La memoria es un arma cargada de dinamita

La memoria es un arma cargada de dinamita

Solo con la memoria me acuerdo de esto, aquello no se me ha olvidado, puede uno defenderse de los despiadados ataques de quienes juegan con el paso de los años, confiando en que las alas del tiempo borren sus muchos desmanes

Cierro los ojos para ver más hondo / y siento que me apuñalan fría, / justamente, / con ese hierro viejo: la memoria. Ángel González.

Lleva años José K. preocupado porque la pérdida de memoria, llámese como el sabio alemán o de cualquier otra manera más pedestre, acabe por morderle, implacable, las circunvoluciones de su anciano cerebro. Rellena compulsivamente crucigramas –yunque de platero, diosa egipcia, río suizo- y hasta se ha hecho con los cuadernos de la Fundación Maragall, luchemos contra el olvido, que voluntad no le falta. Incluso tararea una y otra vez el himno de Raimon de la primera a la última estrofa, y vuelta a empezar: Al vent /la cara al vent / el cor al vent / les mans al vent / els ulls al vent / al vent del món, voz cascada, nula capacidad musical, pero así se siente más vivo, menos esclerótico, que hay tiempos que siempre deben recordarse.

Es que esto de la memoria, dice nuestro hombre, la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado, es algo muy serio. Tanto que sólo con ella, me acuerdo de esto, aquello no se me ha olvidado, puede uno defenderse de los despiadados ataques de quienes juegan con el paso de los años, confiando en que las alas del tiempo borren sus muchos desmanes. No se esconda, se le dice al malandrín, que yo sé, y aquí se lo demuestro, sus vilezas. Se coge el papel donde está escrita la bajeza y se le restriega por los morros. Usted dijo esta mentira e hizo esta mamarrachada. Existen esas cosas antiguas que se llaman hemerotecas, ahora suplantadas por los buscadores de internet, que José K. ni se atreve a mencionar ese maldito invento del diablo que se llama Inteligencia Artificial. Para comprobar los datos, les recuerda, en el supuesto de que se pongan farrucos y los desahogados pretendan negar la evidencia.

Miedo a que Pedro Sánchez amañe las elecciones, vomitan ahora. No se ha visto nada igual, qué descaro, qué ignominia, cómo puede soportarse esta escalada de miserias por parte del Partido Popular. Entonces busca José K. los recortes que ha ido guardando a lo largo de los años, ratoncito provechoso, y pone pies en pared. Quieto ahí, un, dos, tres, al escondite inglés. No es Funes el memorioso, pero tiene papeles. Ese partido del que usted me habla siempre ha manejado las mismas armas sucias y denigrantes. El alacrán y su naturaleza, explica nuestro hombre. Corría el año 1993, periodo lleno a rebosar de mil y un acontecimientos, que luego volveremos a esas fechas, y la desesperación en el partido de José María Aznar, entonces un pipiolo, aunque malo como la quina, lo ha sido siempre, que ya había demostrado su calaña en Castilla y León con navaja cabritera contra sus oponentes, no hallaba consuelo a la vista de la derrota en las elecciones de ese año ante un Felipe González al que ya consideraban, qué error, qué inmenso error, muerto y enterrado. ¿Aceptación democrática de la derrota? De ninguna manera, que allí salieron a cumplir las órdenes del jefe unos jóvenes Javier Arenas y Alberto Ruiz-Gallardón, qué dúo extraordinario, para denunciar, así, al tresbolillo, los presuntos amaños de los malvados socialistas, falsas denuncias, obviamente, para lograr que sus huestes, enfebrecidas, salieran a la calle al grito de “Manos arriba, esto es un atraco”. Una vergüenza. Y ahora, 32 años después, el mismo Aznar, petimetre belicoso, pero con muchos millones de euros más en sus bolsillos, vuelve a la insidia. Historia mínima de la infamia.

Advierte José K. de lo que puede pasar con el esparcimiento de estas inmundicias. Supongan ustedes, la imaginación es gratis, que en las próximas elecciones, sean cuando sean, gana Pedro Sánchez. ¿Alguno se pone verde? Se comprende. Bien. ¿Qué pasaría entonces? De prolongar el hilo, Feijóo denunciará el pucherazo de las elecciones -¡un robo, un robo!, gritará enardecido junto a Miguel Tellado y Cuca Gamarra- y llamará a sus tropas al combate con bayoneta calada, que siguiendo el ejemplo de sus admirados Trump o Bolsonaro procederán a tomar al asalto el palacio de La Moncloa, sangre y fuego. ¿Siguen ustedes a José K.? No tendrán entonces ningún problema para imaginar a varios de los furibundos asaltantes vestidos con vistosos trajes de luces, toreros pintureros, incluso alguno de picador o monosabio, portando gran cornamenta de la afamada ganadería de Victorino Martín o, en su defecto, de algún miura de la finca Zahariche. Que si un chamán de QAnon, Jake Angeli de nombre, natural de Phoenix, Arizona, puede adornarse con unas llamativas astas y taparse con una piel de oso para asaltar el Capitolio, aquí, en esta nuestra patria de valientes lidiadores, optaremos por la esbelta figura que dibujan la chaquetilla y el pantalón fabricados en seda y cubierto con un bordado realizado con hilo de canutillo de oro, plata o azabache. Olé y olé, declamará orgullosa Isabel Díaz Ayuso, a la sazón disfrazada convenientemente de Agustina de Aragón. ¿Muertos, daños? No pasa nada, cuando llegue a presidente el gran instigador de tanta brutalidad, se indulta a los sicarios y ya está. Héroes de la patria, los muy salvajes.

Pero José K. quiere ser sincero y reconoce paladinamente que la vena del cuello se le hincha hasta casi explotar, esta gente aún tiene el don de sacarle de quicio, cuando debe hablar de la Conferencia Episcopal, el alto estado mayor de los obispos y sus malhadados generales. Hay que ver esa Iglesia, permanentemente sacrificada por los pobres, dicen ellos. Hipócritas y mentirosos, cuando siempre han estado rodeados de oro y riquezas sin cuento. Para no irnos a los tiempos de los Borgia o la Inquisición, aunque todos lo sabemos, fueron ellos, los curas, los que torturaban y asesinaban con sadismo incontrolado a hombres, mujeres y niños, bastará con dar un salto en el tiempo y llegarnos hasta mediados del siglo pasado. Allí veremos cómo hicieron todo lo posible para que fracasara la II República y sus reformas en educación, emancipación de las mujeres y derechos humanos. ¡Cuánto mejor para su culpable oscurantismo que mantener a la plebe en la ignorancia y el vasallaje a los poderosos, de los que ellos eran pieza fundamental! Y a renglón seguido, aquellas deleznables alabanzas al caudillo innombrable, sanguinario adalid de los fusilamientos de rojos. Qué imagen la de aquellos curas denunciando en los cuartelillos de la Guardia Civil o en las covachas de los pistoleros de Falange al maestro republicano para que le dieran el paseíllo. ¡Hablaba a sus alumnos de justicia y libertad, ese pervertido! Loores al dictador, venga incienso, venga agua bendita. ¡Qué asco, qué obispos repugnantes!

Y siguieron igual en democracia, acusa iracundo José K., que las mismas sotanas, idénticos alzacuellos, los mismos báculos, las mismas mitras, los mismos solideos, los mismos anillos pastorales encabezaron fanáticas manifestaciones contra todos y cada uno de los avances sociales que propuso la izquierda. A la calle con pancartas, con cruces, con banderas patrias con el aguilucho –ellos son muy de estandartes- para protestar vehementemente ya sea contra la legalización del aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, los derechos trans o todas las leyes de educación impulsadas por los gobiernos socialistas. Todas. Y no olvidamos, recuerden que estamos hablando de memoria, aquel comunicado de la Conferencia Episcopal previo a las elecciones de 2008, cuando pidió oponerse en las urnas a las políticas de Zapatero sobre educación y familia e incluso al diálogo con ETA. Justo eran esos años en los que los obispos mantenían en sus ondas de la COPE al feroz Federico Jiménez Losantos, junto a Pedro J. Ramírez el gran defensor de aquel deleznable bulo, Aznar, siempre Aznar, de que los atentados del 11-M habían sido, precisamente, obra de ETA. ¿Cómo entonces, se planta enfurecido José K., no despreciar a semejantes mamelucos, todavía reacios a poner fin a sus muchos problemas criminales de pederastia? ¿Existe alguna razón, exige nuestro hombre a Pedro Sánchez, a Félix Bolaños, para que se mantengan los acuerdos con la Santa Sede, allá se las ventilen ellos con sus misas, sus comuniones y otros ritos folklóricos?

Y luego, intenta tranquilizarse nuestro hombre, pero no puede, la rabia se resiste a abandonarle, están las viejas caras del viejo PSOE, esos individuos tan dignísimos como olvidadizos. ¿De qué corrupción me habla usted, de qué crímenes de Estado, de qué financiación ilegal, de qué fugas a Laos o Tailandia, aquel capitán Khan? Quizá recuerden aquellos espejos deformantes del callejón del Gato madrileño y de las verbenas populares. Sería interesante conocer qué ven José Barrionuevo o Rafael Vera en el espejo del baño cuando se afeitan. ¿Un santo varón o quizá, sólo quizá, se encuentran con unos tipos que fueron condenados por su implicación con los GAL, 25 muertos? Seguro que el resto de firmantes, qué risa, ya no se acuerdan de Juan Guerra o de Filesa, ni de Ibercorp, ni de Luis Roldán, carne de su carne, que ellos estaban allí, viéndolo todo, tragándolo todo. Cómo iban a quejarse, si hasta Felipe González, aquí hacen ellos la reverencia hasta el suelo que hemos mencionado el nombre sagrado, se asusta ahora, pobrecito, de los desmanes de Pedro Sánchez. ¿Necesitamos gastar más líneas para descubrir a los descarados? Algunos sinónimos que nos ofrece la RAE: sinvergüenza, desvergonzado, deslenguado, deslavado, impertinente, insolente.

¡Ah, el olvido! Arthur Schopenhauer: “Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”.

Decíamos de Bolaños y de él trae noticias a José K. su torvo amigo el Catavenenos. Dos botoncillos, dos: Alfonso Ussía, El Debate: “Con un horizonte penal bastante gris panza de burro, Bolaños se sacrificará por ella [Begoña Gómez], y de no conseguirlo, tendrá asesora también en la prisión de Ávila, porque ella sin asesoras no puede vivir. Y si Bolaños también ingresa en un hostal del Estado, puede pedir el cambio de sexo, decir que es mujer, y pasar la temporada a la sombra asesorando a su idolatrada Begoña de chica a chica”. Y Pablo Molina, Libertad Digital: “El lacayo del matón. No hay marranada política de Sánchez que Bolaños no haya defendido con el tono repipi y la gestualidad de petimetre que lo caracterizan”.

Nosotros, los memoriosos, dice José K., no nos olvidamos de ninguno de ellos. Reconocemos con presteza a los bellacos. Lo llevan pintado en el rostro, en la sotana o en la pluma.

La paz sea con vosotros.