La censura del pezón de Samantha Hudson confunde, otra vez, anatomía con provocación

La censura del pezón de Samantha Hudson confunde, otra vez, anatomía con provocación

El director de la serie documental sobre arte contemporáneo ‘¿No seré yo una obra de arte?’, presentada por la actriz y cantante, reflexiona sobre la censura en las redes sociales a los pechos de las mujeres

Censurado y escondido: por qué el pezón femenino sigue siendo un tabú y el de los hombres no

Samantha Hudson siempre ha dicho que el día en el que alguien le censure los pezones habrá hecho passing, y por tanto las hormonas que se administra y la actitud por la que se guía habrían ganado esa partida. Aunque tampoco creas que le importa mucho. Yo, como creador de la serie para la que la hemos fichado, soy un mero espectador de esta forma tan espontánea y aguerrida de afrontar las cosas. Si elegimos a Samantha para hacer una serie documental sobre arte contemporáneo fue para ver el espectáculo de cerca y en toda su dimensión. No la conocía hasta que empezamos a trabajar juntos, y reconozco que a su lado he aprendido muchas cosas.

Ya habíamos terminado de grabar la serie, así que una tarde nos vimos en un plató de Madrid para hacer las fotos del cartel. Samantha vino con una maleta llena de ropa, pero no se trajo nada tan opaco como para ocultar los pezones. Esto nos podría haber contrariado, pero la verdad es que ya habíamos pasado un largo rodaje viajando con ella, grabando entrevistas con ropa similar, tampoco nos llamó la atención. Un pezón lo normalizas cuando por fin lo ves.

Pero cuando diseñamos el cartel, preferimos que el rótulo con el texto “¿No seré yo una obra de arte?” estuviera lo más centrado posible sobre sus pezones. Nada de seguir la ley de la proporción áurea de Fibonacci. Los pezones de Samantha marcaban la pauta, a ser posible. Samantha es Samantha, pero nosotros somos una productora, vamos a intentar comportarnos (solo un poquito) como productores, minimicemos un pelín los riesgos, si el rótulo tapa un pezón, mejor.

A Filmin el cartel le pareció bien. Tanto que ya hemos hecho varios eventos proyectándolo en pantallas de cine, y muchas veces (incluso) sin rótulo, solo la foto de Samantha con los pezones visibles tras la gasa del vestido. Se proyectó como fondo durante la presentación de la serie en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, en el festival de los Premios Feroz en Tenerife y en la presentación del Atlántida Film Fest en Mallorca.


Cartel completo de Samantha Hudson para la serie ‘¿No seré yo una obra de arte?’

Hasta entonces todo bien, la gente ha sabido comportarse en las ruedas de prensa. Al ver estos pezones velados nadie se había vuelto majareta, nadie había sentido una necesidad irrefrenable de tocarse, tampoco nadie se ha desmayado. En resumen, hemos conseguido que la lascivia testosterónica no se derrame. No sé si nuestra serie será un éxito, pero nuestro cartel sí ha logrado atraer una conformidad civilizada sobre que este trocito de pezón no es porno, lo cual ya es un consenso que ríete tú de la transición, donde algún tiro sí se pegó.

Pero hoy, Linkedin nos ha censurado el cartel explicando que es un “contenido para adultos”, y advirtiendo de que si seguimos enseñando el cartel de nuestro documental sobre arte contemporáneo, tendremos restricciones en la cuenta. Ahora mismo, de hecho, no podemos acceder con normalidad. Este es el debate de siempre, pero que siempre dejamos a medias. ¿El pezón femenino es contenido para adultos y el masculino es mera anatomía? Esto nos lleva a otra idea casi filosófica. Cuando en un cartel hay que hacer un esfuerzo relevante para ver el pezón, cuando el pezón no es el protagonista, cuando la historia va de otra cosa… ¿Un pezón es capaz de cambiar el argumento de una serie que inicialmente trata sobre arte contemporáneo y convertirla en “contenido para adultos”?

Lo que se censura no es un cuerpo, es lo que representa. Pero atención, es lo que representa solo para (una parte de) el 50% de la población, para aquellos que no tienen pezones femeninos

No hace falta que Samantha y yo desvelemos ese neutrino cósmico. Pero el ‘sucesillo’ veraniego del que os hablo nos ayuda a simplificar la ecuación. Lo que se censura no es un cuerpo, es lo que representa. Pero atención, es lo que representa solo para (una parte de) el 50% de la población, para aquellos que no tienen pezones femeninos, aquellos que ponen las reglas, aquellos que se han montado una película (que dura demasiado) donde el objeto de deseo debe ser cosificado, dosificado y controlado. No es un hecho estético o anatómico, sino aspiracional, del que pone la norma.

En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en el artículo 4, se establece en francés algo que parafraseando en español sería: “La libertad de cada uno termina donde empieza la libertad del otro”. ¿Cómo se gestionan las libertades en situaciones tan heterodoxas? Cuando por un lado tenemos el derecho a la libertad de mostrar una anatomía meramente fisiológica, y por otro, el derecho a preservar el misticismo de un objeto de deseo.

Si el mensaje de Linkedin fuera más honesto diría “Hemos identificado un rasgo puramente femenino en tu publicación. Consideramos que eso es suficiente para considerarlo como un contenido para adultos, que puede volver loco a más de un adulto que no sabe comportarse como tal. No queremos que alguno de nuestros usuarios, los que confunden anatomía con provocación, se le trastoque la cabeza a deshoras, y como Linkedin es una red profesional, hemos subido el nivel censor de nuestro algoritmo, por encima incluso de Instagram, para favorecer la productividad de quienes solo ven lascivia en la fisiología femenina, aunque eso nos obligue a pasar por encima del respeto más básico hacia el cuerpo femenino y a su mera existencia”. Lo que pasa es que eso es muy largo, suena mejor “Tu publicación incumple nuestra políticas para la comunidad profesional sobre contenido para adultos”.

Insisto, un pezón lo normalizas cuando por fin lo ves. Y como dijo Stephen Colbert el viernes pasado en la CBS, ahora censuradme.