
De símil a significante vacío: cuando se venden como el nuevo “Soho” los barrios de Madrid para intentar encarecerlos
Las alusiones al Soho (el de Nueva York o el de Londres) han sido tan habituales en los últimos años para referirse a barrios de moda (tanto por quienes lo publicitan comercialmente como por quienes denuncian la gentrificación) que se ha desgastado hasta servir casi para cualquier barrio “en el mercado”
La vida bohemia que sueña Carabanchel y sus planes para que todos lo conozcan como el distrito de los artistas en Madrid
Hace poco, una nota de prensa sobre Lavapiés como “el Soho madrileño” daba lugar a una buena colección de artículos que vendían la idea en diferentes medios de comunicación. La nota, trufada del discurso de una agencia inmobiliaria, remitía al carácter cultural de un barrio histórico ya “revitalizado”.
A cualquier lector atento de noticias sobre la ciudad le sonará la música de la comparación, aunque, quizá le sorprenda que se siga utilizando después de tantos años de desgaste. Sería una labor interminable de minería cibernética buscar todos los lugares que han sido comparados alguna vez en guías turísticas o artículos con el Soho. Vayan por delante unos cuantos como cata de lo posible. Russafa ha sido el Soho valenciano, encontramos Soho Málaga junto al Ensanche Heredia, Poblenou en Barcelona… más allá de nuestras fronteras Le Marais (París), Shoreditch (Londres), Vila Madalena (São Paulo), Maboneng (Johannesburgo) o Neve Tzedek en Tel Aviv.
En Madrid se ha aplicado –para intentar que cale o como apelativo comercial– en Malasaña, Salesas, Jorge Juan, Usera, la calle Montesquinza (Chamberí) y últimamente mucho en Carabanchel. Si bien al principio las zonas comparadas tenían un matiz contracultural que podría remitir a los modelos originales, ahora el nombre cabe en muy distintas tipologías, como se puede observar.
El Soho de Nueva York –proviene de South of Houston Street y se usa desde los sesenta– es uno de los casos paradigmáticos de gentrificación propiciados por el desembarco de artistas entre las décadas de los cincuenta y los setenta. La historia la conocemos bien, el proceso de desindustrialización del bajo Manhattan dejó una gran extensión de edificios vacantes que se convirtieron en los años sesenta en lofts, a menudo ilegales, que contribuyeron a crear un ambiente contracultural y artístico. Una década después, el capital cultural salía por los poros de las calles del Soho y empezaron a llegar otros residentes, negocios y galerías de artes (que entrarían años después en decadencia). Encarnación del barrio de moda y también símbolo de la regeneración urbana.
Pero el Soho lo es originalmente de Londres (en parte, también de Westminster), de nuevo asociado históricamente a lo cultural y a la creatividad, conocido por sus bares de jazz, la vida nocturna, los sex shops, ser territorio beatnik y punto de referencia para la comunidad gay. Hoy en día, sin embargo, se ha convertido en un distrito de lujo, restauración y tiendas de moda. El Soho europeo es, así mismo, un buen ejemplo de cómo las fuerzas del mercado y la planificación urbana –con políticas municipales de atracción de inversores– se superponen a la mera presencia de artistas como agentes gentrificadores
Aunque los pioneros de los estudios sobre gentrificación ya advirtieron que los modelos de expulsión vecinal eran variados y no se circunscribían solamente a los hábitos de consumo, durante muchos años la versión del fenómeno impulsada por las clases creativas, término que puso de moda el economista Richard Florida, fue la predominante. Soho como profecía hecha ladrillo se utiliza tanto para vender el valor de un espacio en cambio –hoy, de cualquier espacio– como para ejemplificar los procesos de expulsión vecinal.
El mapa del Ayuntamiento con el que promocionaba Triball y el de Antitriball, en Malasaña
Probablemente el primer intento de crear un Soho madrileño lo vivimos a partir del año 2008 con la operación Triball, nombre de una iniciativa privada que hacía referencia al “triángulo de Ballesta”, y decía querer regenerar el área trasera de la Gran Vía delimitado por las calles Ballesta, Desengaño y Luna a través de la actividad comercial. Los promotores se constituyeron como asociación comercial pero eran, a la vez, operadores inmobiliarios. La operación contó con la aquiescencia del Ayuntamiento del Partido popular, que no dudó en utilizar desde primera hora el nombre Triball en numerosos apartados de su página web y hasta en unos mapas en los que destacaban las diferentes actividades comerciales de cada barrio.
La operación encontró respuesta en el entonces fuerte tejido asociativo del barrio de Malasaña, que levantó una plataforma denominada Anti-Triball encabezada por el colectivo Todo por la praxis. En aquel momento el término gentrificación no era tan conocido como lo fue después y los talleres que se llevaban a cabo para dar a conocer la expulsión vecinal tenían denominaciones tan elocuentes como Gentrificación no es nombre de señora. Finalmente, Triball quedó como una avanzadilla de esta forma de especulación inmobiliaria en el centro de la ciudad, adelantada por la derecha por el sino de los tiempos.
Aunque el nombre de Triball remitía al neoyorquino Tribeca, la operación de sohojización tenía un antecedente muy claro en la creación del Soho de Hong Kong. El nombre se atribuye un restaurador de la zona, que lo inventó a colación del acrónimo South of Hollywood Road. En 1996 apareció en un artículo del periódico South China Morning Post y en y en 1998 se fundó The SoHo Association Limited (TSAL), una asociación de dueños de negocios en la zona que funcionó como lobby para asuntos empresariales como la concesión de licencias. Algo parecido podría contarse de la zona del bonaerense de Palermo conocida como Palermo Soho, nombre oficioso para un barrio de moda. Aunque no se trata de barrios administrativos, basta con mirar guías y mapas turísticos para darse cuenta de hasta qué punto las denominaciones han conseguido asentarse en la realidad.
En 2014 la alcaldesa Ana Botellla presentaba el proyecto participativo y artístico Paisaje Tetuán como “un paseo por el Soho madrileño hasta las obras que, en el marco del proyecto Mejora del Paisaje Urbano de Tetuán, han realizado varios artistas, algunos del propio distrito”. El proyecto, que dejó intervenciones artísticas y urbanísticas de desigual calado, también encontró la oposición de algunos foros vecinales. Quizá alertados por lo sucedido en Malasaña y con un ojo puesto en el relato de las clases creativas como pioneras de la gentrificación, a pesar de que el cambio urbano en el distrito ha sucedido, sobre todo, a través de operaciones sancionadas por los planes urbanísticos primero, y por el mercado inmobiliario convencional después.
El canto de cisne de la metáfora Soho como barrio de clases creativas antes de que sirva para todo la encontramos en el distrito de Carabanchel, donde efectivamente se han asentado numerosos locales de ensayo, talleres de artistas y galerías de arte en los últimos años.
Imagen del mural en el Palacio de Vistalegre, en Carabanchel, inaugurado en primavera
Pero tocando el primer cuarto del siglo XXI, ya no parece necesario aludir al componente artístico, al origen suburbano o underground para bautizar un espacio como Soho. Villamarín, en Aravaca, es uno de los lugares más caros de la capital. A pesar de su carácter periférico y residencial –ha sido llamado el Beverly Hills madrileño– el capital no ha dudado en recurrir al reclamo Soho Valdemarín para bautizar uno de los grandes desarrollos de villas de lujo en el entorno. Algo parecido ha sucedido con el barrio de Ciudad Jardín en el distrito de Chamartín, junto a Prosperidad, donde la llegada de agencias de publicidad y espacios de coworking se ha juntado con alguna promoción inmobiliaria de lujo, que se ha querido asociar también a la ocurrencia.
El nombre también es muy codiciado para bautizar sociedades inmobiliarias (como Soho Properties), promociones (como Soho Carabanchel) o cadenas hoteleras (Soho Boutique Hotels). En Madrid hay restaurantes, clubes o un teatro bautizados como tal y podríamos considerar que a estas alturas Soho es ya un significante semivacío que puede aplicarse a cualquier recipiente que quiera molar.
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