La posibilidad de que aparezca un P.Sánchez se mantiene alejada

Horas antes de la declaración de Santos Cerdán ante el juez instructor del Supremo, Leopoldo Puente, en el PSOE se mostraban confiados en que no iba a causar mucho más daño del ya infligido. Una vez más, se equivocaban. Esto no está a punto de terminar. Justo acaba de empezar. La entrada en prisión del ex secretario de Organización tras su primera declaración supone el peor escenario posible para los socialistas hoy. Mañana, Dios dirá.

El juez ha respondido de la manera más contundente disponible a las proclamas de inocencia del investigado y a su estrategia de defensa. Hace apenas unos días el mismo juez rechazaba por previsible la petición de las acusaciones populares de registrar su domicilio. Santos Cerdán se ha metido por su propio pie en la celda con una táctica que solo le ha servido para disparar las sospechas. Su intento de aprovechar el viento de cola que ha dejado el peculiar intento del juez Peinado de emplumar a Félix Bolaños invocando el fantasma del lawfare, le ha llevado directamente contra las rocas.

La prisión preventiva y el ingreso en Soto Del Real aumentan de manera exponencial la gravedad del caso y su potencia simbólica. Escuchar a María Jesús Montero denominar como “esa persona” a quien hace unos días le merecía poner la mano en el fuego, completa el círculo que nos devuelve a 2018 y a la persona de la que usted me habla de María Dolores de Cospedal. Si algo deben evitar a toda costa los socialistas sería repetir los errores de los populares en la gestión del caso Gürtel.

El auto cifra en más de cinco millones de euros el posible volumen de las mordidas. Manda a prisión a Cerdán para que no pueda esconderlos mejor y proteger a los posibles beneficiarios, sean sociedades o personas. La trama salta de categoría. Ha pasado de las putas a la ingeniería del blanqueo y el desvío de fondos.

La única medio buena noticia que puede traer el auto para Pedro Sánchez reside en su propia contundencia, que refuerza la tesis de que todo empezaba y acababa en Santos Cerdán. Él era el capo de tutti capi. Él diseñaba, mandaba, organizaba y repartía. La posibilidad de que aparezca un P. Sánchez se mantiene alejada.

El salto de calidad de la trama en términos cualitativos y cuantitativos agrava la responsabilidad in vigilando del presidente, un daño doloroso, pero controlable si se sabe argumentar. Pero le sitúa como un cortafuegos de manual; el culpable perfecto para acumular y contener el incendio penal. La superficie quemada es inmensa y seguramente irá a más. Pero el fuego solo se combate con fuego. No hay otra manera. No puede acabar bien. Solo se puede aspirar a evitar la catástrofe.