
Siete rutas de senderismo poco transitadas para caminar sin agobios
Hay rutas tan conocidas que, en verano, se convierten en auténticas procesiones. Pero todavía hay caminos por descubrir, senderos que se abren paso entre cañones, bosques, valles glaciares o tierras casi lunares, donde lo raro es cruzarse con alguien
¿Es posible viajar sin dejar huella? La experiencia de estas cinco viajeras demuestra que sí
El senderismo cada vez tiene más adeptos y es comprensible. En verano hay tiempo, hay ganas y hay lugares que invitan a desconectar. Y en eso, España tiene un auténtico filón al ofrecer una amplia variedad de paisajes. Hay un poco de todo: altas montañas rocosas, valles de origen glaciar, bosques frondosos, barrancos escarpados, sierras mediterráneas, verdor atlántico o incluso desiertos que nos recuerdan a otro planeta.
El problema es que muchos de esos paisajes únicos se llenan en temporada alta. Demasiadas personas pueden coincidir en el mismo espacio y tiempo, y eso se traduce en senderos saturados y una naturaleza que sufre sus consecuencias. Pero, por suerte, siempre hay alternativas. Rutas igual de bellas que las más populares, o más, y mucho menos transitadas, para conseguir entrar en verdadera conexión con el entorno y olvidarnos de todo lo demás durante unas horas.
Aquí van siete propuestas para quienes buscan algo distinto. Rutas poco frecuentadas y de gran belleza, repartidas por toda la geografía española, que combinan buenos paisajes con la tranquilidad que muchos echan en falta en los caminos más conocidos.
Bosque de Moal (Asturias)
En el suroccidente asturiano, muy cerca de la Reserva Natural Integral de Muniellos, se encuentra esta ruta de 8,4 km con inicio y final en el pequeño pueblo de Mual, premio Pueblo Ejemplar de Asturias en 2018. Es un recorrido circular, de unas 4 horas, con tramos exigentes pero perfectamente señalizado. La pendiente se intensifica en algunos puntos, algo de preparación nunca viene de más, pero el esfuerzo se ve recompensado con vistas sobre el valle desde el mirador de Montecín.
El sendero se adentra en un hayedo donde también hay roble albar, melojo y haya, siguiendo pistas forestales y caminos históricos. Es un territorio de osos, y no es raro encontrar rastros, como huellas o excrementos, o los antiguos cortinos, estructuras de piedra que protegían las colmenas del ataque de los plantígrados. Es naturaleza asturiana en estado puro, con historia humana y silencio vegetal.
Hoces del Alto Ebro, en Burgos.
Ruta de los Cañones del Ebro (Burgos)
Esta ruta discurre por uno de los paisajes más espectaculares del norte de Castilla. Entre Pesquera de Ebro y Valdelateja, el río ha esculpido un cañón que se abre paso entre sabinas, roquedos y buitres leonados. La ruta, de unos 18 km, es circular, moderada y se completa en unas 4 horas. Se puede iniciar en cualquiera de los dos pueblos y permite contemplar miradores, ermitas, antiguas centrales hidroeléctricas y, sobre todo, una naturaleza que nos hace olvidar el ritmo de nuestro día a día.
El camino tiene algunos puntos estrechos y un puente que puede impresionar, pero con buen calzado y precaución no presenta grandes dificultades. En primavera y verano la vegetación está en su punto álgido y el contraste entre el verde y la roca caliza ofrece panorámicas espectaculares.
Valle de Otal (Huesca)
A un paso del popular valle de Ordesa, el valle de Otal es la versión tranquila y solitaria del Pirineo. Este recorrido comienza en el puente sobre el río Ara, junto al albergue de San Nicolás de Bujaruelo, y asciende de forma progresiva por una pista de grava hasta alcanzar los 1.680 metros de altitud. La ruta es lineal, de 14 km ida y vuelta, y se hace en unas 3 horas y media.
Lo que ofrece a cambio es un valle glaciar en forma de U, surcado por ríos, con prados verdes, flores silvestres y la silueta de los picos Tendeñera, Otal y Turbón en el horizonte. En verano, las marmotas salen de sus madrigueras, y no es raro encontrarse con vacas pastando. Es una caminata fácil, perfecta para ir en familia y disfrutar del Pirineo sin multitudes.
Las formaciones del monte Arabí, en Murcia.
Monte Arabí (Murcia)
El Monte Arabí, en Yecla, es una montaña mágica en todos los sentidos. Declarado Monumento Natural, este enclave de apenas 5,5 km de ruta circular ofrece una mezcla fascinante de naturaleza, arqueología y misterio. El recorrido, que se completa en menos de dos horas, atraviesa pinares y zonas de matorral hasta alcanzar formaciones rocosas con formas insólitas, como la Cueva de la Horadada o el ‘dinosaurio pétreo’.
En el trayecto se pueden encontrar también yacimientos rupestres como la Cueva del Mediodía o los Cantos de Visera, con pinturas prehistóricas declaradas Patrimonio de la Humanidad que podemos visitar contactando con el Museo Arqueológico de Yecla. Todo el paisaje está esculpido por el viento y el agua. Es una ruta fácil, perfecta para medio día, en la que se mezclan senderismo, historia y leyenda.
Barranco de la Hoz del río Gallo (Guadalajara)
En el Parque Natural del Alto Tajo, cerca del centro de interpretación de Corduente, arranca una ruta que se adentra en uno de los paisajes más singulares de Castilla-La Mancha. El barranco del río Gallo es un cañón de paredes rojizas donde habitan rapaces, zorros, gatos monteses y otras especies del bosque mediterráneo.
El sendero, de dificultad baja, discurre entre pinares, cruza miradores, llega a una cueva (la del viacrucis) y finaliza en la ermita de la Virgen de la Hoz. El trazado, que puede adaptarse en distancia, está perfectamente señalizado. Todo el entorno forma parte de un geoparque declarado por la Unesco, y eso se nota en la cantidad de formaciones rocosas, fósiles y pizarras sedimentadas que aparecen a lo largo del recorrido.
La fervenza do Toxa, en Pontevedra.
Cascadas del río Toxa y monasterio de Carboeiro (Pontevedra)
En la comarca pontevedresa del Deza, el sendero PR-G-18 enlaza dos de los rincones más fotogénicos de Galicia: la fervenza do Toxa y el monasterio de Carboeiro. La ruta es semicircular, de 14,6 km y unas 3 horas y media de duración, con dificultad moderada. Se puede empezar desde la cascada o desde el monasterio, aunque lo más habitual es comenzar por la fervenza, que se precipita desde casi 70 metros de altura.
El sendero atraviesa un bosque sombrío de robles, pasa por una playa fluvial y cruza el Ponte do Demo, un antiguo paso medieval que nos transporta en el tiempo. La llegada al monasterio de San Lourenzo de Carboeiro, escondido entre árboles y restaurado en parte, pone el broche a un recorrido que parece sacado de un cuento. Poco conocido, poco transitado y absolutamente recomendable.
Peñalara desde La Granja de San Ildefonso (Segovia)
Peñalara (2.429 m) es un clásico del senderismo madrileño. Pero subir desde La Granja, por su cara norte, cambia completamente la experiencia. Esta ruta, de unos 20 km ida y vuelta y 1.500 metros de desnivel positivo, es larga y dura, pero mucho menos transitada que la habitual. Se parte de los bosques de pinos que rodean el Palacio Real de La Granja y se asciende sin tregua hasta la cresta, donde el paisaje se abre hacia el valle del Lozoya y los picos de la Cuerda Larga.
El tramo más técnico es el paso por el risco de los Claveles, que requiere precaución, pero ofrece unas vistas inmejorables. Una vez superado la cumbre queda al alcance y, lo normal, es que entonces coincidamos con la gente que ha subido por el más accesible lado madrileño, desde el puerto de Cotos.