”, concluyen: “Enfrentarse a la doble realidad de cómo los que tienen el poder han desplegado sistemas de IA para causar daños significativos y, al mismo tiempo, exponer las formas en que este poder puede y debe ser desbaratado es el trabajo central de este momento”.

La dicotomía se hace visible cada día. Mientras cualquier estudiante puede ahora acceder a modelos de IA que hace dos años eran herramientas exclusivas, las decisiones sobre qué puede hacer con esa tecnología las toman un puñado de ejecutivos en Silicon Valley. Cada nueva funcionalidad que democratiza el acceso también genera datos que refuerzan el dominio de quienes controlan la infraestructura. La revolución de la IA no ha resuelto la tensión entre accesibilidad y control que heredó de Internet. La ha convertido en su característica definitoria.