Al PP le preocupa (a veces) la violencia machista, pero más aún las denuncias falsas

Al PP le preocupa (a veces) la violencia machista, pero más aún las denuncias falsas

Feijóo y los suyos dicen que no admiten lecciones de feminismo, y menos del PSOE; mientras, siguen guardando silencio sobre el apoyo que recibió el conselleiro de la Xunta investigado por agresión sexual y lanzan como gran propuesta contra la violencia machista luchar contras las denuncias falsas

Aplausos para el conselleiro y descrédito para la mujer que lo denuncia: la cultura de la violación también está en las instituciones

“Ya está bien de que algunos se arroguen el exclusivo derecho de hablar en nombre de las mujeres en público, con las actitudes que luego tienen en privado, ¿no os parece que ya está bien?”. Alberto Núñez Feijóo le hablaba a su partido en su discurso de cierre del XXI Congreso Nacional del PP de este fin de semana. Lo hizo con un discurso y con una ponencia política que buscaba un equilibrio: sumarse al discurso antifeminista pero disimulando; criticar al contrario por machismo, pero sin mirar hacia dentro; mostrar muchísima preocupación por las mujeres, pero llevar como gran propuesta contra la violencia machista la lucha contra las denuncias falsas. El resultado es un Partido Popular claramente preparado para pactar con la extrema derecha, también en un hipotético gobierno nacional.

Para empezar, esa proclama en la que Feijóo afeaba al PSOE los comportamientos machistas de algunos de sus líderes masculinos olvidaba lo de siempre: la autocrítica. Mientras Feijóo metía el dedo en la llaga del PSOE, acusándoles de hipocresía, olvidaba que su partido ha amparado y aplaudido a un conselleiro del gobierno gallego investigado por agresión sexual: Alfonso Villares dimitía en junio, con aplausos y reconocimiento de la Xunta, incluido su presidente, Alfonso Rueda, que conocía desde febrero la existencia de esa denuncia y que no vio necesario tomar medida alguna.

Pero el nuevo secretario general del Partido Popular, Miguel Tellado, insistía: “No aceptamos lecciones de feminismo, ni una sola nunca más”. El mismo día que los líderes del PP cargaban contra los socialistas, Paco Salazar renunciaba a ser nombrado secretario de Organización del PSOE después de que elDiario.es publicara que varias mujeres le acusaban de comportamientos inadecuados. El partido socialista ha abierto una investigación interna. Sin ánimo de dar lecciones de feminismo al PP, hay una premisa básica: la diferencia entre organizaciones no está solo en que algunas conductas existan o no, sino en la respuesta a esas conductas.

Quizá el silencio de Feijóo y los suyos sobre el caso de Alfonso Villares se deba a otra de sus frases: “Es posible combatir la violencia machista sin criminalizar a todo el género masculino. Y es posible el empoderamiento femenino sin convertir a los hombres en un enemigo en potencia”. La afirmación del líder del PP compra sin tapujos una de las ideas más repetidas sobre el feminismo, que es un movimiento odiador de hombres, polarizador, generador de una guerra de sexos. Feijóo da por hecho que, hasta ahora, todo lo hecho para combatir la violencia machista ha criminalizado a los hombres, que es como asumir ese tópico de ‘los calabozos están llenos de hombres inocentes’ que difunde tanto la extrema derecha como los youtubers, streamers y tiktokers que corren por Internet.

Esa parte del discurso de Feijóo se corresponde con una de las ideas que aparecía en la ponencia política del partido para este congreso. “Condenamos toda forma de violencia, especialmente la violencia machista y la ejercida contra los niños”, decía el texto, que, a continuación, contenía sus propuestas al respecto: endurecer penas, incluida la prisión permanente revisable, y luchar contra las denuncias falsas. La frase más preocupante: “La justicia consiste en juzgar a los culpables, no en condenar a los inocentes. Hay que ser implacables con las denuncias falsas”. Preocupante porque asume uno de los bulos machistas clásicos (que existen muchísimas denuncias falsas de mujeres a hombres para obtener beneficios o a modo de venganza) y porque da por hecho que denunciar falsamente en España no solo es un problema, sino que prácticamente queda impune.

Llegados a este punto, entendemos que, paradójicamente o no, el PP da toda la credibilidad del mundo a las mujeres que han señalado a Paco Salazar, pero ninguna a la mujer que ha acudido a la justicia para denunciar por agresión sexual a uno de los suyos. Más que una preocupación genuina por el machismo y las víctimas, lo del PP suena a instrumentalización: nos preocupáis, pero algunas veces más que otras, depende de a quién acuséis; nos preocupáis, pero el problema son las denuncias falsas; nos preocupáis, pero el feminismo criminaliza a los hombres; nos preocupáis, pero es que hay hombres afectados por un “divorcio duro”.

Los bulos tienen una función propagandística, una voluntad de instalar en la sociedad unas ideas para conseguir un estado de ánimo y de opinión y, por tanto, cambios. Los datos de la Fiscalía confirman año a año que las denuncias falsas suponen cerca del 0,001% de las causas abiertas por violencia de género. Un vistazo a artículos y discursos permite ver cómo la preocupación por las denuncias falsas no parece existir, o no desde luego con esta intensidad y frecuencia, cuando hablamos de otros delitos.

No, los calabozos no están llenos de hombres inocentes. Por contra, las casas están llenas de mujeres que nunca han denunciado y nunca lo harán, ni ante la policía ni ante su partido, su universidad o su empresa, porque el miedo a no ser creídas, a lo que pueda suceder, el miedo a que esos bulos y estereotipos pesen más que su relato, es más poderoso que lo que esta sociedad está haciendo para combatirlos.

“Lo personal no es político”, dice sin pudor la ponencia política del PP, negando una de las máximas del feminismo contemporáneo, aquella que dice que lo personal es político. Esa es la premisa que en las últimas décadas ha permitido sacar de lo privado a lo público las violencias machistas, el acoso sexual o la LGTBifobia. Pero el Partido Popular no admite lecciones de feminismo. Y no porque no las necesite, sino porque no las quiere.