Despedida tras pedir conciliar en verano: una farmacia prescinde de una trabajadora que solicitó un permiso parental

Despedida tras pedir conciliar en verano: una farmacia prescinde de una trabajadora que solicitó un permiso parental

“Lo cuento porque es urgente hablar. Porque no quiero que otra madre tenga miedo de pedir lo que es suyo. Mi despido es el retrato de un sistema laboral que penaliza el cuidado y que castiga a quienes interrumpen la lógica productivista para poner la vida en el centro”, explica la trabajadora de la farmacia de la T4

Pedir una excedencia en verano para cuidar de tus hijos: “Me sale más barato no trabajar que pagar campamentos”

Hasta hace pocos días, Lidia trabajaba en la farmacia de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid, en fines de semana alternos. El miércoles 2 de julio le pidió a su jefa adaptar el calendario para poder conciliar. Tiene dos hijos pequeños, de uno y tres años, y otras dos un poco mayores de su pareja, y se le estaba haciendo “muy difícil” organizarse para cuidar en verano. A la empresa no le gustó la petición y, solo tres días después de solicitar medidas de conciliación, Lidia estaba despedida. El sábado 5 de julio, a las 6 de la mañana, al presentarse en su puesto de trabajo, la gerente la esperaba con una carta de despido disciplinario. Lidia no se llama Lidia, pero en esta información se ha prescindido de cualquier dato que pueda identificarla.

La de la T4 es una farmacia grande, que cuenta con tres locales en la misma terminal. Está “abierta los 365 días del año, incluyendo domingos y festivos”, según su página web. Para eso hace falta una plantilla grande: aunque no existen datos públicos sobre el número de empleados, Lidia apunta que en el grupo de whatsapp interno hay 66 personas. Los tres locales comerciales que ocupa esta farmacia son una concesión pública de AENA.

En los casi dos años que llevaba trabajando en la empresa, Lidia explica que nunca encontró facilidades para poder conciliar su vida personal y laboral. Desde el principio le dejaron claro que no había flexibilidad, y cuenta que incluso llegaron a presionarla para asistir a cenas de empresa y formaciones fuera de su horario laboral. Tampoco recibieron bien la noticia de que estaba embarazada, según la trabajadora. Ella asegura que no ha faltado a trabajar “ni un solo día” desde que empezó, pero este verano la logística se le complicó. Lidia y su pareja viven en Madrid, “en una familia extendida”: “Tenemos dos criaturas pequeñas: una de un año y medio y otra de tres años y medio, que son mis hijos biológicos, y sus dos hermanas, de cinco y nueve años, que son hijas de mi pareja”, apunta. Sin red familiar cerca, apostaron por salir de la ciudad para acercarse a los abuelos y tener apoyo en los cuidados, por lo que viajar a Madrid en fin de semana se le hacía difícil. “Era o separarme del más pequeño y viajar sola a Madrid o mover a todo el sistema familiar, lo que significa gastos, tensión logística y romper rutinas”.

Así que decidió intentar solicitar medidas de conciliación a su empresa. Lo primero que hizo fue enviar un mensaje informal a su jefa a través de Whatsapp. El miércoles 2 de julio le escribió explicándole la situación y proponiéndole distintas opciones. El mensaje decía así: “¡Hola! Espero que estés bien, no sé si ya estás de vacaciones. Te escribo porque me ha fallado la logística y está siendo bastante complicado el cuidado de los niños este verano”, empezaba. A partir de ahí, le proponía diferentes opciones para organizarse: cambiar turnos con compañeros y compañeras o devolver los días después del verano. Si no era posible organizar los turnos internamente, Lidia sugería pedirse una parte del permiso parental de ocho semanas para el cuidado de menores, sin remunerar. También le servía una mezcla de todas las opciones: “Una semana de permiso, otra con alguien que me haga el cambio….”, proponía la trabajadora.

La gerente contesta en un mensaje de audio con tono airado; esta es su transcripción: “A ver, es tremendo lo que me estás diciendo. O sea, yo entiendo tus problemas, pero es que todo el mundo tiene niños y todo el mundo tiene vacaciones. Entonces es muy complicado que ahora te pidas ese permiso, me parece muy injusto de cara a tus compañeras, que todo el mundo tiene sus vacaciones y estamos hasta arriba de trabajo. Imagínate cómo está el aeropuerto los fines de semana de verano”, empieza. La única opción que le ofrece es cambiar turnos con sus compañeros: “Sois muchísimos, intentad organizaros, pero siempre os hemos dicho que no podéis cogeros las vacaciones en verano”, zanja.

En cuanto a tomarse el permiso de conciliación no remunerado, la gerente de la farmacia lo descarta tajantemente: “No me parece para nada”, contesta. “Si va a ser así, de verdad te pediría [que pienses] si quieres seguir trabajando aquí, hay farmacéuticos que terminan contrato y querrían quedarse a trabajar”. Y sigue así: “Valóralo un poco, pero sinceramente no me parece, que por mucho derecho laboral que tengas, nos hagas esto de cara al verano porque nosotros no podemos cubrirte los fines de semana. Aquí todos hemos tenido niños, yo la primera, y nos tenemos que apañar. Y en el aeropuerto justamente en verano es cuando menos podemos ayudaros”. Para terminar, urge a Lidia a tomar una decisión rápidamente: “Dime algo mañana o pasado y me das la solución, porque yo me marcho de vacaciones y luego ya no lo puedo solucionar”, dice su jefa en ese primer mensaje de audio.

A Lidia ese mensaje la deja “muy descolocada”, “en shock”, “tanto por el tono como por el contenido”. A continuación cuenta que recibe varios mensajes y llamadas más, tanto de su jefa como de otra superior, presionándola para tomar una decisión. Viendo que la situación se tensaba cada vez más, la trabajadora decide buscar asesoría legal para que la orienten en los pasos a seguir. En paralelo, consigue cambiar un turno con una de sus compañeras, por lo que el diseño de su conciliación para el verano se queda en un cambio de turno y la solicitud de dos semanas de permiso parental.

María Espinosa y Carmen Torres, del despacho Mamá Jurista –especializado en maternidad y derechos laborales–, son las abogadas que están asesorando a Lidia. “Ella contactó con nosotras para saber si tenía derecho a disfrutar del permiso parental, que por el momento es un permiso no remunerado. Al tener dos hijos menores de ocho años se le informó de que sí tenía derecho a pedirlo, ya que lo reconocen tanto la ley –el artículo 48 bis del Estatuto de los Trabajadores– como su convenio colectivo. Debía solicitarlo formalmente con 10 días de antelación y le recomendamos hacerlo mediante un email con envío certificado”, explican las abogadas.

Despido disciplinario

Siguiendo las orientaciones legales, Lidia envía la solicitud formal a Recursos Humanos por email, e informa de este paso por whatsapp a su jefa, todavía en tono conciliador y con esperanzas de encontrar una solución. “Hola, finalmente, dentro de las posibilidades, me cambio un finde y me cojo dos semanas de permiso. Os he mandado por correo la solicitud formal para RRHH. Bss”. Ese mensaje y ese email los envía la trabajadora el viernes 4 de julio. Pocas horas después, el sábado 5 de julio, a las seis de la mañana, se presenta en su puesto de trabajo para empezar su jornada en la farmacia de la terminal. Su jefa la está esperando y le entrega una carta de despido “por motivos disciplinarios”, sin indemnización y alegando “bajo rendimiento”, aunque sin concretar más detalles.

“Mi reacción fue de sorpresa y de miedo. Me sentí muy vulnerable y herida, castigada. Sentí que estaba viviendo una injusticia muy grande, tanto que no me creía que fuese verdad”, recuerda de ese momento. Firmó el despido, aunque escribió “no conforme”. Y asesorada por sus abogadas, se puso en marcha a las pocas horas para reclamarlo judicialmente. Las abogadas María Espinosa y Carmen Torres creen que la empresa tendrá disposición para llegar a un acuerdo porque su clienta tiene “toda la razón”. “El despido no tiene una causa justificada: en la carta no alegan los motivos ni lo justifican, lo que lo convierte en un despido improcedente. Además, en el caso de las personas que solicitan un derecho de conciliación, como están protegidas, su despido injustificado se considerará nulo, es decir, que nunca debió de existir. Pero la nulidad del despido debe declararla un Juzgado y por ello es necesario demandar a la empresa que despide”, exponen.

Así lo harán: primero intentarán conciliar y si no lo consiguen, demandarán a la empresa, confiando en que el procedimiento se resolverá a su favor. “La ley protege a quienes ejercen sus derechos de conciliación con la protección frente al despido y además sanciona a las empresas que adoptan represalias frente a trabajadores por solicitar sus permisos”, explican desde Mamá Jurista. Y advierten de las posibles consecuencias que podrían tener las empresas que deniegan medidas de conciliación: “Un despido nulo tiene como consecuencia la readmisión inmediata del trabajador o trabajadora, con el abono de los salarios dejados de percibir desde la fecha del despido hasta la sentencia. Además de una indemnización adicional por los daños morales, para compensar el sufrimiento, dolor, incertidumbre, angustia o ansiedad que haya podido producir a la trabajadora la vulneración de un derecho fundamental. La indemnización puede ir de los 7.501 a 30.000 euros, conforme a los artículos 8.12 y 40.1.c) de la Ley de Infracciones y Sanciones del Orden Social”, explican las abogadas.

Contactados por este periódico por email y por teléfono, la Farmacia de la T4 ha dado acuse de recibo de la petición pero no ha respondido para ofrecer su versión de los hechos.

Lidia, que no se llama Lidia, quiere contar su caso públicamente para que este tipo de situaciones “dejen de suceder”. “Lo cuento porque es urgente hablar. Porque no quiero que otra madre tenga miedo de pedir lo que es suyo. Mi despido es el retrato de un sistema laboral que penaliza el cuidado y que castiga a quienes interrumpen la lógica productivista para poner la vida en el centro”, concluye la trabajadora despedida.