José Luis Borau, el genio infravalorado del cine español que alzó las manos blancas contra el terrorismo

José Luis Borau, el genio infravalorado del cine español que alzó las manos blancas contra el terrorismo

Se cumplen 50 años de su obra maestra, ‘Furtivos’, y un documental reivindica al cineasta cuya imagen en la gala de los Goya de 1998 pasó a la historia

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Cada año, cuando llega la gala de los Goya y se repasan los momentos más emblemáticos de la ceremonia, aparece la misma escena. El cineasta José Luis Borau, presidente de la Academia, alzando sus manos pintadas de blanco en la gala de 1998. Lo hacía para demostrar la condena rotunda del mundo del cine al terrorismo de ETA tras los asesinatos el día anterior del concejal del PP de Sevilla Alberto Jiménez Becerril y de su esposa. Siete meses antes, el 13 de julio de 1997, ETA había secuestrado y asesinado a Miguel Ángel Blanco.

Borau salió a dar su discurso, y anunció que lo había cambiado en el último momento por “los acontecimientos recientes”. “Creo representar los sentimientos de los miembros de esta academia y, por ende, del cine español, al expresar nuestro profundo acontecimiento de que nadie, nunca, jamás, en ninguna circunstancia y bajo ninguna creencia o ideología, nadie puede matar a un hombre”, dijo de forma contundente y alzó sus manos, que hasta entonces habían estado escondidas detrás de su cuerpo y recibiendo una ovación cerrada del público.

Sin embargo, a Borau ha pasado a recordárselo más por este acto que por sus películas, a pesar de haber sido una de las figuras más importantes del cine español. Siempre tuvo claro que quería dedicarse a contar historias, y no solo dejó para el recuerdo obras maestras como Furtivos, sino que estuvo siempre presente en los lugares importantes, como cuando produjo y puso su nombre para que Iván Zulueta pudiera rodar Un, dos tres… al escondite inglés. Como Zulueta no tenía el carnet de dirección de la escuela de cine, obligatorio para poder rodar durante el franquismo, fue Borau quien puso su firma aunque dejó que Zulueta debutara. Quizás sin ese gesto el cine español se hubiera quedado sin Arrebato.

Borau no solo destacó como cineasta. Como recuerda Carlos Heredero —autor del libro Iceberg Borau: la voz oculta de un cineasta— fue también “historiador, erudito de la historia del cine, presidente de la Academia, profesor de muchos cineastas y un director que trasciende la historia del cine español y se inserta de lleno en la historia de España del último cuarto del siglo XX”. Lo dice en el documental Borau y el cine, dirigido por Germán Roda y que ya se puede ver en salas. Un filme que reivindica una figura a menudo olvidada de nuestra historia. Lo hace recorriendo su vida, desde que siendo un niño queda fascinado por Un perro andaluz en 1929, y dando voz a aquellos que le conocieron y trabajaron con él, como Icíar Bollaín, protagonista de su última película, Leo, o directores y amigos como Manuel Gutiérrez Aragón.

A Borau el cine le permitía escapar del franquismo e imaginar otra vida. Usaba el dinero del tranvía para refugiarse en una sala siendo niño, y todo eso fue forjando en él una pasión que acabó desbordándole. En la escuela de cine fue el “alumno más prestigioso”, y por eso extrañó, y le afectó profundamente, ser uno de los pocos de su generación que no logró incorporarse a lo que se bautizó como el nuevo cine español. Para debutar tuvo que rodar un espagueti wéstern, y posteriormente ya llegaría Hay que matar a B (1974) pero, sobre todo, Furtivos, de la que se cumplen 50 años.

Germán Roda, director del documental, reconoce que este documental nace para saciar una cuenta pendiente, ya que aunque había “algún libro publicado, es injusto que no hubiera una película documental sobre Borau”. Su segunda motivación era dar las gracias, porque tiene claro que las generaciones posteriores le deben mucho al director. Igual que con Carlos Saura fue la generación de cineastas como Paco Plaza y Juan Antonio Bayona, y posteriormente Carla Simón, los que le colocaron en el lugar que le correspondía en la historia del cine español, Roda cree que con Borau debería haber un proceso similar, aunque siguen esperando a que ocurra y confía que su documental pueda suponer una primera piedra en ese camino.

Era un cineasta muy querido para los cineastas de su época, pero ya las generaciones siguientes se han olvidado un poco de él

Germán Roda
Cineasta

No tiene duda de que Borau “es una figura fundamental para entender el cine”, pero también destaca que con él se pone en valor “todos los oficios del cine”, entre ellos destaca el de profesor de algunos de los grandes cineastas que vinieron después. No solo desde la Escuela de Cine, sino también cuando dejó la docencia, ya que siempre estaba abierto a leer los guiones de sus colegas y darles su opinión. “Era un cineasta muy querido para los cineastas de su época, pero ya las generaciones siguientes como que nos hemos olvidado un poco de él”, dice con tristeza Roda.

Como cineasta le describe como un Kubrick español, porque se atrevió con todos los géneros y nunca repitió ninguno. “Hizo una comedia, hizo un thriller policiaco, hizo Furtivos, que no la puedes meter en ningún lado, aunque quizás sea el primer drama rural. Hizo cada película de un género diferente. Y eso solo lo puede hacer alguien que tiene un dominio de la narrativa, de la técnica y de la puesta en escena. Él no le daba muchas vueltas a las cosas. Él llegaba, sabía dónde poner la cámara, sabía lo que tenían que decir los actores y no había muchas improvisaciones ni plan B para arreglar luego en el montaje. Él lo tenía todo muy claro”, explica.

La suerte no estuvo de su lado, y tardó en demostrar su talento. Lo hizo de forma contundente, con una obra maestra como Furtivos, con la que “contó el final de Franco y los primeros años de Transición como nadie lo ha hecho”. También con este filme hace falta una reivindicación. Como recuerda Germán Roda, en las listas de las mejores películas de la historia del cine español solía aparecer entre las cinco primeras, y luego ha ido bajando. “Ahora estará entre las 20 primeras, pero en los últimos puestos. A veces esto pasa porque las películas no envejecen bien, pero este no es el caso de Furtivos. Es espectacular. Es, además, una película que se diferencia muchísimo de otras películas del cine español”, subraya el director.

El nombre de José Luis Borau siempre sale cuando se pregunta por el mejor presidente de la Academia de Cine. Para Germán Roda esto se debe a que para Borau el cine era su vida, “su plan A, B y C, no tenía otra cosa”, y en la Academia se volcó como presidente. Lo hizo “como si estuviera dirigiendo una película”. También como cuando su labor en una película era la de productor, como ocurrió en títulos fundamentales del cine español como Mi querida señorita o Camada Negra. “Si él se metía a hacer algo lo hacía a tumba abierta”, subraya Roda.

Eso fue lo que pasó con la Academia, que alcanzó su cima en esa ceremonia de 1978, que “fue la última lección que nos dejó de puesta en escena”. “Ese es el maestro de la puesta en escena, creó una imagen sin palabras. Todavía nos acordamos de esa imagen. Creó un plano para la posteridad, pero además creo que también habla de lo que para él era importante políticamente”, asevera de un fotograma que tiene más valor simbólico que la mayor parte de las películas que se ruedan cada año.