
Bochornoso
Siendo gravísimo el caso de Cerdán y Ábalos lo que toda persona honesta sabe es que no será precisamente el PP quien regenere nada. Sus hipócritas aspavientos buscan condenarnos a los españoles a más corrupción y más protegida por ese gran conglomerado golpista que trabaja tan engrasado en el mismo objetivo
Impactante ver al número tres del PSOE, Santos Cerdán, en la cárcel acusado de cohecho, organización criminal y tráfico de influencias, en prisión preventiva a la espera de juicio que determine su culpabilidad como indica el procedimiento. Un hecho verdaderamente grave, no caben excusas, ni justificaciones. Pero vista la reacción de la derecha en todos sus brazos de presión, cabe preguntarse cómo se atreven a atacar de esa forma en otros lo que en ellos, el PP, es una práctica habitual. Y al mismo tiempo, al propio sistema que rige en España, por qué no han entrado en la cárcel grandes piezas del PP e incluso cómo es posible que no haya sido duramente sancionado como partido después de alterar el resultado de unas elecciones. Ese fue el efecto (buscado) de los dosieres falsos contra Podemos que perpetró la cloaca policial creada por el gobierno de Rajoy con su ministro Fernández Díaz (pendiente aún de concluir el proceso judicial en marcha desde hace tantos años). Reseñar que a su efecto devastador contribuyeron ya entonces sus terminales judiciales y mediáticas.
No es fácil elaborar una lista de gradación ponderada de todo el daño que han hecho a los españoles algunos miembros del PP y sus secuaces. Y es necesario tenerlo en cuenta porque ahora estamos en un momento similar con la técnica perfeccionada y sin asomo de pudor por, a la vez que atacan, ir enseñando toda su inmundicia; lo que nos han robado, engañado, manipulado, roto los nervios de indignación. Piden elecciones por la decadencia de este Gobierno, dicen, pero, siendo gravísimo el caso de Cerdán y Ábalos, lo que toda persona honesta sabe es que no será precisamente el PP quien regenere nada. Añadirían más putrefacción y, sin la menor duda, más impunidad para lo suyo. Tiene una treintena de juicios pendientes por corrupción.
Esta Congregación de Ángeles Impolutos del PP tiene tal carga de podredumbre a sus espaldas que sería imposible recogerla en un solo artículo periodístico. Le quedan una treintena de juicios pendientes, sobre todo de la gran trama Gürtel, con Lezo, Púnica, Erial o Kitchen. Vieron entrar en la cárcel (por dos veces) a Rodrigo Rato, rutilante vicepresidente de Aznar, a quien enviaron a representar a España como gerente del FMI, y que entraría en Soto del Real, condenado, no presunto, por apropiación indebida, fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales.
Rodrigo Rato sale detenido de su domicilio en Madrid. EFE/Ballesteros
Las peores hazañas de miembros destacados del PP, sin embargo, han tenido una suerte judicial increíble, textualmente: increíble. Porque sí es cierto que ha llegado a ingresar en prisión un gran número de condenados, pero siempre se han salvado las cabezas. Lo lógico es que José María Aznar hubiera pagado por su contribución a la guerra ilegal de Irak que causó miles de muertos. En la justicia internacional. O por las trágicas elusiones y mentiras del 11M, y muchas otras acciones, hasta desembocar en la clara incitación al golpismo en la que insiste –con gran éxito de participación– desde hace más de un año. Por corrupción económica fueron imputados varios de sus ministros y pagaron penas de cárcel Jaume Matas y Eduardo Zaplana, ambos con una peculiar resolución de sus casos. La mujer de Aznar, Ana Botella, vendió como alcaldesa de Madrid viviendas sociales a fondos buitre (donde trabajaba uno de sus hijos), sin el menor costo de responsabilidad.
Feijóo, el actual presidente del PP, hace como si no hubiera existido su íntima amistad con un narcotraficante cuya actividad costó cientos de vidas de jóvenes gallegos. En Europa, esa relación les previno contra él, pero las tragaderas de muchos españoles no le han pasado la menor factura, ni por cómo tumbó con malas artes a adversarios políticos, ni por los trapicheos poco claros de varios miembros de su familia.
El Régimen de Madrid, inaugurado por Esperanza Aguirre con el Tamayazo, sembró pozos inmensos de corrupción, hasta aprovechándose de colegios de niños, y con el uso –también–de “volquetes de putas” para celebrar los éxitos de los pelotazos, pero ella quedó siempre libre: la reina de la charca no sabía nada nunca para la justicia. Ultraderechista nata, es una de las que más grita ahora. Nuestro Manel Fontdevila la inmortalizó en una viñeta que era una verdadera radiografia.
Esperanza Aguirre, chiste de Manel Fontdevila
La heredera de Aguirre y Aznar ha salido una alumna muy aventajada. Merecería otra radiografía similar, más ácida todavía, porque a esta le añadimos el novio, sus negocios, los delitos fiscales por los que ya está imputado, sus pisos, sus coches… y sobre todo 7.291 ancianos muertos sin asistencia médica por un Protocolo de Vergüenza de la Comunidad de Madrid al que también le ha hecho salvedades la justicia.
Ahora mismo el PP tiene a un Carlos Mazón que desafía todo lo conocido en desvergüenza. Ahí sigue como si no fuera con él la tragedia agravada de la DANA, forrándose a comidas, como esa que costó 853 euros que además pagó dos veces, y sin contar, transcurridos nueve meses ya, qué hizo mientras los ciudadanos de la comunidad que presidía se ahogaban. Su exconsellera Pradas, de la misma calaña, no para de solicitar al Consejo General del Poder Judicial que suspenda a la jueza de la DANA. Otro clásico del PP, si recuerdan hasta nueve jueces pasaron por el caso Carlos Fabra, también en la Comunidad Valenciana, víctimas de traslados y diversas desapariciones.
Durante años mucha gente sin conciencia se excusó por votar a corruptos con aquello del “todos los hacen” y el “y tú más”. No es el caso a aplicar ahora porque bastante bochorno nos produce a los ciudadanos españoles con aprecio por la justicia y la decencia, cada vez que ocurre, sea quien sea el autor. A ello, a esa tibieza del todos lo hacen, contribuyó la etapa de Felipe González como presidente del Gobierno. Casi nos habían hecho creer ahora, durante los gobiernos recientes del PSOE, con y sin coalición, que era algo superado.
El Gobierno de Felipe González tuvo casos de corrupción tan sonados como el del hermano del vicepresidente Alfonso Guerra o el de Luis Roldán, primer civil que dirigió la Guardia Civil, mangando lo que pudo y con sus vergonzantes jacuzzis.
Lo terrible es esto. Ver el cuajo con el que toda esta gente aprovecha un caso deleznable de miembros del PSOE para su campaña de derribo al Gobierno. No lo hacen para atajar ninguna corrupción, ni uno de ellos es lo que se dice una persona ejemplar. Sus hipócritas aspavientos buscan condenarnos a los españoles a más corrupción, más protegida por ese gran conglomerado golpista que trabaja tan engrasado en el mismo objetivo. Añadan a las huestes ultras violentas que han levantado.
La corrupción que siempre ha anidado con fuerza entre algunos españoles lo demostró, una vez más, en un estudio realizado sobre las elecciones municipales de 2007 que mi memoria ha buscado en los archivos. El 71% de los alcaldes acusados de corrupción mantuvo el poder. De los 133 municipios en los que sus ediles fueron encausados, no cambió el alcalde en 94 de ellos y casi en la mitad, en 40, incluso recibieron más votos. Estamos peor ahora. La política sucia ha extremado los enfrentamientos ideológicos, más aún, emocionales. Ni el PP, ni Vox por supuesto, quieren acabar con la corrupción, lo triste es que tampoco buena parte de sus más enfervorecidos votantes. El problema es demasiado complejo para el infierno de este verano climático. Esperemos que todo esto no sirva de excusa para no exigir limpieza y responsabilidades en toda acción de gobierno, de política, de prensa, y de justicia.