Villares dimite, el PP aplaude

Villares dimite, el PP aplaude

El caso del exconselleiro ólo demuestra una vez más que quien vivió arropado por siglas, comitivas y teléfonos que se descuelgan con celeridad, no sabrá nunca lo que es la intemperie. Al menos no, si sus amigos gobiernan la Xunta de Galicia como si fuese Matrix.

Las formas en las que la Xunta y el PP apoyan al exconselleiro investigado por agresión sexual y desprecian a la víctima

Una dimisión es, a menudo, un gesto limpio. Yo mismo dimití una vez y sentí las horas antes y los días que siguieron un alivio inaudito, un tipo especial de ligereza que volví a experimentar muy pocas veces después. Por desgracia, cuando se trata de política, el cuento es bien distinto. Por mucho que haya quien quiera insistir estos días en lo contrario, una dimisión en política siempre tiene un aquel de huida obligada, a contragusto. En San Caetano lo saben, y por eso el rostro encima de la corbata asoma una última vez en el despacho, comparece ante la prensa —rodeado de todo su equipo— y se esconde detrás de un par de frases perfectamente medidas. Sin embargo, esta vez, lo curioso no es sólo la puesta en escena —semejante al homenaje a un héroe de guerra—, sino que el hombre dentro del traje dice dimitir para poder defenderse.

Esta semana, Alfonso Villares —exconselleiro do Mar y exalcalde de Cervo— dimitía después de ser imputado por una presunta agresión sexual. La denuncia fue presentada en el mes de enero. Los hechos habrían sucedido en diciembre. El presidente Alfonso Rueda supo del asunto en febrero. Villares renuncia todavía ahora, a las puertas del verano. Del caso sorprende, más aún que sus tiempos, que esta dimisión, lejos de ser un ejercicio de cautela, se presenta casi a modo de ariete contra la puerta de los juzgados. A la vista de las declaraciones de los principales representantes de las instituciones gallegas, el noble gesto de enfrentarse a la justicia “como un ciudadano cualquiera” acaba convertido en una constatación absoluta de desigualdad.

Alfonso Rueda, a través de su cuenta de X, hablaba sin que le temblase la voz —o los pulgares— de la marcha de Villares como un “ejemplo de responsabilidad”. Tras él, el ejército disciplinado del Partido Popular de Galicia corría a refrendar la beatificación. Así, Elena Candia, Vicepresidenta primera del Parlamento, expresaba su respeto y decía “es un gesto que le honra […]. Espero que pueda demostrar su inocencia lo antes posible”. El conselleiro de Educación, Román Rodríguez, iba más allá y afirmaba que este es “un gesto que no abunda”. Ángeles Vázquez, conselleira de Medio Ambiente, sólo tenía para él “buenas palabras”. Roberto Barba, director xeral de Loita contra a Violencia de Xénero, veía “intachable” el comportamiento del exconselleiro. Y así podríamos seguir hasta el infinito. Uno por uno, cargos públicos al frente de nuestras instituciones, defendiendo —oh, ¡qué casualidad!— a “un ciudadano cualquiera”.

Sumémosle a lo anterior el apoyo de la prensa afín —tanto la CRTVG como La Voz de Galicia ya pusieron la maquinaria a trabajar— y el caso de Villares sólo demuestra una vez más que quien vivió arropado por siglas, comitivas y teléfonos que se descuelgan con celeridad, no sabrá nunca lo que es la intemperie. Al menos no, si sus amigos gobiernan la Xunta de Galicia como si fuese Matrix.

A la espera de que el tiempo y la justicia tengan que decir, no deja de ser llamativa la confianza que los representantes de la Xunta tienen en sí mismos y en el exconselleiro, sobre todo si tenemos en cuenta que, aunque no existe una cifra oficial en lo referente a las agresiones sexuales, en el caso de las denuncias por violencia de género sólo un 0,0084% de las mismas son falsas. Entonces, ¿el apoyo unánime nace del cariño o del caciquismo? Difícil dar con la fuente de tanta valentía.

Lo que sí sé es que del otro lado de esta presunción de inocencia que reviste a Villares como un mesías hay una ciudadana cualquiera —sea o no una figura pública— y que los representantes de las más altas instituciones gallegas no corrieron a mostrarle en las redes sociales su apoyo ante ese gesto difícil y valiente que es siempre denunciar. Porque la política del Partido Popular en Galicia consiste en protegerse, nunca en proteger. Y el silencio institucional grita aquí contra quien denuncia.