
Hamacas a 340 euros y una bandeja de sushi por 185: los precios prohibitivos de la costa de Ibiza
Algunos establecimientos cumplen con el precio establecido en el pliego (10 euros), pero ponen al cliente condiciones desmesuradas para poder acceder a las hamacas y sombrillas. La carta de comida y bebida tampoco se queda atrás
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Enterrado en la arena, el hito de concesión de uno de los lotes de una playa de Sant Josep (Eivissa) establece el precio máximo de alquiler de una hamaca y sombrilla: diez euros en caso de que el alquiler dure todo el día o cinco euros en caso de quererlo solo para la mitad de la jornada. Al lado, Ashley, originaria de Reino Unido, descansa en una enorme balinesa doble junto a una amiga suya, Sarah, que toma el sol en otra cama idéntica. La escena es idílica: el mar, las cubiteras recién servidas en las mesas bajas para alcanzar las botellas con poco esfuerzo y vacaciones en un destino como Eivissa.
Al lado de las dos turistas hay arremolinados vendedores ambulantes que venden sombrillas, pareos y gafas de sol. La sombrilla está a 20 euros, en teoría, 10 euros más cara que la del Cala Bassa Beach Club. Sin embargo, las inglesas han pagado 50 euros por tumbona, no los 10 euros que marca el mojón. ¿Por qué? Hecha la ley, hecha la trampa: los establecimientos cobran más a los turistas porque hacen uso de sus instalaciones. El local ocupa uno de los 80 kilómetros de litoral que tiene el municipio, el más costero de toda la isla y también el término municipal donde los precios a pie de playa (dentro del dominio público marítimo-terrestre) se han disparado, a pesar de estar regulados.
Las cartas de estas concesionarias ofrecen sushi (unos 185 euros por 40 piezas), ostras (12 euros la unidad) y otros platos más básicos, pero no para todos los bolsillos. Aún así, son adulados por algunos que los comparan con otros negocios de Eivissa todavía más abusivos, como los clubs Hï, Ushuaïa o el recién estrenado UNVRS, todos propiedad de la familia Matutes.
Las hamacas y sombrillas del beach club de Cala Bassa ocupan casi la mitad de la playa, dejando poco espacio para el resto de bañistas.
Un área del pinar donde antes las familias ibicencas celebraban cumpleaños e iban de ‘torrada’ y donde ahora está el restaurante del CBbc.
La playa del famoseo
Para una persona de clase media es difícil tomarse una ‘cañita’ en alguno de los restaurantes-club que plagan la costa josepina. En el Blue Marlin, en Cala Jondal, los 250 ml de cerveza cuestan -informa el camarero, Cristian- “solo diez euros”. El exclusivo establecimiento, que abrió en 2004, hace más de dos décadas, cuenta hasta con dos muelles propios donde atracan con frecuencia dinguis de poco tamaño que llevan a yates, catamaranes o veleros de gran envergadura frecuentados por turistas o personalidades conocidas. Casi nunca por residentes.
Sobre los còdols -fragmentos de piedra- de esta misma playa donde apenas hay unos metros para la gente de nevera y sombrilla traída de casa, los paparazzis han fotografiado desde a Leonardo DiCaprio hasta Jeff Bezos, fundador de la mastodóntica Amazon, pasando por Naomi Campbell. En los tres años que Cristian lleva trabajando en Cala Jondal apenas han aumentado los precios, asegura. “Cuando llegué las copas valían 16 euros y a día de hoy siguen valiendo lo mismo”, apunta.
Cala Jondal, donde hay tres beach clubs con precios prohibitivos y no accesibles para todos los bolsillos.
Un vendedor ambulante se pasea entre las toallas de los bañistas con sombrillas y pareos.
Justo al lado, a la izquierda, hay otros dos beach clubs y, por último, un restaurante antes del fin de la cala. Son las cuatro concesionarias de Cala Jondal, a las que se adjudicaron en el último concurso 270 hamacas y 135 sombrillas a empresas diferentes. Entre todo, llama la atención que uno de los subcriterios evaluables sea el aspecto medioambiental.
El encargado de gestionar la reserva de las hamacas en es Jondal, uno de estos beach clubs, explica a elDiario.es que el precio por hamaca es de diez euros y que por sombrilla es el mismo. Pero las condiciones para optar a esta reserva es “comer y beber en el restaurante”. “Sino, hay gente que viene y solo consume agua, por ejemplo”, añade el trabajador, no sin cierto tono de protesta.
Un beach club ofrece una hamaca por diez euros y una sombrilla por el mismo, pero obliga a comer y beber en el restaurante. No vale con pedirse un agua
Por otro lado, los clientes que tienen una reserva para la parte de restauración no pueden disfrutar luego gratuitamente de las hamacas: el establecimiento hace una distinción de las dos áreas para el consumo. El mismo empleado señala que, normalmente, las cuentas suelen rondar los cien euros por persona con comida y bebida. El precio de la sangría de cava, por ejemplo, es de 80 euros. Eso sí, los elevados precios no parecen ser un problema: “Normalmente, la gente pide de todo”.
Este año los precios son incluso un poco más elevados que el anterior, pero seguramente (siguiendo la regla de tres que “cada año suben”) más bajos que el que viene. La subida -valora un camarero- no tiene nada que ver con la demanda, sino con que cada año la isla en general se va volviendo “un poco más cara”.
El proyecto de cuatro amigos
En Cala Bassa, en ningún momento informan a los clientes de que tienen posibilidad de pagar por hamaca y por sombrilla diez euros. En concreto, Sarah y Ashley habían pagado primero 200 euros por unas balinesas en la parte superior, cerca del chiringuito y ahora, a mediodía, descansan por poco menos sobre la arena de la que ha sido elegida hace poco como mejor playa de 2025 por los lectores de la revista internacional de viajes Condé Nast.
Otra turista que toma el sol en una de las balinesas más cercanas al chiringo asegura que ha pagado por la exclusiva tumbona un total de 240 euros. Da igual que sea para una persona o para dos personas, “el precio es el mismo”, determina. Señala, a continuación, otra zona más cercana a la playa y añade: “Esas de ahí valen 340”. A pesar de ello, al acercarse elDiario.es a preguntarle el precio a un camarero, el trabajador afirma que son diez euros por la sombrilla y otros diez por la hamaca. Cuando se le pregunta por qué algunos de los clientes han llegado a pagar más de 300 euros por algunas de ellas asegura que se trata de un plus “por el servicio elegido”. La empresa tiene adjudicados desde 2023 dos lotes de 127 hamacas y 64 sombrillas en total por un importe de 117.691 euros (sin IVA).
Varias camas balinesas sobre las ‘còdols’ de Cala Jondal, frente al muelle donde desembarcan las zodiacs.
Marc Ramón, ibicenco de nacimiento y uno de los cuatro dueños de este beach club, uno de los primeros de la isla (se creó en 2011), rehúsa dar declaraciones a este diario y se desmarca de la etiqueta de ‘turismo de lujo’. “Tenemos precios para todo tipo de clientes”, asegura. Aunque los platos del restaurante van desde los 40 hasta los casi 900 que cuesta el más exclusivo caviar. También aclara que el negocio de su propiedad, más que ser un beach club, pertenece al sector de la restauración. El nombre propio de la empresa y los precios del servicio parecen de por sí mismos chocar con la versión del copropietario.
Hace ya casi quince años que Ramón Roig fundó junto a Roger Requena, Javier Salvatierra y Xavi Margui el ya famoso CBbc. Eran cuatro amigos con un proyecto entre manos. “Decidimos que valía la pena soñar en grande. Lo hicimos frente al mar de Ibiza, con el corazón lleno de ilusión y la cabeza rebosante de ideas”, explican en la página web de la empresa. Lo consiguieron. Ahora, el proyecto no solo incluye los restaurantes, las sombrillas y las hamacas, sino que uno se puede dar un masaje, se puede comprar un caftán o un biquini (por precios estratosféricos) o puede llegar hasta el chiringo a recordar todo lo que antes era Cala Bassa y ya no es.
Una playa familiar
Las familias ibicencas aún hablan con nostalgia de cómo era el lugar antes de que Roig y sus amigos lograrán materializar sus designios: una playa familiar, incluso más que Cala Conta, a la que se iba más a hacer torrades en invierno o primavera. “Había todo un pinar, donde ahora está el beach club, bajo el que podías disfrutar de la sombra. Íbamos mucho porque era muy bonita y sigue siéndolo, solo que antes era más salvaje”, revive Conchi Riera, que hace año que ya no se acerca. Sobre todo, recuerda cuando sus hijos jugaban con los peces, buscaban petxinetes y se tiraban de las rocas.
Los ibicencos celebraban allí los cumpleaños de los nacidos en mayo enseguida que amenazaba con hacer buen tiempo. Primero con la familia y más tarde con los amigos con los que se acampaba -entonces la normativa lo permitía- y se disfrutaba de las noches de verano. A poca distancia, dormía también el ermitaño de Cala Bassa, que cabalgaba entre la leyenda y la realidad. Presuntamente era un hombre que habitaba en una de las cuevas (hay terrestres y marina) del entorno de la playa.
Lo que más recuerda Tomeu Torres, de 25 años, es cuando en las excursiones de primaria, su colegio organizaba una salida en bici desde Sant Antoni. Una fecha “ansiada” por todos los niños que, junto a los padres, madres y profesorado, recorrían el paseo marítimo y, al llegar, preparaban la comida antes de pasarse toda la tarde jugando en bañador. “Esos momentos ya no se celebran aquí por la exagerada masificación que vive la playa”, lamenta el portmanyí.
Había todo un pinar, donde ahora está el beach club, bajo el que podías disfrutar de la sombra. Íbamos mucho porque era muy bonita y sigue siéndolo, solo que antes era más salvaje
El hito con el precio máximo marcado por el Ayuntamiento por hamaca y sombrilla.
33 expedientes a once lotes
Desde el Ayuntamiento de Sant Josep han explicado a elDiario.es que en 2024 abrieron un total de 33 expedientes que afectan a once lotes por incumplimientos de contrato de los beach clubs del municipio. No han especificado de qué establecimientos se trata al haber expedientes abiertos, ya que los afectados han presentado alegaciones o recursos.
En cuanto a esta temporada turística, se ha levantado ya algún acta, pero no se ha tramitado ningún expediente, añaden desde el equipo municipal de Gobierno. Los incumplimientos de contrato se gradúan de leves a muy graves y las sanciones van del 1% al 10% del precio del contrato para muy graves, que depende del cánon que hayan ofertado para explotar la instalación.
Un turista recién bajado de una embarcación atraviesa los ‘còdols’ arrastrando su maleta.
Una bandeja sobre una mesa con varias copas de cóctel vacías.
El Ayuntamiento ha informado este martes que reducirá entre un 10 y un 15% el número de hamacas en sus playas a partir del verano de 2026, cuando se termina el actual contrato de licitación aprobado en el año 2023. En ese sentido, el alcalde Vicent Roig ha señalado que “se actúa contra los excesos en las playas del municipio”, aunque se han estado permitiendo a través de las adjudicaciones en los últimos años.
Por otra parte, se han impulsado medidas para regular el ruido y proteger zonas vulnerables como el Parque Natural de Ses Salines. Esto ha provocado que el histórico chiringuito de sa Trinxa se haya quedado sin sus habituales sesiones de dj, lo que ha provocado descontento entre algunos asiduos y también revuelta en las redes sociales. Las posturas son similares al dilema continuo que vive la isla desde hace años: conservar el hábitat natural de las especies o exprimir Eivissa hasta sacarle el mayor rédito posible.