Pobreza, menores y vacaciones: cuando la pantalla se convierte en un refugio peligroso

Pobreza, menores y vacaciones: cuando la pantalla se convierte en un refugio peligroso

Un estudio de Educo alerta de que padres y madres no son conscientes del peligro que puede suponer el mundo digital para los menores que, en verano, pasan más tiempo solos en casa y conectados: uno de cada tres progenitores (29%) declara no poner límites al uso de dispositivos

Los campamentos son para ricos: solo uno de cada cinco niños vulnerables irá este verano a uno donde le den de comer

La llegada de las vacaciones escolares veraniegas supone todo un reto para todos aquellos padres y madres que continúan con sus habituales horarios laborales. La imposibilidad de sufragar un campamento o dedicar tiempo de calidad a los más pequeños repercute duramente en su sociabilidad y salud. Ante esta realidad, muchos de ellos encuentran en las pantallas su más firme acompañante sin ser conscientes los peligros que entraña. La situación se agrava cuando ni los propios progenitores saben qué puede ocurrir cuando un menor encuentra refugio en el mundo digital.

Así lo expone el informe de la ONG Educo Niños de la llave III: La vida empantallada, que a través de una encuesta realizada a 2.316 familias de toda España con hijos e hijas de 6 a 13 años y la opinión de expertos, alerta del futuro en el que nos adentramos. Cada año, la exposición de los menores al mundo digital ha ido a más: “Mientras muchos padres no pueden estar compartiendo tiempo con sus hijos, estos encuentran en el ecosistema digital una escapatoria”, explica Macarena Céspedes, directora de Incidencia e Investigación de esta entidad.

Desde Educo resaltan dos rituales de paso sintomáticos: mientras la primera entrega de un móvil ocurre de media a los 9 años y 10 meses, la entrega de las llaves del hogar suele realizarse cumplidos los 11 años y un mes. “Igual que un niño de 9 años no está capacitado para hacer ciertas cosas y le acompañamos para que entienda cómo se tiene que relacionar o mover en ciertos espacios para estar seguro, tampoco lo está para tener un acceso ilimitado a internet, y es ahí donde encontramos la primera gran brecha”, desarrolla la experta.

La pobreza en los menores

La de los denominados “niños de la llave” es “una infancia y adolescencia cuyas familias pueden vivir en entornos de falta de recursos económicos, o falta de tiempo de madres, padres o cuidadores, o de falta de red de relaciones sociales”, recoge el informe.

Sin embargo, Céspedes recalca que no significa lo mismo la pobreza para los adultos que para los más pequeños: “Cuando llega el verano, para ellos lo más importante es poder pasar tiempo con sus amigos en los que desarrollar su personalidad, momentos en los que sentirse aceptados”. De esta forma, la pobreza en ellos y ellas se materializa en cuestiones como no poder contar a comienzo de curso qué tal lo han pasado en un campamento, porque sus familias no se lo pueden permitir y ellos no han salido de sus casas, en las que conviven incluso con otras familias. “Sus experiencias vitales como seres humanos se ven limitadas”, apunta.

Sesgos de género

Es así como los dispositivos electrónicos conectados a Internet se yerguen como una salida a la falta de recursos en las familias más humildes, que encuentran en ellos una forma de entretener a la prole. Según la encuesta, entre semana el promedio diario de horas de exposición a las pantallas lo lidera el smartphone, con 2 horas y 35 minutos; seguido por la televisión, 2 horas y 30 minutos; el ordenador, 2 horas y 10 minutos; la tablet, 2 horas; y la videoconsola, 1 hora con 45 minutos.

La diferencia entre géneros también es significativa en algunos aspectos. Según los resultados, los chicos juegan más en red y las chicas experimentan una mayor exposición a las redes sociales. Así pues, “la influencia de las redes sociales repercute en la baja autoestima de niñas y chicas adolescentes, ”al estar consumiendo contenidos de otras chicas de su edad maquillándose y aconsejando operaciones estéticas para estar perfectas“, tal y como comenta en el informe Eli Ballesteros, educadora de la Fundación Fútbol Más.

Por otro lado, en los chicos el uso de la videoconsola va a más a medida que aumenta su edad. Mientras que en la franja de edad de 6 y 7 años utilizan la videoconsola una media diaria de una hora y media entre semana y una hora y tres cuartos los fines de semana, al llegar a la franja de edad de 11 a 13 años el tiempo de uso aumenta a casi dos horas entre semana y a dos horas y tres cuartos los fines de semana.

La percepción de los padres, polarizada y enfrentada

El informe presentado por Educo dedica una gran parte de su análisis a la autopercepción que los adultos tienen de los impactos de esta “vida empantallada”, tal y como la definen. Céspedes señala que “es difícil para las familias entender los riesgos que entraña esta relación con el mundo digital cuando ven a sus hijos riéndose o jugando a videojuegos, pero hay muchas cosas que deberían saber”. De todas formas, los resultados arrojan percepciones divergentes entre las esgrimidas por las propias madres y padres, así como con las de los especialistas y profesionales que trabajan con la infancia. Para empezar, uno de cada tres progenitores (29%) declara no poner límites al uso de las pantallas en casa.

Asimismo, una mayoría de los mismos (51%) no percibe una relación directa entre el uso de las pantallas por parte de sus hijos y la aparición de problemas de peso. Sí lo hace el 25% de los encuestados. Casi el mismo porcentaje (51%) considera que el uso de las pantallas está relacionado con el aumento de problemas visuales, mientras que uno de cada cuatro no percibe una relación clara entre ambos factores.

Más de un 40% de madres y padres no percibe un efecto claro entre el uso de pantallas por parte de sus hijos e hijas y los problemas de sueño, en tanto un tercio (36%) sí lo considera. Ante este extremo, los expertos apuntan que no descansar bien puede provocar irritabilidad, falta de atención, bajo rendimiento escolar y pérdida del humor. En cuanto a la salud mental, más de un 40% de los tutores no considera relevante la relación entre el uso de pantallas y la aparición de ansiedad, estrés y síntomas depresivos, frente a un 33,2% que sí lo hace.

Pantalla versus socialización

Sin embargo, desde Educo recalcan que uno de los resultados más llamativos es que casi uno de cada tres encuestados (30,4%) no piensa que el uso de las pantallas afecte al contacto presencial con amistades y familiares, mientras que casi la mitad de los encuestados (46,7%) sí lo hace.

Por otra parte, más del 50% de las familias está de acuerdo en que el uso de pantallas reduce el tiempo de juego libre en plazas, parques y naturaleza. En este sentido, “el juego al aire libre sin supervisión enseña a los niños y niñas cómo gestionar los riesgos y las adversidades de muchos tipos”, tal como indican varios expertos en el informe.

Uno de los temas que genera una percepción polarizada es el que liga el uso de dispositivos digitales con la sensación de aislamiento social y soledad no deseada. Casi el 40% de los padres y madres piensa que no hay vínculo alguno entre ello, cuando casi otro 40% defiende que sí. Ante este punto, los expertos expresan que los niños y las niñas pueden desarrollar un sentimiento de soledad incluso estando conectados de forma permanente.

Activar la “acción colectiva”

Céspedes explica que la ecuación se compone de tres claves. Por un lado, los especialistas que avisan del impacto nocivo del uso de las pantallas durante la infancia. Por otro lado, los más pequeños, que viven todo lo bueno que les acarrea el mundo digital, porque posee muchas cosas positivas, pero también negativas. Por último, las familias, que ven a sus hijos más seguros jugando con el móvil en su habitación que en la plaza con sus amigos. “Ha llegado el momento de sentarnos todos y escucharnos, y tomar medidas”, opina la integrante de Educo.

Desde su punto de vista, la problemática se podría atajar con un mayor entendimiento de cómo los niños y niñas viven esa conexión al mundo digital. “Tenemos que aprender de ellos porque incluso a los adultos nos faltan muchas herramientas todavía”, puntualiza la directora de Incidencia e Investigación de Educo, quien señala la responsabilidad de gobiernos y grandes tecnológicas para poner barreras y límites.

“Si no tengo un móvil me excluirán del todo”. Hemos llegado a un momento en el que tener un móvil puede ser la diferencia entre que se burlen de un menor o que se sienta integrado. Desde Educo promueven como respuesta la acción colectiva, “porque un individuo que actúa solo se enfrenta a unos costes elevados para el cambio”, puntualizan. Y añaden: “Pero si las personas son capaces de coordinarse y actuar juntas pueden optar con mayor facilidad por acciones mejores para el colectivo en el largo plazo”.

Así, la acción colectiva se presenta como un recurso emancipador. “Queremos un cambio que no pase por prohibiciones, sino por entender este nuevo ecosistema en el que lo real y lo digital es todo uno para los más pequeños, y para acompañarles en ese momento de crecimiento y desarrollo de la personalidad de la forma más segura posible”, finaliza Céspedes.