El ‘hostel’ social en Pacífico que confunde al turista y lastra a los vecinos: «Duerme gente sin recursos a la que olvidan de día»

El ‘hostel’ social en Pacífico que confunde al turista y lastra a los vecinos: «Duerme gente sin recursos a la que olvidan de día»

‘The Pacific Hostel’ es un misterioso albergue en la calle Sánchez Barcáiztegui del que es difícil saber nada a primera vista: no hay carteles con el horario de apertura ni indicaciones exteriores sobre el negocio. Los vecinos se quejan de altercados, conflictos, suciedad o ruidos a su alrededor y apuntan al Ayuntamiento

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Las reseñas son difusas: o bien el descontento es tal que ni se alcanzan las dos estrellas, o las muestras de agradecimiento puntúan al máximo sus servicios. “Le pongo un uno porque no hay un cero. Solo tienen gentuza”. “Gente desocupada buscando entretenimiento. ¿Qué es este lugar exactamente? Da miedo acercarse”. “Es como una especie de albergue para personas vulnerables, todo hombres con muy mala pinta: no trabajan, se pasan el tiempo en la puerta fumando, bebiendo cerveza y con el móvil”. “Suciedad, inseguridad, conflictos continuos… no ha hecho más que empeorar la convivencia de los vecinos”. Son respuestas en Google Maps a The Pacific Hostel, un albergue que tiene a los vecinos entre dos aguas. Mientras algunos lanzan duras críticas contra el hostal, otros lo colman de alabanzas. ¿Qué está ocurriendo?

El establecimiento en cuestión se ubica en el número cuatro de la calle de Sánchez Barcáiztegui, en el barrio de Pacífico. Junto a la puerta apenas hay carteles o distintivos que expliquen cuestiones básicas como el horario de apertura, el tipo de licencia o negocio e incluso anuncios del día a día. La fachada principal está prácticamente vacía y solo cuelgan dos pósteres, uno que prohíbe y otro que advierte: el primero restringe fumar o beber en la puerta, mientras que el segundo alerta de la presencia de cámaras de videovigilancia 24 horas. Algunos vecinos de la zona llevan meses quejándose de ruidos, suciedad o conflictos que atribuyen a varios de sus huéspedes.

“No es lo que te esperas de un hostel, que es el tránsito de turistas. Sabes que hay algo raro en el ambiente, pero nadie te dice nada. Siempre me ha dado la sensación de ser un sitio poco transparente”, confiesa Valeria, que vive desde hace años muy cerca del polémico albergue. Durante una temporada se fue a vivir a otro país y, cuando volvió a casa, se encontró con la “extraña” pensión. Le llamó la atención la escasa información al respecto, pues ni en la puerta ni en internet encontraba gran cosa sobre el espacio.

Se sintió interesada desde el primer momento. Está muy cerca de su piso y, como a veces vienen amigos de fuera de Madrid a visitarla, podía ser una buena opción que recomendarles si buscaban alojamiento. “No encontrábamos nada: ni si tenía estrellas, ni el tipo de licencia, la denominación…”. Las primeras sospechas llegaron al buscar en Internet. El hostel no tiene página web –algo poco habitual en un negocio de esta categoría– pero sí aparecían varias reseñas, en su mayoría negativas. “Algunas reviews daban miedo”, confiesa Valeria. Tanto ella como otros vecinos consultados coinciden en haber visto a gente sentada, fumando o bebiendo, pasar largos ratos frente al edificio o deambular por los alrededores.


Un cartel que prohíbe fumar o beber en la zona, pegado en la puerta principal de The Pacific Hostel’

Es algo que también se menciona en algunos comentarios. De hecho, The Pacific Hostel apenas acumula 1,3 estrellas sobre cinco en las valoraciones de Google. “Nuestro establecimiento no está abierto al público ni al turismo, ya que se alquila de forma exclusiva al Samur Social, con quienes colaboramos para brindar atención a personas en situación de vulnerabilidad”, destaca el propio dueño, en respuesta a uno de los mensajes que criticaban su local en Internet. “Lamentamos que se ataque injustamente un proyecto social que busca ayudar a quienes más lo necesitan”, sentenció en referencia a su adhesión como refugio temporal para usuarios de la red municipal. En la hilera de reseñas, otro bloque diferenciado parece darle la razón.

“[El hostal] marcó una diferencia en la vida de tres de mis familiares”, señaló hace tres meses una usuaria identificada como Angela Catuicia Quisca Mejia. Narra cómo las circunstancias dejaron sin recursos a sus allegados y, a través de Samur Social, pudieron alojarse allí. “El trato que recibieron fue humano, respetuoso y muy profesional”, sostiene. Otra de las apreciaciones positivas la escribe Clara Martín Morán, que asegura ser vecina del barrio y alaba un recurso que “puede beneficiar a mucha gente que pasa por dificultades”. “Si están por los alrededores, pero siempre con cuidado y educación”, sentencia. Este comentario da la máxima puntuación al negocio.

Consultados por la controversia, desde el área de Políticas Sociales, Familia e Igualdad del Ayuntamiento de Madrid confirman que el consistorio tiene contratadas ocho plazas de este hostel como recurso temporal para alojar a personas en situación de vulnerabilidad. Este es un mecanismo habitual que contempla la Ley de Contratos del Sector Público, y permite a las administraciones ampliar su capacidad de acogida sin tener que levantar nuevas infraestructuras de cero. En este caso, como es para uso social y en atención de emergencia, las estancias por persona son teóricamente reducidas. Pero a veces los tiempos se demoran.


Alarma 24 horas y cámaras de videovigilancia controlan el acceso al hostel de Pacífico

“Nosotros también dependemos de que el Gobierno central los realoje, sobre todo si son solicitantes de asilo”, indican fuentes del área municipal, que delega en el Estado parte de la responsabilidad por las temporadas que se prolongan. Afirman desconocer las quejas vecinales sobre el hostel, pero puntualizan que, “de haberlas, sería difícil saber si las provocan los usuarios del Samur Social u otros huéspedes” del local. Valeria entiende que haya personas que necesiten de estos recursos, e incluso lo ve con buenos ojos. Pero las explicaciones no terminan de convencerla.

“Como vecina me gustaría más claridad, deberíamos saber qué tipo de establecimiento es. No puedo comprender que siendo legal no tenga ningún tipo de identificación”, sentencia. Si la situación fuera otra y Valeria hubiera recomendado finalmente el hostal a sus visitas, no todas podrían entrar. En una llamada telefónica –lo poco que puede encontrarse online es un número de teléfono–, desde el negocio indican a Somos Madrid que “solo pueden alojarse hombres”. “Nada de chicas”, traslada The Pacific Hostel ante una solicitud de reserva. Al preguntarles el porqué, no concretan razones.

En la gasolinera que hay justo al lado hacen alguna elucubración. “Ir siendo mujer es un peligro, ni siquiera sé si hay gente que se aloje sin venir del Samur”, señala Pepe, que vive en Puente de Vallecas, pero trabaja a pocos metros del hostal. Ha oído que el inmueble tiene un baño compartido y habitaciones separadas por lonas. En el catálogo de licencias y expedientes urbanísticos del Ayuntamiento de Madrid, CONEX, el 20 de mayo de 2024 el establecimiento obtuvo la licencia de funcionamiento de actividad, que le permitía operar como hostel al constatar que cumplía los requisitos legales y técnicos.


Imagen de la gasolinera que hay a pocos metros de The Pacific Hostel

Pocos meses antes habían solicitado el permiso de obras para habilitar un espacio de 189 metros cuadrados útiles (250 en total). Al contratar sus plazas para uso social, el consistorio debe dar un segundo aval y confirmar que tiene características mínimas. “Hemos tenido algún problema, pero tampoco gran cosa. Creo que afecta más a la imagen del barrio, que es una zona tranquila y residencial donde los conflictos no son tan habituales”, considera Pepe desde la gasolinera. Sobre ello habla Camino Cuesta, vecina de la zona y portavoz de la Asociación Vecinal Los Pinos de Retiro Sur, que también opera en Pacífico.

“Le dan un sitio para dormir a la gente sin recursos, pero durante el día se olvidan de ellos”, considera Cuesta, que ya era conocedora de la situación del hostal. “Se pasan el día en la calle, deambulando o sentados en los bancos bebiendo cerveza. Para esas horas no parece que tengan otras alternativas, ¿qué van a hacer si no?”, lamenta, refiriéndose a que “no tener recursos paralelos” con los que ocupar ese tiempo puede llevar a una situación que “perjudica al barrio”. El área de Políticas Sociales del Ayuntamiento, no obstante, subraya que algunas de las plazas de Samur Social –no todas– sí tienen atención las 24 horas. “¿Hasta cuándo van a estar allí? ¿Eternamente? El gran problema es que la administración no está siendo transparente”, sentencia tajante.