El silencio no es una opción

El silencio no es una opción

Los de Feijóo llevan la delantera a un Sánchez sin relato en el escándalo Leire Díez. Basta con leer los principales diarios, escuchar las diferentes emisoras o prestar atención a lo que se dice en las tertulias para comprobar cuál es el mensaje dominante, a pesar de que Aldama no es una víctima como pretenden mostrarnos algunos y quienes le dan voz tampoco son seres de luz

Leire Díez presentó a Dolset en Ferraz para ofrecer un supuesto escándalo en la causa de los ERE que el PSOE desechó

Los principales actores de la conversación pública se dividen hoy entre quienes creen que la ex militante socialista Leire Díez es una don nadie con aires de grandeza y conspiranoides que ha metido en un gran lío al PSOE por sus tejemanejes con un grupo de empresarios metidos a investigadores y quienes defienden con pasmosa soltura que era una enviada del socialismo o incluso del propio Pedro Sánchez para dinamitar la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO).

Los primeros otorgan cierta credibilidad a la que también fue alto cargo de Correos y los segundos defienden a pies juntillas la palabra del comisionista e imputado en la trama de los hidrocarburos, Víctor de Aldama. No hay matices ni medias tintas, pero sí verdades a medias, falsedades flagrantes y mentiras pasmosas.

Aquellos que exigen explicaciones, identifican a cada uno de los personajes turbios de esta historia de mangantes y torrentes y tratan de poner algo de luz entre tanta oscuridad y tanta basura son tildados en el mejor de los casos de tibios o equidistantes. Y los que desde la derecha política y mediática, acostumbrados a chapotear en las cloacas de la llamada policía patriótica o han construido titulares a toda página con informes falsos, testimonios ficticios o investigaciones ilegales son los que dominan el relato.

Sin duda, van ganando los que están convencidos de que el Gobierno es una mafia, aunque no utilicen la misma expresión que ha acuñado Feijóo para llamar a “los españoles de bien” a salir a la calle para “echar a Sánchez de La Moncloa”. Se da la circunstancia de que a estos “españoles de bien” se han sumado, aunque no les veremos en la cabecera de la manifestación del próximo domingo junto a Feijóo, Rajoy, Ayuso, Aguirre y Aznar, algunos socialistas que la derecha considera del PSOE moderado y que ya están organizados para un supuesto “rearme moral”. No es cuestión de moralidad, sino de revancha porque algunos de los integrantes de esta supuesta célula proactiva estuvieron en el bando perdedor de las primarias a cara de perro que libraron Susana Díaz y Pedro Sánchez. Ni perdonan ni olvidan, aunque la memoria les flojee cuando hablan de los tiempos pasados y la supuesta ausencia de Aldamas o Leires. Ni el socialismo antaño era un ser de luz ni el de ahora es una organización criminal o una banda de forajidos.

Sin embargo, para desgracia del Gobierno y de Pedro Sánchez controlan el relato, lo que significa llevar la iniciativa en la construcción y difusión del mensaje. No se trata sólo de difundir información, sino de tejer una narrativa que se imponga en la conversación pública. En los medios, en el Parlamento, en las tertulias y en la calle. Y en este barrizal en el que se ha convertido la política, los de Feijóo llevan la delantera en el escándalo de la ya ex militante socialista Leire Díez. Basta con leer los principales diarios, escuchar las diferentes emisoras de radio o prestar atención a lo que se dice en las tertulias televisivas, para comprobar cuál es el mensaje dominante, a pesar de que Aldama no es una víctima como pretenden mostrarnos algunos y quienes le dan voz tampoco sean seres de luz.

Que el PSOE no haya dado explicaciones sobre las intrigas de Leire Díez, que no la expulsara del partido el primer día que se conocieron sus delirantes ofertas de impunidad a delincuentes de todo pelaje y que haya recibido información de terceros sobre supuestos delitos cometidos desde las más opacas estructuras del Estado que aún persisten en España no quiere decir que sus dirigentes hayan cometido algún delito. Al menos, hasta dónde hoy sabemos. Lo que subyace en todo caso es que Sánchez tiene un grave problema y no sólo mediático -como acostumbran a quejarse los socialistas- sino más bien político. No hay en Ferraz -y quizá tampoco en Moncloa- alguien capaz de construir un relato que sin duda lo hay sobre este esperpento en el que políticos, empresarios, policías, medios de comunicación y hasta miembros de la judicatura están interesados en que prevalezca un pozo de inmundicia insoportable relacionado con el Gobierno cuando en realidad el detritus al que asistimos, sí, es el que operaba en el último gobierno de Rajoy y, sí también, el actual Ministerio del Interior no ha podido o no ha querido acabar con ello.

El silencio esta vez no es una opción ni una muestra de resiliencia. Si además es resistente e inexpugnable, se convierte en un poderoso instrumento de autodestrucción porque rara vez vence a las narrativas difamatorias y apocalípticas.