El Molino de Ainielle, escenario del libro ‘La lluvia amarilla’, catalogado por Patrimonio

El Molino de Ainielle, escenario del libro ‘La lluvia amarilla’, catalogado por Patrimonio

La construcción, situada en el barranco de este despoblado de Biescas, ha sido reconocida como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés después de 22 años de cuidados para su mantenimiento por parte de la asociación Erata

Cuidados para Ainielle, el pueblo abandonado de la novela ‘La lluvia amarilla’

El Molino de Ainielle es la única construcción que sigue en pie del pueblo que le da nombre, un municipio que quedó despoblado en la década de los años 70, como tantos otros pueblos de Aragón y de la España rural, sobre todo de montaña. El nombre de Ainielle resuena en nosotros en gran parte porque el escritor Julio Llamazares lo llevó a su libro ‘La lluvia amarilla’ a finales de los 80. En las páginas de esta novela el autor ubica en este municipio del Pirineo Aragonés al protagonista de la obra, un pastor llamado Andrés que hace su monólogo como último habitante del pueblo.

En la vida real, los últimos pobladores de Ainielle cerraron las puertas de sus viviendas, ahora devoradas por el paso del tiempo y la maleza, a lo largo de la década de los años 60. La aldea, arquitectónicamente dividida en dos pequeños barrios, tenía no más de doce viviendas habitadas por 83 vecinos, el número máximo de personas que llegó a registrar el censo de Ainielle en el año 1920. En pie quedan la nave y el campanario de la antigua iglesia, y el molino, construido al fondo de un barranco y ahora declarado Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés.

El interés de los vecinos de la zona y sus descendientes por conservar el Molino de Ainielle ha dado sus frutos. Una construcción medieval del siglo XVII que conserva íntegramente todas las piezas originales, y que tiene además un alto valor patrimonial y simbólico porque se conserva igual que cuando lo dejaron sus últimos pobladores. El molino tiene la maquinaria intacta, tanto que algunos creen que “si se consiguiera llevar el agua, podría volver a moler”.

El buen estado de conservación de este vestigio de la historia de Ainielle se lo debe a un grupo de personas que, durante más de dos décadas han estado pendientes de sustituir cada madero podrido y sellar cada posible gotera manteniendo así el exterior del Molino en condiciones óptimas para que pueda seguir protegiendo la parte interior. Con este objetivo nace hace 22 años la asociación Erata, Ricardo Mur, es el secretario además de párroco de Ainielle, y confiesa que: “el reconocimiento del Molino como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés es una alegría que ha sido muy esperada”, y luchada.

El cuidado de los vecinos ha dado sus frutos

En febrero de 2024, Enrique Satué, como particular, solicitó el inicio del procedimiento para la inclusión del Molino de Ainielle, ubicado en el municipio de Biescas, (Huesca), en alguna de las categorías de protección del Patrimonio Cultural Aragonés. Tras la elaboración de un informe técnico se propuso la declaración del Molino de Ainielle como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés y en marzo de este mismo año se iniciaba el procedimiento para la declaración del Molino. Después de un periodo de información pública de un mes, durante el cual no se presentaron alegaciones, finalmente esta construcción ha sido declarada como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés.

El texto que se publica en el BOA –Boletín Oficial de Aragón– del 14 de julio recoge textualmente que: “El Molino de Ainielle cuenta con un especial valor simbólico, adquirido tras la publicación de la novela ‘La lluvia amarilla’ de Julio Llamazares”. Asimismo, se reconoce que, gracias al compromiso de las asociaciones y administraciones locales “por su conservación y soporte para iniciativas encaminadas a la reactivación turística, social y cultural de la comarca y por ser uno de los pocos molinos conservados en el ámbito pirenaico de la Comarca del Alto Gállego”, es adecuada su protección como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural.

Aunque un Bien Catalogado del Patrimonio Cultural no es exactamente lo mismo que un Bien de Interés Cultural (BIC), ambos son figuras de protección del patrimonio cultural. Un Bien Catalogado, como en el caso del Molino de Ainielle, se considera valioso y digno de protección e implica un registro y seguimiento del mismo.

Ainielle, un pueblo sin habitantes, pero con muchas almas

A pesar de estar abandonada, el vínculo de sus habitantes y descendientes se mantiene vivo en el tiempo en la aldea de Ainielle que, además, sigue siendo parroquia. Ejemplo de ello es que, desde hace tres décadas, en el mes de septiembre se celebra una fiesta con misa y una comida a la que asisten más de 200 personas: “Muchos de ellos son descendientes de las familias que un día vivieron en el pueblo. Cada año somos más”, apunta el Párroco, Ricardo Mur.

Situado a más de 1.355 metros de altitud, fue uno de los lugares poblados más altos del Pirineo, por eso, debido a la localización, la fiesta los últimos años se organiza abajo, “en el puente de Oliván, porque muchos asistentes se han hecho mayores para subir”, explica el Párroco y secretario de la asociación Erata.

Algunas de las personas que participan en esta celebración, ya institucionalizada en la zona, son colaboradores que, de manera voluntaria y totalmente altruista, han intervenido su tiempo en el cuidado del Molino para su preservación, así como en la limpieza de caminos y en trabajos de mantenimiento y restauraciones en la ermita de San Benito en Erata, o en la de Santa Engracia, situada junto a los dólmenes de Santa Elena.

La asociación Erata cuenta con 140 asociados que han ido llegando hasta ella “primero a través del boca a boca, porque hacer treinta años no existían las redes sociales”, explica Mur, y después por línea familiar. Las actividades de esta asociación son múltiples; editan una revista anual y organizan sus Jornadas Culturales a finales de cada año. Así, Erata se ha convertido en un valioso para el Patrimonio cultural y natural de Biescas y la comarca del Alto Gállego.

El molino harinero de Ainielle

El molino harinero de Ainielle, es uno de los pocos molinos conservados en el ámbito pirenaico de la Comarca del Alto Gállego. Su fábrica sigue la tipología que se corresponde con el modelo de rodete y rueda horizontal impulsado por energía hidráulica. Se compone de una pequeña construcción de planta rectangular y elementos auxiliares como dos acequias y una balsa. El edificio del molino compuesto por muros de sillarejos dispuestos en hiladas irregulares y ensamblados con barro sin recubrimiento, está construido con materiales propios del Serrablo. Sobre la puerta, en un dintel de bloque monolítico está tallada la inscripción “AÑO 1763”.

El edificio está dividido en dos plantas. La planta inferior alberga el cárcavo; que tiene dos orificios, uno para la entrada del agua y otro para regular la distancia entre las ruedas de moler ubicado en la bóveda de cañón. También en esta planta se encuentra el rodete, llamado en la zona “alapau”, un elemento compuesto por 20 palas de madera de las que se conservan 15, y el eje vertical que comunica por un orificio en la bóveda con el piso superior. La planta superior del Molino conserva sus dos espacios originariamente diferenciados; uno destinado a la molienda, con las muelas y la tolva, y otro espacio destinado a descanso con un pequeño hogar.

A pesar de que el molino fue restaurado unos años atrás, y se instaló nueva losa en el tejado a la forma tradicional “con losa y con tierra”, unos trabajos que fueron costeados por el Ayuntamiento de Biescas y una subvención y que supusieron una inversión de 18.000 euros, voluntarios de la asociación Erata han seguido interviniendo en años posteriores para llevar a cabo arreglos en las vertientes del tejado, algunas posibles goteras, maderos y la puerta, además de limpiar y adecuar el camino de acceso. Labores que han ayudado a que el edificio llegue en una condiciones que desde Patrimonio han considerado aptas para ser un Bien Catalogado en Aragón, lo que le da no solo entidad, sino garantías de conservación.

De la Lluvia a la Senda Amarilla

Las causas del abandono de los pueblos en Aragón, como en el resto de España, son diversas y entre ellas se incluyen la construcción de embalses que inundaron zonas habitadas, y la emigración a zonas urbanas en busca de oportunidades laborales y económicas. En la actualidad, las causas más frecuentes que llevan a un municipio a quedarse sin habitantes son el envejecimiento inevitable sus vecinos y la dificultad de acceso a servicios básicos.

El libro de Julio Llamazares vuelve a estar de actualidad desde hace unos años, ya que visibilizó un tema, la despoblación de los pueblos del Pirineo aragonés, que se podría aplicar a cualquier otra región de España, silenciado en aquellos años, y que hoy sigue siendo una lacra para las zonas rurales y quienes todavía las habitan. La idea de representar en Ainielle la adaptación teatral de la novela se barajó ya en el año 2022. Pero el complejo el acceso hasta el municipio para el público en general hizo que, en el verano de 2024, el escenario elegido para representar el espectáculo, una producción audiovisual de Corral de García, adaptada y dirigida por Jesús Arbués e interpretada por Ricardo Joven y Alicia Montesquiu, fuera el pueblo de Susín (Biescas).

Asimismo, ‘Senda Amarilla’, es el nombre con el que se conoce a la ruta de los pueblos abandonados en la zona de Biescas. Un camino que recorre Olivan, Susín, Berbusa y Ainielle, pueblos del Pirineo aragonés que un día se quedaron sin habitantes. Al igual que en la obra de Llamazares, ‘La lluvia amarilla’, la Senda Amarilla se ha convertido en una experiencia que hace reflexionar sobre el abandono de los pueblos, especialmente aquellos que se encuentran en zonas rurales y áreas de montaña.