Ratas (de cloaca) peleando por un churro

Ratas (de cloaca) peleando por un churro

No olvidemos que, más allá de complicidades políticas y periodísticas, las ratas buscan siempre su propio interés: salvar el culo, librarse de procesos penales, conservar su fortuna, sacar dinero, comerse el churro. Y quien se relaciona con ellas o les compra la mercancía, acaba llevándose un mordisco

Tanto hablar de fontaneros (hasta ha protestado una asociación profesional, ofendidos), y se nos olvida que el principal habitante de las cloacas no es el fontanero, sino la rata. No hablo de esos animalitos repugnantes que corretean por descampados, parques y contenedores de basura, sino otra especie más dañina: la rata de cloaca. Este artículo hay que leerlo con locución y música de documental de La 2.

Extendida por todo el planeta, la rata de cloaca parece haber encontrado un hábitat especialmente favorable en la democracia española. Su pelaje es variado: policías, empresarios, abogados, periodistas y políticos, mezclándose con promiscuidad. Escurridiza, con gran capacidad de adaptación y habilidad para moverse en la oscuridad, la rata de cloaca suele almacenar en su madriguera información comprometedora, que no duda en usar para chantajear, extorsionar y obtener beneficios económicos o judiciales. Muy dañina y transmisora de enfermedades democráticas, la rata es un animal agresivo, por lo que son frecuentes los conflictos entre individuos de la misma especie, llegando al canibalismo. La mayoría termina atrapada y en la cárcel, desde donde a veces sigue actuando.

En los años noventa España sufrió una importante plaga que casi devora la democracia. Por aquellas alcantarillas circulaban dossiers, cintas de vídeo, teléfonos pinchados, fotos íntimas y cuentas bancarias que afectaban a numerosos personajes públicos, del rey abajo. En tiempos más recientes las ratas colonizaron los cuerpos policiales, de donde no parece que hayan sido erradicadas del todo. Los más viejos del lugar recordarán ejemplares de gran tamaño que fueron especialmente ponzoñosos: empresarios caídos en desgracia como Mario Conde y Javier de la Rosa; policías con negocios propios como Villarejo; espías traidores como Perote, que se fue del entonces CESID con toneladas de material sensible…

Siempre que aumenta la temperatura política, la rata de cloaca sale a la superficie y causa grandes destrozos. Lo vemos estos días con varios ejemplares que corretean por juzgados, sedes de partidos, ruedas de prensa, y muy especialmente platós de televisión, pues los medios han encontrado un filón en estos animalejos. A veces con escenas tan chungas como la de este miércoles, con el turbio Aldama acosando a la turbia Leire Díez y casi llegando a las manos con el no menos turbio Pérez Dolset, en una escena que recordaba a aquel vídeo-meme de “dos ratas peléandose por un churro con música de fondo de Linkin Park”, un clásico de internet que alguna vez habrás visto.

Las ratas de hoy parecen aficionadas de medio pelo comparadas con las ratas de cloaca de otras épocas; pero no las minusvaloremos, que pueden hacer mucho daño. Y sobre todo no olvidemos que, más allá de complicidades políticas y periodísticas, las ratas buscan siempre su propio interés: salvar el culo, librarse de procesos penales, conservar su fortuna, sacar dinero, comerse el churro. Y quien se relaciona con ellas o les compra la mercancía, acaba llevándose un mordisco e infectado.