
«Con crema se puede estar todo el día al sol» y otras ideas que dejar en el hotel antes de ir a la playa
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No es mi intención arruinarte las vacaciones. Ni mucho menos. Pero aprovechando que media España ya está en la playa, tenemos que hablar de una cosa. Tenemos que hablar del sol. Torrarse la piel para coger color y que al volver a la oficina te digan el buen tono que tienes, lo guapo o guapa que estás, es muy años noventa. Nada 2025.
La idea de tomar el sol para brocearse, o sea, tumbarse durante horas y horas no es nada recomendable. Eso no significa que tengamos que meternos en una cueva durante todo el verano, sino exponernos con cabeza: estar unos minutos al sol para secarnos o mientras damos un paseo a primera hora de la mañana no es lo mismo que fundirnos con la arena sin sombrilla, ni gorro ni gafas de sol.
Hay una línea entre lo saludable y lo lesivo. “Un paseo, practicar deporte al aire libre o estar en una terraza a la sombra pueden ser actividades seguras si se hacen con protección adecuada. En cambio, pasar horas tumbados al sol para cambiar el color de nuestra piel entra claramente en lo excesivo”, explica la oncóloga Eva Muñoz Couselo en este artículo, que te recomiendo que leas antes de irte de vacaciones. Si ya estás con las bermudas puestas, nunca es tarde para cuidarte mejor, ¿no?
La crema fotoprotectora es una buena aliada para protegernos pero no permite barra libre de sol. Incluso hay estudios que demuestran que esa “sensación de seguridad” hace que terminemos cogiendo más sol del que sería recomendable. Lo llaman la “paradoja de la protección solar”. Al final, el bronceado, que la piel cambie de color y se oscurezca, es una reacción del cuerpo para protegerse ante la radiación solar.
En todo caso, las recomendaciones médicas son: reponerla cada dos horas –y también después de cada baño o si hemos sudado mucho–, incluso si está nublado, y que sea de protección 50. También se debe evitar la exposición a los rayos entre el mediodía y las cuatro de la tarde.
Ahora sí, ¿listo para un bañito?😎
Una persona dependiente baja de una furgoneta para volver a su residencia.
Mientras estabas a otras cosas…
Una de cada tres personas tienen un seguro de salud pero piensa que recibiría un tratamiento mejor en la sanidad pública ante un problema gordo de salud. Los datos.
El sistema de la dependencia cada vez está más presionado. Una cifra para hacernos una idea: cada mes entran 10.000 nuevas solicitudes de ayudas.
Los servicios de salud mental de la sanidad pública son un cóctel molotov a punto de estallar. Este es un ejemplo. La historia tiene muchos detalles interesantes (y no es porque la haya escrito yo, que también).
Los mosquitos se ponen las botas
El calor les gusta mucho a los mosquitos y este año, con altas temperaturas tan pronto, los insectos llevan ya unas semanas poniéndose las botas. El calor acelera sus ciclos vitales, me cuenta el entomólogo del CSIC Roger Eritja, lo que implica “un tiempo más corto entre generaciones del insecto y, por lo tanto, más mosquitos a lo largo de todo el año”.
Además, la primavera ha sido muy lluviosa, así que es posible que lugares que a estas alturas del año deberían estar secos este año tengan algo de agua. Un nido ideal para que los mosquitos se reproduzcan. Necesitan el agua en su fase larvaria.
Lo peor de la historia es que esos mosquitos que están living con estas condiciones ambientales transmiten enfermedades: el virus del Nilo Occidental, el dengue, el chikungunya… El Centro Europeo de Enfermedades ha avisado de que los brotes entre humanos han llegado antes que otros años: en Francia se han detectado casos locales con síntomas de chikungunya en mayo.
Aquí te dejo también las estrategias de salud pública que se están usando para protegernos.
La semana que viene, más historias.
Sofía