
Cómo la agencia migratoria de EEUU se ha convertido en la tropa de asalto de Trump y la extrema derecha
Rodeados de secretismo y muchas veces enmascarados, los agentes de inmigración se han convertido en una especie de milicia para la agenda de la extrema derecha de Estados Unidos
Trump ordena intensificar las redadas contra migrantes en grandes ciudades demócratas como Nueva York y Chicago
A lo largo y ancho de Estados Unidos, los chats grupales y los foros comunitarios han comenzado a llenarse de advertencias. No se trata solo de las típicas alertas sobre el tráfico o estaciones de metro fuera de servicio, sino de dónde y cuándo se ha visto por última vez una redada del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Informan sobre los lugares que hay que evitar o sobre el aspecto de los agentes vestidos de paisano.
“Hola a todos”, escribió la semana pasada un residente del barrio de Brooklyn, en Nueva York, en un chat privado con sus vecinos: “Un pajarito me acaba de decir que hay agentes del ICE rondando nuestras calles”. Otra persona no tardó en seguir su ejemplo: “Un testigo afirma que ha visto a dos agentes con chalecos con el logo del ICE detener a tres personas”. También proporcionaron detalles sobre el lugar donde se produjeron las arrestos y el aspecto de los vehículos camuflados: “Si alguien ve a algún agente del ICE o alguna actividad de esta agencia, puede enviar una descripción a través de este enlace para que las personas encargadas de la respuesta rápida local puedan actuar”.
Este tipo de conversaciones son ahora habituales en EEUU. Ha habido redadas de ICE antes de la llegada de Trump, pero llama la atención que una agencia policial haya llevado a cabo una campaña tan exitosa para infundir miedo a nivel nacional.
Los cruces fronterizos se encuentran en mínimos históricos. Los aficionados han evitado asistir al mundial de clubes de fútbol, en el que participan los equipos más importantes del mundo y superestrellas mundiales, por miedo a los agentes de inmigración. Se está deteniendo a trabajadores de puestos de tacos. Algunas granjas tienen tanta escasez de mano de obra que las cosechas se están pudriendo al sol.
Incluso un niño de cuatro años, ciudadano estadounidense con derecho a residir en el país y enfermo de cáncer, fue deportado a Honduras con su familia. En una aparición en el canal CBS News, el zar fronterizo de Trump, Tom Homan, mostró indiferencia ante el caso. En declaraciones para justificar la deportación, defendió: “Cuando entras ilegalmente en el país y sabes que te encuentras en una situación que es ilegal y decides tener un hijo ciudadano estadounidense […] es tu responsabilidad, no del gobierno”.
En el imaginario público, ICE se ha convertido en una agencia que se salta la ley para obedecer la agenda personal de Trump. Sus agentes se han convertido en una especie de ejecutores internos de las ideas de extrema derecha del Make America Great Again (Haz que EEUU recupere su grandeza o MAGA, por sus siglas en inglés). Detienen a “ilegales” y deportan a quienes consideran “delincuentes” a El Salvador, para que se enfrenten a la justicia sin garantías procesales. Trump prometió “castigos” con vistas a su segundo mandato. Los activistas y defensores de derechos humanos señalan que los agentes del ICE son los soldados que lo ejecutan.
Muchas personas se preguntan: ¿es legal el mandato del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y de ICE? Las respuestas a esta pregunta son variadas, y algunos aspectos se están debatiendo en los tribunales, pero, en teoría, la unión de una fuerza policial nacional con la policía local debería tener límites.
“Mientras ICE, el Departamento de Seguridad Nacional y otras agencias federales mantengan un enfoque limitado a cuestiones migratorias, las fuerzas policiales locales pueden —y deben— mantenerse al margen”, afirma Jeffrey Fagan, profesor de Derecho de la Universidad de Columbia. “Pero, como hemos visto [en Los Ángeles] durante las recientes protestas, estas fronteras se difuminan cuando los civiles se organizan para protestar y plantear cuestiones que afectan a la función de proteger la seguridad pública de la policía local”, añade.
Las protestas por las redadas masivas de ICE en Los Ángeles llevaron a Trump a enviar a 4.000 efectivos de la Guardia Nacional (en contra de los deseos del Gobierno de California) y a desplegar 700 marines. California ha denunciado al Gobierno de Trump en los tribunales por lo que considera un despliegue ilegal de la Guardia Nacional para reprimir las protestas, a pesar de que el Departamento de Policía de Los Ángeles había señalado que estaban “en su mayor parte bajo control”.
“Las preocupaciones que azuzaron la protesta contra el proceder del Gobierno federal se extenderán inevitablemente a la policía local cuando haya manifestaciones”, señala Fagan, que añade: “Mantenerlas separadas será vez más difícil a medida que la campaña federal contra la inmigración se extienda”.
Aunque el ICE no lleve a cabo las detenciones, sus acciones han sembrado el caos y han dado lugar a un uso sin precedentes del poder estatal. El FBI detuvo a finales de abril a una jueza de Wisconsin y la acusó de impedir que el personal de inmigración detuviera a un hombre en su juzgado.
Enfrentarse al ICE se ha convertido igualmente en un grito de guerra de los demócratas y la izquierda. Por todo Estados Unidos ha crecido la oposición ciudadana a las redadas. Algunas encuestas muestran que las deportaciones se han convertido en un espectáculo venenoso para Trump y el Partido Republicano.
Los rivales políticos también han aprovechado esta coyuntura para mostrar su resistencia: el senador de California Alex Padilla fue detenido y esposado mientras intentaba interrogar a la responsable del DHS, Kristi Noem, en una rueda de prensa. En otra escena distópica en un tribunal de inmigración, el interventor municipal de Nueva York y candidato a la alcaldía, Brad Lander, fue detenido en público por agentes enmascarados que se lo llevaron a rastras.
“No me consta que haya información pública sobre quiénes son exactamente estos hombres enmascarados”, afirma Heidi Beirich, cofundadora del Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo, que imparte un curso sobre policía en la Universidad del Sur de California. La experta indica que sí se sabe que “agentes de hacienda y otros departamentos ejecutivos han sido destinados a esta labor”, pero que “todo es un poco opaco”.
“El hecho de que no se identifiquen en muchos de los casos que se han denunciado hace que todo esto sea aún más inquietante. Es parte de la estrategia autoritaria de Trump hacer que los agentes arresten a personas sin dar sus nombres ni los de sus agencias y simplemente se las lleven de la calle en vehículos sin distintivos”, concluye Beirich.
La propaganda del DHS también se ha convertido en un arma al servicio del Gobierno de Trump. Amedrenta y promueve la delación. Imitando los carteles de la Segunda Guerra Mundial que pedían a los ciudadanos que estuvieran atentos a lo que entonces era la amenaza real del espionaje enemigo, el DHS publicó una imagen similar en X. “Ayude a su país a localizar y arrestar a los extranjeros ilegales”, publicó la agencia, con una caricatura del Tío Sam y un número del DHS al que llamar para informar de avistamientos.
Beirich afirma que, para algunos, es difícil discernir la difusa línea que separa lo que es una agencia federal encargada de hacer cumplir la ley y lo que es la milicia privada del propio Trump. En este sentido, afirma que “es evidente que el ICE y el DHS se han vuelto mucho más siniestros y están envueltos en un gran misterio, y es evidente que son armas del régimen de Trump para vulnerar los derechos y, literalmente, hacer desaparecer a personas”.