Las postales turísticas del desarrollismo que desvelan que ‘Spain’ no era tan ‘different’

Las postales turísticas del desarrollismo que desvelan que ‘Spain’ no era tan ‘different’

La exposición ‘Cielito lindo’ muestra cómo estas herramientas de promoción eran «artefactos de artificio» y que las mismas nubes que coronaban un paisaje de Torremolinos se podían encontrar también en el retrato de un acantilado irlandés

El turismo masivo amenaza la calidad de vida de las ciudades medianas: “Ahora la saturación se alarga muchos meses”

En un campo de hierba algo castigada por el implacable sol del interior y rodeado por escarpadas paredes rocosas, encontramos a un baturro. Faja ceñida, chaleco negro y un cachirulo a cuadros, anda bebiendo de un porrón con una guitarra reposando a sus pies. España en una imagen. Esta fue una de las fotografías de las postales turísticas que el desarrollismo empezó a imprimir para promocionar un país deprimido económica y socialmente como un destino de ensueño.

En la imagen se concentran más tópicos, como un sol ardiente y un cielo claro, a excepción de alguna nube que, lejos de emborronar el paisaje, queda hasta estética. Tiene forma de… ¿conejito? En este momento, Cristina Arribas, se queda clavada en la imagen. Es arquitecta y una apasionada coleccionista de postales. Ha mirado tantas que se las sabe de memoria. Y ese conejito ya lo ha visto antes.

Rebusca entre sus archivos y efectivamente: Valladolid, Barcelona, Madrid, Sitges, Málaga, Oropesa… Esa nube con orejas puntiagudas corona el cielo de diversas ciudades españolas. Encuentra hasta una quincena de postales con este mismo nimbo y su característica forma. En algunas está girada, en otras es más pequeña y en algunas viene acompañada de otras nubes. Pero siempre está ahí.

El conejo forma parte de un repositorio de nubes que ediciones Pergamino, igual que otros editores de postales de todo el mundo, tiene en su archivo. Pero no sólo hay nubes: también hay coquetos barquitos para las ciudades costeras, atractivas chicas en biquini, parejas dándose la mano, cúmulos de personas para hacer más espesas las multitudes y hasta modelos de azules degradados para usar como fondo en los cielos. Y todos ellos se repiten hasta la saciedad.

Este es el descubrimiento que hizo Cristina Arribas después de años y años coleccionando postales. Lo plasmó en la exposición Cielito Lindo que la sala Chiquita Room, en Barcelona, ha acogido esta primavera. El espacio estaba plagado de postales de todos los lugares del mundo con algo en común: habían sido tuneadas para mostrar un destino idílico, dejando poco o ningún margen para el error. Ni siquiera las nubes estaban allí por azar.

Arribas se centra en el cielo porque es el icono del viajar, que nos remite a volar en avión, al primer paso antes de llegar al destino vacacional que esperamos que sea único y bello, pero siempre en base a unos patrones y estándares que, en realidad, encontramos en todos los lugares. “La postal es la faceta comercial de la fotografía. Es un objeto masivo que vende un lugar y un paisaje como precursor de lo que luego sería el turismo de masas”, resume la arquitecta.

Este premiar lo homogéneo y la costumbre de repetir en todas las ciudades turísticas lo que ya ha funcionado antes se puede ver en las postales de Martin Park, un “maestro de la fotografía británica” que se dedicó durante una época a las postales. “Manipulaba mucho el color, lo saturaba y dejaba resultados espectaculares. Es uno de los pioneros del uso del color en Europa”, dice Arribas, mientras muestra dos de sus postales.

En ambas el verde del prado, el azul del cielo y el rojo de las flores se ve con una nitidez espectacular. Como si nunca dejara de brillar el sol y no estuviera más que enmarcado por un par de nubecitas que, dicho sea de paso, son iguales en las dos postales. El problema es que una de ellas muestra un paisaje canario y la otra uno irlandés. Diferente clima, diferente vegetación, pero los mismos colores, el mismo ambiente, la misma luz y la misma imagen de lo idílico.


Cristina Arribas explicando la exposición ‘Cielito Lindo’ en la sala Chiquita Room

El inicio del boom turístico

Corría 1960 cuando el entonces ministro Manuel Fraga se sacó de la chistera un eslogan turístico que ha sobrevivido hasta el día de hoy: Spain is different. Era un mensaje enfocado a los turistas extranjeros que buscaba revertir la mala fama que tenía entre los turistas ese país que se encontraba inmerso en una dictadura, que seguía pagando los estragos de la Guerra Civil y estaba generando una deuda social a golpe de represión que hoy todavía no se ha saldado.

El aislamiento del régimen no ayudó a que la mucho más moderna Europa viera con buenos ojos a España, así que Fraga intentó sacar partido de aquello. España no era como ellos, cierto. Simplemente era diferente. Sacó pecho de los tópicos, que antes podían ser denostados, y se enseñaron las sevillanas, los baturros y, cómo no, también las playas y las ciudades costeras que habían crecido sin límite durante el desarrollismo.

La prioridad era atraer turismo y este creció rapidísimamente. La dictadura creó la figura de las Zonas de Interés Turístico Nacional para atraer a visitantes a toda costa y se generaron condiciones especiales para la construcción de urbanizaciones e infraestructuras. El resultado fueron paseos marítimos y zonas de ocio calcadas las unas a las otras. Una transformación del paisaje que derivó en una homogeneización de la costa española.

Al principio, podría parecer que Spain era different de otros lugares del mundo, pero con ciudades similares dentro de sus fronteras. Pero luego, tal como ha demostrado la exposición de Arribas, resultó ser que tampoco era tan different de otros destinos turísticos. El paseo de zonas turísticas como la Costa Daurada (Tarragona) se parece muchísimo al que se puede encontrar en el canario Puerto del Carmen. Pero también son idénticas a La Valeta, capital de Malta, o a la ciudad albanesa de Ksamil. Ambas plagadas de turismo de sol y playa.

El resultado de ese desarrollismo tardó poco en notarse: en 1959, España recibió 4,2 millones de turistas. En 1989 pudo aumentar esa cifra en más de un 1.000%, llegando a los 46,8 millones. Hoy ese número se ha doblado hasta llegar a los 93,8 millones.

El éxito turístico se hizo a base de copia. No sólo de ciudades y de infraestructuras que se habían demostrado de éxito, sino también en lo referente a la promoción. Concretamente, la vista estaba puesta en Estados Unidos.

Eso se ve, de nuevo, en las postales. Las de España se empezaron a popularizar en los años 60 y estaban hechas a imagen y semejanza de las americanas. “Se copiaba la imagen de modernidad y los conceptos. También las técnicas de color, que se hacía con cuatricromía. Es decir, se saturaban mucho los colores para conseguir esos cielos tan bonitos”, explica Arribas, quien añade que el proceso de producción es “un artificio”.


Imagen de uno de los vídeos de Iván Candeo sobre las postales disco

Las postales disco

En la exposición de Cielito Lindo las postales acompañan a una reflexión sobre el turismo de masas, la idea de la originalidad y una aproximación artística y filosófica sobre la importancia del cielo en la representación gráfica y el imaginario colectivo. Pero además de eso, la muestra guarda una sorpresa final: las postales sonoras.

Se trata de un tipo bastante raro cuyo máximo apogeo se vivió en los años 80 y son algo más grandes de lo habitual. Pero lo especial es que tienen impreso, sobre la fotografía, los carriles de un vinilo. Al ponerlas sobre un tocadiscos suena una canción o mensaje.

No fueron demasiado populares debido a su fragilidad, pero sobre todo se las pudo encontrar en Europa del Este, donde se usaban principalmente para esconder mensajes y enviarlos entre fronteras. Este tipo de postales tienen un hueco en la exposición en forma de montaje videosonoro realizado por el artista Iván Candeo.

Él, a diferencia de Cristina Arribas, no es coleccionista de postales, pero sí se interesó por ellas desde el momento en que, en el Mercado de Sant Antoni, encontró una de ellas. No publicitaba un destino turístico, sino que era pornográfica. Mostraba un primer plano de unos genitales y se escuchaban gemidos.

“Me obsesioné con estas postales. Con como, al ponerlas sobre el tocadiscos, la estabilidad de la imagen se borra. Abajo, de repente, es arriba. El cielo en el suelo y viceversa”, explica Candeo, quien hizo un montaje que juega con esa idea de la falta de perspectiva. Son un conjunto de ocho vídeos en los que se ven idílicas imágenes de bosques, de parejas bailando o de refugios suizos con canciones que por aquel entonces estaban de moda.

Una, la que muestra a unos jóvenes danzando en medio de un bar, es un experimento visual: están acompañados de la canción Cielito lindo de Pedro Infante. Pero no suena continuamente, sino sólo cuando la imagen de los amantes está del derecho. Es decir, la música sólo se escucha cuando el cielito está en el lugar que le corresponde.