
Aznar, el revienta patrias
Con las elecciones no se juega. Son el último bastión de la confianza de un pueblo en su democracia, el puntal del sistema y su forma más comprensible y visualizable para todo el mundo. Es inadmisible cuestionarlo con falsedades
Nada va bien en un sistema político en el que las palabras contradicen a los hechos.
Llevo un cabreo sordo en mi interior desde que el otro día el revienta patrias de Txemari se dejó caer con la insinuación de que el sistema electoral español es vulnerable y puede ser adulterado. Sé que hay muchos temas sobre el tablero, pero este me parece excepcionalmente grave y el hecho de que el líder de la oposición haya preferido juguetear con la idea en vez de dejar en evidencia al ex mandamás de su partido constituye un grave error y un riesgo cierto. Con las elecciones no se juega. Son el último bastión de la confianza de un pueblo en su democracia, el puntal del sistema y su forma más comprensible y visualizable para todo el mundo. Es inadmisible cuestionarlo con falsedades.
Aznar es un tipo con carrerilla en las conspiraciones. Ser consciente del daño inmenso que causó a este país negándose a reconocer la autoría de los cruentos atentados del 11M y alentando montajes absurdos hace que me hierva la sangre cuando le oigo volver a las andadas. Gran parte de los males que aquejan a la política, a la Justicia y al periodismo de este país comenzaron precisamente con su artero apoyo a una conspiración enloquecida que dividió en dos bandos irreconciliables al país: los conspiranoicos y la gente normal, si bien la confianza en las instituciones acabó siendo considerada también un síntoma ideológico.
Lo de Aznar fue terrible. Aznar hizo mantener una falsedad por motivos electorales – con manifestación anti ETA y mensajes internacionales incluidos- y Aznar espoleo a los medios y a parte de su partido para mantener durante años en pie una teoría que carecía de bases y que fue alimentada por manipulaciones y bulos sin reparar en los daños físicos -hubo suicidios, muertes civiles, carreras truncadas- ni en los que infligió al tejido social, a la confianza ciudadana y a los estamentos e instituciones que estuvieron implicados en la investigación y juicio de los atentados. Después de tamaño estropicio ¿qué demonios hace el tipo del labio inmóvil dando lecciones de nada y, aún peor, alentando nuevas conspiraciones?
“Cuando uno es capaz de adulterar las elecciones de su partido ¿por qué no va a ser capaz de alterar unas elecciones generales?”, vomitó. La diferencia entre unos comicios internos de cualquier tipo y unas elecciones general es tan abisal que sonroja que ose compararlas. Sabe que miente como un bellaco. El sistema electoral español está diseñado con una robustez comparable con la alemana o la sueca, consideradas de las más blindadas del mundo. Para que todo no quede en opiniones, vayamos a los hechos. El sistema electoral de nuestro país está basado en cuatro pilares que juntos lo hacen prácticamente inmanipulable: la participación ciudadana directa en las mesas y el recuento, el doble control de los partidos y judicial, la publicidad en todas sus fases y la redundancia documental de las actas. Ciudadanos por sorteo controlan el proceso y recuentan, vigilados por interventores y apoderados de los partidos, las actas físicas son enviadas cerradas y custodiadas a las Juntas Electorales para el recuento oficial que es público, caben recursos y cotejos puesto que existen actas firmadas en poder de varias partes. Crean que para adulterar ese proceso haría falta una conspiración de ciudadanos anónimos, miembros de los partidos, jueces y funcionarios a gran escala. ¿Alguien que no sea Aznar, el conspiranoico revienta patrias, puede creer que eso es posible?
Copiando el ideario all rigth, Aznar se apunta a lanzar la sombra de la sospecha poniendo en riesgo la credibilidad del sistema. Ya lo intentaron con la matraca de Indra, la empresa que recoge los datos para un recuento provisional, que no es ni siquiera el recuento legal, y que si fuera adulterado chocaría a los tres días con el recuento oficial y no tendría más consecuencia que la pérdida de confianza en la vía rápida. Por lo que leo, y por la frase torpe de Feijóo, veo que apuntan al voto por Correo como fuente de inquietud. “Yo he sido presidente de Correos y no tengo dudas sobre los funcionarios, pero el sistema tiene algunas lagunas y utilizado de forma torticera no está totalmente blindado”, afirma. De ser esto algo preocupante, por volumen y posibilidad de pucherazo, ¿por qué no lo reforzaron cuando pudieron? No lo hicieron porque saben que si bien es perfectible, no es posible alterar los resultados electorales con él. Se podrían producir casos aislados de suplantación de identidad al solicitarlo, de coacciones o compra de voluntades, de manipulaciones de otro tipo de la voluntad del votante todos ellos difíciles minoritarios y castigados. Algunos de volumen ínfimo se han dado y han sido descubiertos. Pero si apuntan a una manipulación masiva del voto en Correos, que es lo que parece que hacen, sólo cabe que expliquen cómo y de qué manera sería factible y cuantas personas tendrían que confabularse para hacerlo.
La patraña de la vulnerabilidad de Indra o de Correos para seguir una línea de fraude concreta no sólo no tiene sentido sino que es absolutamente nefasta. Lo de Aznar si no está pagado por la izquierda casi lo parece. ¿A qué vino aquella boutade de “el que pueda hacer que haga” para permitir que se ponga en tela de juicio la honorabilidad de los funcionarios y miembros del Estado que hacen su trabajo? ¿Qué pretende con la sombra de las sospechas sobre un proceso electoral diseñado para no tener tacha? Y lo de Feijóo tiene menos pase, sobre todo porque hay que recordarle que hasta Ayuso tuvo que salir al paso de bulos sobre amaños electorales en las últimas autonómicas: “Pido a los ciudadanos que confíen en las instituciones”, declaró. A ver, que escupes al cielo y te cae en toda la cara el escupitajo. No puedes acusar de desgastar las instituciones, que está sucediendo, y ponerte tu a agujerear la más relevante. Por todo ello resulta aún más absurdo y delirante que la vicepresidenta Yolanda Díaz haya entrado con un “y tu más” en pleno parlamento en vez de enviar el mensaje real del sistema blindado que tenemos. La locura se sabe dónde empieza y nunca dónde puede terminar.
Pues nada, que ya me he desahogado. Puede, no lo niego, que entre este tipo y yo haya algo personal, alguna de sus fechorías me la comí muy de cerca. No tiene escrúpulos ni moral -recordemos lo de Irak o lo del Yak, que hasta rima- y es el antipatriota, el revienta patrias, el que envuelto en la bandera más ha hecho para jorobar este país y miren que hay competencia. Que pretenda dar lecciones es tan de aurora boreal como que le pidan a Barrionuevo firmar un manifiesto para restituir el honor de nada. Solo merecen el sumidero de la historia.