Julia dejó un despacho de abogados «con luz de hospital» para ser promesa del Muay Thai: «No encajé en ese mundo»

Julia dejó un despacho de abogados «con luz de hospital» para ser promesa del Muay Thai: «No encajé en ese mundo»

La joven española ha pasado de ser una luchadora amateur a competir profesionalmente en los rings más importantes de Tailandia. Deja detrás una vida gris, sentada frente a un ordenador, que no le hacía feliz: «Tenía un estado de estrés agudo»

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En la mañana en que Julia Barca (Menorca, 1993) decidió viajar lo más lejos posible de España, los ecos de la pandemia todavía persistían en Europa como una letanía de muerte y encierro. Era 2022 y, hasta entonces, la vida de esta joven nacida y criada en Menorca había estado marcada por una relación constante, aunque errática, con el deporte. Una infancia turbulenta de la que prefiere no dar detalles abre un espacio en la conversación con este medio para imaginar qué fue lo que la llevó a encontrar en las artes marciales un camino de salida, una vía de escape. “Lo primero que hice fue ballet”, recuerda con una sonrisa en diálogo con elDiario.es y señala que también practicó judo, atletismo, natación y tenis. Luego vinieron muchos años de baloncesto en el CD. Alcázar de Maó. En el último tiempo también paseó por gimnasios donde abunda el crossfit y, finalmente, probó algunos deportes de contacto. Hace dos años tuvo una epifanía extraña en un bungalow perdido en el sudeste asiático, que la convirtió en lo que es hoy: una prometedora estrella del Muay Thai femenino en Tailandia, donde vive desde hace tres años.

“A los 18 años me matriculé en Derecho y me fui a estudiar a Barcelona. Se esperaba de mí que eligiera una carrera seria, con salidas laborales. Una carrera de verdad. Nunca encajé en ese mundo. Lo pienso en retrospectiva y creo que fue una de las peores decisiones que he tomado”, sostiene Barca mientras retuerce sin esfuerzo alguno una botella de agua entre los nudillos poderosos de su mano derecha. Explica que, después de terminar el Grado, hizo un máster en Derecho Económico y Financiero casi por inercia. “Cuando me quise dar cuenta, estaba trabajando ocho horas al día en un despacho gris, con luz de hospital, con una prometedora carrera por delante”, explica. Nunca fue tan infeliz. Era un mundo elitista y enrevesado que terminó por detestar. A pesar de haber finalizado con buenas notas tanto el Grado como el Posgrado, decidió que no se presentaría a la prueba de acceso a la abogacía. Fue un terremoto para su familia. “Mi entorno me cuestionó mucho, pero no tuvieron más remedio que respetar mi decisión. Luego dejé el mundo del Derecho para siempre”, explica.

Estaba trabajando ocho horas al día en un despacho gris, con luz de hospital, con una prometedora carrera [en el ámbito del Derecho] por delante. Cuando lo dejé, mi entorno me cuestionó mucho, pero no tuvieron más remedio que respetar mi decisión

Julia Barca
Deportista


Julia recibe instrucciones antes de una de sus peleas que la consagró como joven promesa del Muay Thai femenino en 2024.

Julia cambió el despacho gris y la luz de hospital por años de búsqueda constante. Pensó en emprender algún proyecto propio, también quiso estudiar dibujo, pero se arrepintió. Hay algo en ella que le impide hacer las cosas por obligación, por mandato, por orden de otro. Finalmente, se incorporó a la industria del turismo, que en un territorio como Menorca lo ocupa casi todo. Llegó a convertirse en un engranaje clave dentro de una compañía de alquiler de coches, hasta que la salud comenzó a pasarle factura. “Vivía en un estado de estrés agudo permanente que me generó brotes de psoriasis en la piel, sumado a un cuadro de insomnio, ansiedad y mala alimentación. Al final tuve un colapso y me desmayé en pleno trabajo; me desperté en un hospital con 40 grados de fiebre”, cuenta como quien recuerda una vida pasada, una vida ajena.

Vivía en un estado de estrés agudo permanente que me generó brotes de psoriasis en la piel, sumado a un cuadro de insomnio, ansiedad y mala alimentación. Al final tuve un colapso y me desmayé en pleno trabajo; me desperté en un hospital con 40 grados de fiebre

Julia Barca
Deportista

Hacia principios de 2022, Julia decidió abandonar el estrés del trabajo para viajar al sudeste asiático. Pasó muchas horas subida a distintos transportes recorriendo Indonesia, intentando encontrar “algo auténticamente balinés”, cuenta, desencantada con aquella experiencia. “Me parecía todo superficial y plástico, como una postal preparada para la foto con puestas de sol perfectas donde se amontonaban turistas españoles haciendo lo mismo que los europeos del norte hacen en Menorca, Mallorca o Ibiza”. Hay, según reconoce, algo paradójico en su forma de viajar, porque detesta “hacer turismo”. No le interesa ir a ver lugares ni hacer una lista de cosas para visitar. Prefiere, según dice, una especie de viaje de inmersión, en el que pueda mimetizarse con el entorno tanto como sea posible, vivir el día a día de la gente local e interferir lo menos posible en su cotidianidad.


Julia celebra una victoria junto a su entrenadora Supannee ‘Mam’ Changpradit tras una ardua pelea a cinco rondas.

Tras casi tres meses de viaje, una tarde de diciembre, en un hostal administrado por un grupo de menorquines en Camboya, conoció a alguien que le cambiaría la vida. “Yo siempre había pensado que este tipo de deportes estaban reservados para hombres, pero en ese viaje conocí a una chica que me habló por primera vez del boxeo tailandés, me contó que existían escuelas para entrenar y vivir como un Nak Muay (luchador)”, explica mientras recuerda sus primeros pasos como aprendiz, con un entusiasmo que se parece mucho a la felicidad. Insiste en que, aunque ser mujer en el mundo del Muay Thai no es –hoy por hoy– un obstáculo, sí reconoce que algunos choques culturales con los varones tailandeses aún están mal vistos en los gimnasios. También señala que, cuando se pensó a sí misma en un gimnasio de artes marciales, se sobresaltó y seguramente sintió un intenso miedo. “Justamente por eso decidí que tenía que probarlo”, comenta.

Siempre pensé que este tipo de deportes estaban reservados para hombres, pero en ese viaje conocí a una chica que me habló por primera vez del boxeo tailandés, me contó que existían escuelas para entrenar y vivir como un Nak Muay (luchador)

Julia Barca
Deportista

De aprendiz de luchadora a la meca del Muay Thai

El Muay Thai o boxeo tailandés es una disciplina marcial no olímpica que incluye golpes con codos y rodillas, además de puños y patadas. Es una evolución del Muay Boran, un arte marcial milenario nacido en las montañas remotas del sudeste asiático aproximadamente en el siglo XI en algún templo budista entre Laos, Camboya y Tailandia. Cada 17 de marzo, la nación thai conmemora el Nai Khanom Tom, en honor a un luchador que durante un campeonato en la Gran Pagoda de Rangún celebrado a principios del siglo XVIII derrotó a 12 oponentes birmanos consecutivos y consagró este arte marcial como un componente fundamental de la identidad tailandesa. Actualmente, el gobierno de ese país instruye en el Muay Thai a los integrantes de las Fuerzas Armadas y es una disciplina casi obligatoria en muchos planes de estudio educativos para niños y adolescentes.

El Muay Thai o boxeo tailandés es una disciplina marcial no olímpica que incluye golpes con codos y rodillas, además de puños y patadas. Actualmente, los integrantes de las Fuerzas Armadas de Tailandia reciben instrucción en esta disciplina, casi obligatoria en muchos planes de estudio educativos para niños y adolescentes

Para aprender “el arte de las ocho extremidades”, Julia Barca se instaló en el pueblo de Pai, provincia de Mae Hong Son, al norte de Tailandia. “No era mi primera experiencia con un deporte de contacto porque años atrás había ido a alguna clase de Kick Boxing e incluso probé MMA”, explica, aunque reconoce que este estilo era distinto. Se incorporó a la escuela Sitjemam de Muay Thai dirigida por Supannee ‘Mam’ Changpradit y su esposo, Emmanuele Corti, cuya academia ha recibido a algunos de los más encumbrados peleadores de boxeo tailandés del mundo. Un día de entrenamiento normal en Sitjemam dura unas cuatro horas divididas en dos bloques, uno a primera hora del día y otro al atardecer. Al final de un martes cualquiera, Julia ha dado y recibido entre 200 y 300 patadas y otros tantos cientos de combinaciones de golpes con manos, codos y rodillas.

Un día de entrenamiento normal dura unas cuatro horas. Al final de un martes cualquiera, Julia ha dado y recibido entre 200 y 300 patadas y otros tantos cientos de combinaciones de golpes con manos, codos y rodillas

“Fue realmente duro el primer mes. Me dolían músculos que no sabía que existían. Entrenaba seis días a la semana, cuatro horas al día, dos por la mañana y dos por la tarde. Cada día arrancaba al alba y, desde entonces, pensaba en mejorar la técnica, en el saco, en los paos… y soñaba con subirme a un ring. Hubo días en que salía del entrenamiento por la mañana convencida de que no podría llegar al de la tarde por el dolor que tenía en todo el cuerpo”, explica Julia.


Antes de cada combate, Julia realiza el tradicional baile Wai Khru Ram Muay de origen budista.

Hubo días en que salía del entrenamiento por la mañana convencida de que no podría llegar al de la tarde por el dolor que tenía en todo el cuerpo

Julia Barca
Deportista

A Julia siempre le dijeron sus entrenadores que “tenía algo”, una especie de instinto natural hecho a medida para las artes marciales. Una agresividad innata. Probablemente, sus nuevos entrenadores también lo percibieron. “Después de varios meses de entrenamiento sin parar empecé a pensar en pelear y se lo dije a mi entrenador y entonces armó una pelea”, explica mientras subraya que el compromiso adquirido cuando un luchador acepta ir a un combate “es algo sagrado en Tailandia”. Aparentemente no existe motivo alguno, prácticamente en ninguna circunstancia, que disculpe dar un paso atrás y no pelear. “Ir a pelear es subir al ring a defender los colores de tu gimnasio y vas hasta el final. A perder o a ganar, pero arriba del ring y a darlo todo hasta el final”, insiste.


La joven menorquina, durante uno de sus últimos combates en Bangkok peleando en categoría de peso ligero contra luchadoras de todo el mundo.

El primer combate fue en un estadio local Thapae Boxing Stadium de Chiang Mai, la tarde del 16 de julio de 2023 en la categoría Pluma Amateur. “Me subí al ring con tantos nervios que pensé que me iba a dar un infarto. El corazón me latía totalmente desatado”, explica Julia. Una vez sobre el ring, inició el Wai Kru, un baile ritual de origen budista en el cual cada Nak Muay camina sobre el cuadrilátero en sentido contrario a las agujas del reloj y eleva una plegaria ancestral en cada esquina. “Es una forma de agradecer a los maestros, al gimnasio y al contrincante por el combate que vamos a protagonizar. Algo como un ritual, que se desarrolla mientras suena una música tradicional”, explica. Terminada la ceremonia, Julia entra en un trance onírico, sale de su cuerpo y se ve a sí misma desde fuera. “Lo di todo, fuimos a cinco rondas de tres minutos y quedamos empatadas. Cuando terminó aquello me sentí en un limbo”, ríe mientras señala que, de tanta adrenalina que corría por su cuerpo, no sentía dolor alguno.

En Tailandia, casi ningún motivo excusa a un competidor para no subirse al ring una vez ha aceptado un combate. ‘Tenía tantos nervios que pensé que me iba a dar un infarto. El corazón me latía totalmente desatado’, explica Julia sobre su primera experiencia

Todavía no era del todo consciente, pero ya había tomado la decisión de convertir el Muay Thai en su vida. A partir de ese momento Julia inició una carrera meteórica que la ha llevado desde los gimnasios más humildes y periféricos de Tailandia hasta el ring del lujoso del Rajadamnern Box o del Lumpinee Boxing Stadium –algo así como el Madison Square Garden del Muay Thai ubicado en el corazón de Bangkok–. En poco más de un año y medio Julia ha pasado de ser una luchadora amateur a competir profesionalmente en 13 peleas, de las cuales ha ganado nueve, empatado dos y perdido otras dos. A pesar de todo, confiesa que no piensa demasiado en el futuro.

“No me importa tanto ganar o perder, sino aprender y disfrutar, formarme como artista marcial. Para decirlo de otra forma, claro que quiero ganar, pero no es lo único que me moviliza a hacer esto”, reflexiona. Sostiene que, desde que se subió al primer ring hace dos años, descubrió por fin algo en la vida que la hacía feliz. “Fue un antes y un después. A diferencia de todas las otras cosas que había hecho hasta entonces [el derecho, el despacho de abogados, el trabajo a destajo] esto sí me resonaba. Recuerdo que pensé: ‘No es fácil, pero creo que esto sí puede ser para mí’”.