
Julio Verne, rey de la literatura de aventuras… y clásico del cine checoslovaco
Su industria sintió un pequeño flechazo por las obras del escritor, autor de títulos como ‘Viaje al centro de la Tierra’. Karel Zeman, un mago de la mezcla de imagen real y animación, fue el gran responsable
El cine producido en la Europa del pacto de Varsovia, en la Unión Soviética y los países controlados por esta, no era una isla cultural completamente ajena a lo que sucedía en el Occidente capitalista. Algunos climas políticos y culturales pudieron ser ferozmente adversos, pero muchos artistas del bloque soviético indagaban en el arte del otro lado del muro de Berlín. Una de las aproximaciones transculturales más llamativas fue el pequeño idilio que el audiovisual checoslovaco mantuvo con el escritor francés Julio Verne. Ese idilio tuvo lugar principalmente, pero no solamente, gracias a la dedicación de uno de los grandes realizadores de cine juvenil de todos los tiempos: Karel Zeman.
Fijarse en Verne no era una opción anómala. Durante décadas, sus obras (o versiones reducidas de estas) habían sido muy empleadas como puerta de iniciación a la literatura para el público juvenil y, a la vez, como fuente de disfrute para los adultos. Sus viajes al centro de la Tierra, o al fondo del mar, o a países lejanos, habían inspirado a realizadores como Georges Méliès, pionero del audiovisual fantástico. Uno de los resultados fue el emblemático cortometraje Viaje a la Luna, recordado por sus imágenes de una Luna visualizada como un rostro en el que impacta un cohete.
Con los años, el goteo de adaptaciones reconocidas de obras del escritor francés llegó a convertirse en una lluvia. Una gran producción de Disney como Veinte mil leguas de viaje submarino (en la versión dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Kirk Douglas y James Mason) dio el pistoletazo de salida a una cierta etapa de esplendor verniano en la gran pantalla a mediados del siglo pasado. Llegaron más ambiciosos espectáculos estadounidenses (La vuelta al mundo en 80 días, Viaje al centro de la Tierra) y otras producciones de alrededor del mundo (España se apuntaría a la moda años después, con aportaciones de Juan Antonio Bardem, Jesús Franco y, especialmente, Juan Piquer Simón). En este contexto de auge, el mencionado Zeman presentó Una invención diabólica en 1958.
El apóstol checoslovaco de la imaginería verniana
En la misma época en que el técnico de efectos especiales Ray Harryhausen comenzaba a impresionar con los efectos especiales que diseñaba para producciones hollywoodienses como El gran gorila o El monstruo de los tiempos remotos, Karel Zeman se consolidaba como un mago de la mezcla de imagen real con dibujos y animación en stop motion. El checoslovaco había despuntado con el largometraje Viaje a la prehistoria, que parecía un homenaje a los intereses y fantasías de las audiencias jóvenes: un grupo de niños se encontraba con dinosaurios y otras maravillas.
La carrera armamentística entre naciones aparece ridiculizada en ‘El dirigible robado’
Una invención diabólica ya marcó el camino de lo que serían todas las adaptaciones de novelas vernianas por parte de Zeman. Se apostaba por un cine de aventuras de enfoque amable, que contenía gratificaciones (y dardos, y mensajes) para el público adulto interesado en las narrativas fantásticas, pero que privilegiaba a las audiencias jóvenes. Todo está relatado con mimo y con una cierta pausa que puede resultar disruptiva si se compara con la aceleración y la vocación de apabullamiento sensorial que proyecta tanto audiovisual actual orientado a las audiencias infanto-juveniles. Su visionado puede suponer una bonita diversificación de las dietas audiovisuales, si se asume la aparente ausencia de doblajes disponibles en castellano. Actualmente, la plataforma Filmin incluye en su catálogo Una invención diabólica y El dirigible robado, ambas en su versión original acompañada de subtítulos en castellano.
En las obras vernianas de Zeman aparecían adultos entrañables y jóvenes intrépidos que vivían peripecias y tramas de amor castas, pero también acostumbraban a comparecer niños que servían de nexos con los espectadores más jóvenes. Se relataban violencias y criminalidades, sí, pero se representan de manera poco perturbadora. Las imágenes, estéticamente muy cuidadas, eran de naturaleza híbrida: los personajes se movían indistintamente por escenarios reales y por decorados y pinturas que remitían a los grabados que ilustraban los libros de Verne.
Junto con las tecnologías retrofuturistas y el cameo de algún monstruo fantasioso, emergían las pinceladas de crítica. Zeman parecía muy consciente de que Verne no solo era un escritor prolífico que publicaba historias por entregas para un editor conservador. Las aventuras que el francés relataba emanaban de un imaginario colonial, pero a veces incluían algunas intuiciones humanistas sobre la barbarie implícita del colonialismo. Y sus llamadas a la confianza en el progreso científico incluían advertencias sobre sus usos posibles con finalidades destructivas.
Una invención diabólica, por ejemplo, trataba de un científico despistado que trabaja en una nueva fuente de energía, de su joven ayudante y de un cruel aristócrata que quiere aprovechar las investigaciones de ambos para crear un terrible explosivo. Las posteriores El dirigible robado, de 1967, y On the comet, de 1970, también incluyeron pinceladas críticas sobre armas, chovinismos y deseos de poder. La primera de ellas, deliciosa, caricaturiza la carrera armamentística entre naciones siempre deseosas de disponer de la siguiente invención diabólica. El tema parece tristemente actual. En la segunda película se escenificaba como las luchas violentas por el poder político (y por el lucro derivado del tráfico de armas) no se detienen ni siquiera cuando una zona de la Tierra se desgaja del resto del planeta y se adhiere a un cometa a causa de la atracción que este cuerpo celeste ha generado a su paso.
Utopía y distopía en la misma narración
Con Zeman ya en la recta final de su trayectoria, otros dos realizadores de la Checoslovaquia comunista tomaron el testigo con sendas adaptaciones de obras del autor de De la tierra a la Luna: Ludvík Ráža y el interesantísimo Oldřich Lipský. Sus aportaciones quizá resultan un poco menos aptas para el público infantil, pero pueden ser potencialmente muy gratificantes para audiencias juveniles o para adultos.
‘El misterioso castillo de los Cárpatos’ está repleta de tecnologías retrofuturistas y misterios recubiertos de humor negro
Ludvik Raza firmó El secreto de La Ciudad de Acero a finales de los años setenta del siglo pasado. Quizá es la más obviamente política de todas estas adaptaciones (admite una lectura metafórica del antagonismo entre el bloque liderado por la Unión Soviética y el bloque liderado por los Estados Unidos), y quizá también es la más oscura. Después de recibir una enorme herencia, dos hermanos deciden fundar una ciudad cada uno: Fortuna, marcada por una especie de humanismo socializante que busca el bien común; y La Ciudad de Acero, que utiliza la explotación y la competición para crecer. No falta el referente juvenil dentro del relato: un chico que busca a su padre y acaba introduciéndose en una trama de espionajes, conspiraciones y peligros.
El misterioso castillo en los Cárpatos, estrenada originalmente en 1981, es una mezcla peculiarísima de elementos de la literatura romántica, del terror gótico y de la narrativa de misterio. Entre pasadizos secretos, tecnologías imaginarias y científicos locos, la película puede remitir a los seriales mudos de Louis Feuillade (autor de Judex o Los vampiros) y otros clásicos del cine más en contacto con la ficción pulp. El empleo de un humor a veces negro y a veces absurdo, siempre excéntrico, la convierte en un plato atípico que no es para todos los gustos.
Esta gozada para amantes del fantástico más peculiar y el friquerío más abierto de miras puede servir, además, como puerta de introducción a la filmografía cachonda y desbordante, y demasiado poco conocida, de su director. Lipský firmó aproximaciones habitualmente paródicas a narrativas diferentes en la órbita de la cultura de masas: la literatura detectivesca, la ficción futurista, el wéstern y de lo que hiciese falta. En esta ocasión, también optó por llevar el texto original a un lugar extraño y a la vez propio y habitual en su filmografía: una especie de esteticismo enrarecidamente cómico. La película está disponible en la plataforma Cultpix.