
Felipe González contra el PSOE
Felipe ha criticado muy duramente tanto a Zapatero como a Sánchez, los dos dirigentes del PSOE que en los últimos veinte años han sido presidentes del Gobierno, de manera que, salvo el período de Rubalcaba como secretario general, todo lo hecho por los socialistas desde principios de este siglo le ha generado un profundo rechazo
Hace unos días Felipe González hizo unas duras declaraciones a Onda Cero en las que arremetió de nuevo contra la amnistía y contra Pedro Sánchez, reclamando un adelanto electoral y llegando a afirmar que no votará al PSOE si lo encabeza alguien que haya estado vinculado a la propuesta de amnistía.
Sus afirmaciones han causado sorpresa, sobre todo la de que no votará al Partido Socialista si lo encabeza Pedro Sánchez, aunque creo que es el desenlace final de una deriva que viene ya de lejos. Recordemos que Felipe ha criticado muy duramente, incluso con inquina, tanto a Zapatero como a Sánchez, los dos dirigentes del PSOE que en los últimos veinte años han sido presidentes del Gobierno de España, de manera que, salvo el período de Rubalcaba como secretario general, todo lo hecho por los socialistas desde principios de este siglo le ha generado un profundo rechazo.
No seré yo quien niegue el derecho de los afiliados a criticar a la dirección, derecho que hay que respetar tanto si es Felipe González como cualquier otro militante, pues el partido socialista es un partido democrático y plural, pero creo sinceramente que esas opiniones son profundamente contradictorias con mucho de lo hecho por el propio Felipe en su vida política. Veamos algunas de ellas.
Ante todo, la amnistía. Siempre sostuvo que la amnistía del procés no cabía en la Constitución y ahora insiste en que va contra el Estado de Derecho, que es una “autoamnistía”, que no es un perdón, sino “pedirles perdón por la barrabasada que han hecho” a los responsables del procés, y que es “un acto de corrupción política”.
Conviene recordar que en octubre de 1977 se aprobó la Ley de Amnistía, paso previo a la Constitución de 1978, que buscó superar el largo periodo de la dictadura franquista promoviendo la reconciliación de todos los españoles, para lo que se amnistió incluso a terroristas y a franquistas que habían cometido delitos de sangre y represores de las libertades. Esa ley tuvo el apoyo entusiasta de Felipe González y todo el grupo socialista y en ningún caso se consideró una autoamnistía, ni supuso la legitimación del golpe militar y de la Dictadura, ni eliminar el carácter delictivo de las conductas amnistiadas, ni que los demócratas pidieran perdón a los etarras o a los autores de crímenes del franquismo, sino únicamente anular los efectos de sus acciones con una finalidad de normalizar la vida política democrática.
Si ahora Felipe dice lo contrario de lo que apoyó entonces, cuando se trata también de una ley “para la normalización institucional, política y social en Cataluña”, es simplemente porque desde hace mucho tiempo está en desacuerdo con las grandes opciones de la política que lleva a cabo el Gobierno de Pedro Sánchez. Siempre estuvo en contra del pacto con otras fuerzas de la izquierda con apoyo de partidos nacionalistas e independentistas, prefiriendo una suerte de gran coalición con el PP –recordemos que ya en 1993 prefirió pactar con Pujol antes que con Izquierda Unida, y que ya anteriormente tuvo fuertes confrontaciones con los sindicatos UGT y CCOO–. E igualmente no ha compartido la política sobre Cataluña, en una inclinación progresiva hacia el nacionalismo españolista que le lleva en el tema de la amnistía a coincidir con las posturas más recalcitrantes del PP.
Igualmente debería Felipe ser más prudente al hablar de corrupción, más aún de corrupción política. Yo era diputado en la legislatura 1993-1996, cuando su gobierno estaba plagado de casos de corrupción (Filesa, Roldán, Mariano Rubio, Juan Guerra, los GAL, Perote), que tuvieron como consecuencia el triunfo electoral de la derecha.
Pero lo que más sorprende (¿o quizás ya no?) es que manifieste que si encabeza la lista alguien vinculado con la amnistía, obviamente Pedro Sánchez, no votaría al PSOE, absteniéndose. Cuando él era secretario general del partido y presidente del Gobierno muchos discrepamos de algunas de sus políticas. Su cambio en relación con la OTAN, su deriva socio-liberal con privatizaciones y desregulación laboral, su confrontación con los sindicatos, la actitud con los responsables del GAL y otras cuestiones fueron criticadas desde Izquierda Socialista y otros sectores del socialismo, generando importantes debates en los Congresos y Comités Federales. Sin embargo, nunca ninguno de nosotros dejó de apoyar públicamente la candidatura que él encabezaba. La pluralidad y la crítica eran necesariamente compatibles con la lealtad a las siglas y a los dirigentes. Cuando Felipe González dice públicamente que no votará al PSOE si el que se presenta es su actual secretario general, está llamando al disenso, a la abstención, a que no se vote al socialismo. Lo veo como una deslealtad con su historia y con el partido que le apoyó durante tanto tiempo.
Termino con una confesión. Las declaraciones y la actitud de Felipe González me producen cierto pesar. Quizás por mi larga vinculación con la tradición del socialismo democrático y mi interés por los 143 años de historia del PSOE, no puedo obviar que Felipe fue su secretario general durante 19 años y en su nombre presidió el Gobierno durante 14 de ellos. La ruptura o, al menos, su desvinculación con lo que actualmente es esa historia, el partido socialista, sus militantes y sus dirigentes generan sin duda rechazo en la mayoría, pero también, repito, decepción y pesar.