Ser excursionista

Ser excursionista

Ser excursionista no va de vagar sin rumbo, sino de sostener siempre ese candil, hasta en las zonas más oscuras, y dejarse asombrar

OPINIÓN – En medio de la tormenta

“Parece haber dos clases de cineastas: los obsesivos, los que ponen todo su empeño y su talento en lograr la reproducción exacta de su idea original, y los que prefieren ir descubriendo su película a medida que la hacen, los excursionistas”.

Subrayé estas líneas del hermoso libro de Jonás Trueba, El viento sopla donde quiere, editado por Athenaica, y que no puedo dejar de recomendar a todos aquellos que amen el cine. Las subrayé, no solo porque definan una manera de hacer cine que admiro, sino porque me dejaron una pregunta rondando en la cabeza: ¿Y si esa forma de hacer películas fuera también una forma de vivir?

“Los excursionistas están alerta”, dice Trueba, “pero se dejan sorprender. Para lo bueno y para lo malo. Saben que no podrán domar la realidad y entienden el cine como un camino de renuncias e imperfecciones. Su sabiduría consiste en hacer de los defectos virtud, en incorporar los accidentes a la película, pero también en aguardar los regalos que ofrece de vez en cuando la vida cotidiana”.

Quizá sea ese el gran secreto para vivir. Ser un excursionista. Me digo, mientras llevo días flagelándome porque mi primera semana de vacaciones no está cumpliendo las expectativas de bienestar y descanso que yo misma me había impuesto.

Maldita sea. ¿Puede ser que en esta dinámica de control absoluto sobre todo en la que estamos inmersos también pretendamos controlar el descanso como quien aprieta el botón de ‘pausa’ ¿Y que nos frustremos cuando el cuerpo nos dice que la cosa no funciona así? Y tanto que puede ser.

Por eso empecé a pensar que hay algo profundamente humano y político en resistir esa presión, la de un tiempo que impone la eficiencia, lo programado, los resultados. En intentar no dominar el relato y cultivar la mirada atenta y la escucha. En ser permeable y dejarse afectar. En entender que en la vida no existen los guiones cerrados ni las líneas rectas y que, a veces, una solo tiene que ser capaz de improvisar cuando el paisaje cambia.

En contra de lo que nos dicen esos discursos del “si quieres, puedes” y de las meritocracias en sus múltiples versiones, creo empezar a vislumbrar que vivir no va de ejecutar planes trazados sino de caminar atentos, que las renuncias no son un fracaso sino parte del viaje, que no todo depende de nuestra voluntad ni de nuestra constancia ni de hacerlo bien, y que desviarse es también una forma de inteligencia.

Las mejores escenas, a veces, aparecen fuera del guión

La escritora y poeta Maggie Smith comenzó a escribir Podrías hacer de esto algo bonito (Libros del Asteroide), cuando se divorció de su marido, y de pronto, perdió el hilo de su narración. Su conocimiento del futuro se desvaneció por completo y quedó en la oscuridad, con un candil en la mano. Lo que me gusta del libro es que no hay un clímax ni una resolución al modo clásico, sino una aceptación. La de que la vida no puede escribirse como una trama, porque todo siempre está sucediendo ahora, en este momento, continuamente.

Creo que ser excursionista no va de vagar sin rumbo, sino de sostener siempre ese candil, hasta en las zonas más oscuras, y dejarse asombrar.

Hace unos años, rodando Antonio Machado. Los días azules, planifiqué concienzudamente la grabación de la primavera en Soria. Planos rebosantes de verde, de flores. Quería representar la plenitud del poeta. Retrasé meses esta parte del rodaje, esperando la época adecuada. Cuando llegamos, nos encontramos una ciudad helada y temperaturas bajo cero. No había rastro de la primavera. De repente empezó a caernos encima una nevada impresionante. ¡Coloquemos las cámaras! Grité. Los copos caían redondos, hermosos, y nos regalaron algunos de los planos más bellos y emocionantes que hayamos hecho nunca.

Cuando siento miedo hacia lo desconocido, cuando me aferro con demasiada fuerza a bases seguras, cuando me dejo arrastrar por esas lógicas del dominio que convierten lo inesperado en amenaza, suelo recordar aquella nevada. Las mejores escenas, a veces, aparecen fuera del guion.

Escribe en su libro Maggie Smith: “He tenido que adentrarme en la oscuridad, atravesarla, para hallar la belleza. Spoiler: está ahí. La belleza está ahí”.

Está ahí, solo hay que adentrarse en el bosque, con ojos de excursionista.