Aquagym y café en la piscina municipal para luchar contra la despoblación: «Este ratico es sagrado para mí»

Aquagym y café en la piscina municipal para luchar contra la despoblación: «Este ratico es sagrado para mí»

Una actividad veraniega liderada por mujeres está ayudando a revitalizar el tejido social y frenar el éxodo rural en la pedanía lorquina de Zarcilla de Ramos

Un sol en lo más alto de un cielo sin un atisbo de nubes cae a plomo sobre Zarcilla de Ramos, una pedanía de poco más de mil habitantes perteneciente al término municipal de Lorca, en la Región de Murcia.

Son las tres de la tarde de un jueves cualquiera de julio, cuando la piscina municipal de esta pequeña localidad rural de media montaña, se convierte en el corazón palpitante de un pueblo que se resiste a desaparecer.

A esa hora inhóspita por la canícula, por allí empiezan a desfilar mujeres pertrechadas con bolsas de rafia a reventar, que abandonan bajo un sombrajo justo antes de lanzarse al agua. Todas han cumplido ya los setenta.

Sobre la piedra que corona el vaso, silbato en mano, pasa lista mentalmente Manuel Jesús, su celebrado entrenador. A sus órdenes y al ritmo de la música discotequera de ABBA o de los últimos éxitos del reguetón, el agua las iguala y las une. Bailan, se ejercitan, ríen. Y, con cada clase, revitalizan algo más que sus músculos y articulaciones: reactivan el pulso social de Zarcilla.

Porque, lo que a simple vista parece el simple ejercicio del aquagym es, en realidad, un acto de resistencia. Una rutina veraniega ya irrenunciable que, más allá de tonificar sus cuerpos, ha conseguido fortalecer el alma del pueblo.

Del recelo a las plazas agotadas

La actividad se programó por primera vez en 2021, no sin ciertas reticencias por parte de las usuarias. Después, las maravillas que contaron una vez superados los recelos iniciales, generaron un efecto contagio que provocó que, al año siguiente, se agotaran las inscripciones.

Para este curso, el Ayuntamiento de Lorca ha tenido que organizar ya dos grupos. Al segundo se han apuntado las más jóvenes, que agitan churros de espuma de colores mientras las mayores preparan la merienda de la que, luego, darán buena cuenta todas juntas.


Vecinas de Zarcilla de Ramos en la última clase de Aquagym de la temporada.

Entre las veteranas se encuentra Ascensión, que asegura que la gimnasia acuática le viene “fenomenal” para los huesos y las articulaciones: “Me lo recomendó mi médico porque estaba un poco castigada después de trabajar toda la vida en el campo, cortando alcachofa a cuchillo o trabajando en lavanderías de Barcelona”. Ríe cuando cuenta que, andando de camino a la piscina, situada a las afueras del pueblo, insiste a sus vecinas en lo a gusto que se está a estas horas en casa con el aire acondicionado puesto. “Pero en cuanto llego aquí se me pasa la pereza y ya estoy deseando empezar la clase”, comenta.

Para Manuel Jesús, al margen de los beneficios que reporta una actividad física de bajo impacto sobre las articulaciones y apta para cualquier persona, lo mejor de las clases es el feedback que recibe de las usuarias: “Se lo pasan bomba, consiguen hacer del trabajo una fiesta”, asegura.

Unión entre generaciones

Y es que, para la mayoría, estas clases son una oportunidad para escapar de la rutina. “Es muy divertido, hablamos, cantamos y nos lo pasamos bien”, dice Maribel, a quien hace algo más de dos años, la pérdida de su marido la sumió en una profunda tristeza. Un día, su hija Noelia le pidió su número de carné de identidad y realizó una llamada. “Yo la escuchaba dando mis datos y no sabía para lo que era. Resulta que me estaba comprando el bono para el aquagym y, la verdad, es que no me ha podido hacer mejor regalo. Antes no quería venir y ahora me cuesta recogerme”, asegura.

A su lado, Juana cuenta que la práctica de este deporte ha servido para que su marido haya empezado a colaborar en las tareas del hogar. “Él sabe que este ratico es sagrado para mí, así que se queda fregando los platos para que me venga tranquila”, comenta.

Mientras hablan, sus compañeras de actividad disponen sobre un mantel de papel apetitosos hojaldres, bizcochos y galletas. En la mesa reina un enorme termo con el que empiezan a llenar vasitos de plástico. “Es café bautizado”, comentan divertidas. O sea, que lo han animado con un chorrito de anís. Y esta redactora da fe de que está delicioso.


Las participantes del primer turno preparan el café y la merienda para compartir una vez finalizadas las clases.

La encargada de prepararlo es María. “Si algún día parece que no viene ya estamos penando porque nos quedamos sin él”, dice otra vecina que recuerda que, el año pasado, un zagal rompió el termo sin querer. “Pero enseguida organizamos una colecta para comprarle otro”, apunta otra compañera.

Pueblos que quieren avanzar

Cuando se unen las jóvenes, la conversación adquiere un tono más reivindicativo. Soledad, presidenta de la asociación de mujeres de Zarcilla, cree que el ayuntamiento debería responder a su repetida petición de colocar unas escaleras en la piscina que faciliten el acceso a las personas con movilidad reducida y a las mujeres mayores. Los aseos tampoco están adaptados.

También le gustaría que se recuperase la actividad en el chiringuito de obra situado junto a la piscina “para que los críos que vienen con sus madres y abuelas puedan tomarse un agua, un refresco o un helado”. Y todas coinciden en que sería un sueño que las instalaciones se climatizasen para poder disfrutar de ellas todo el año.


Uno de los grupos de aquagym junto a su monitor, Manuel Jesús.

Porque, cuando pasa el verano, las mujeres que quieren seguir practicando el aquagym tienen que desplazarse en coche –no hay servicio de autobús por las tardes en la pedanía– hasta el centro de Lorca, a unos 30 kilómetros de distancia. “Muchas no conducen o no disponen de vehículo”, recuerda Soledad, quien cree que es injusto que “siendo igual de contribuyentes, no tengamos las mismas oportunidades que las personas que viven en la ciudad”.

El reto de la desigualdad

Soledad eligió vivir en Zarcilla por la tranquilidad y porque aquí sus hijos pueden jugar libremente en la calle sin peligro. El lado negativo es que, para que ellos puedan hacer cualquier tipo de actividad extraescolar, “dependemos de bajarlos a la ciudad en coche”. “Allí hay de todo, mientras nosotros no tenemos nada”, se lamenta. En la pedanía, donde 109 niños y niñas cursan primaria, ni siquiera existe un pabellón deportivo.

Por las mismas penalidades ha tenido que pasar Marisa, que durante años realizó incontables viajes para que su hija mayor, una brillante estudiante con altas capacidades, pudiera desarrollar todo su potencial.

A las dos, como al resto, las unió la piscina. “Ha sido un elemento clave para la socialización y el fortalecimiento de lazos entre las mujeres del pueblo”, asegura Marisa. “Hemos abierto un espacio para escucharnos, poder hablar y apoyarnos cuando lo necesitamos”, cuenta.

Una idea que comparte el concejal de Deportes del Ayuntamiento de Lorca, Juan Miguel Bayonas, que cree que las piscinas de verano en las pedanías cumplen un papel fundamental en su dinamización. “Son un punto de referencia en la vida social y deportiva durante los meses estivales”, asegura.

La chispa que encendió el espíritu comunitario

En el caso de Zarcilla, la experiencia ha ido mucho más allá. Las clases de aquagym pronto se convirtieron en un acicate para que las mujeres del pueblo se decidieran a fortalecer su asociación, hasta el punto de que este año también han organizado actividades durante el invierno.


Las participantes del segundo turno relevan a las del primero.

Con ellas, gracias al apoyo municipal, han suplido la falta de iniciativa privada en la zona. “Hacemos aeróbic, yoga y gimnasia de mantenimiento un par de días a la semana. También damos clases de danza y bailes regionales, como parrandas y jotas, para que no se pierdan nuestras tradiciones”, dice Marisa. Ahora van a intentar recuperar unas viejas máquinas de coser que acumulan polvo en el centro de mayores para aprender costura y patronaje.

Su apasionada actividad ha hecho que otros vecinos también se hayan animado a contribuir en el desafío de devolver la vida al pueblo. Este mes, el ayuntamiento ha autorizado a la asociación Sagrado Corazón de Jesús a realizar “guateques” ambientados en los años 70 y 80 en el parque aledaño a la iglesia. Y los jóvenes también han organizado actividades para recaudar fondos para las fiestas patronales, que se celebran durante la primera semana de septiembre.

Así, en tiempos de cifras frías y estadísticas desalentadoras sobre el abandono rural, Zarcilla de Ramos demuestra que hay otras formas de plantar cara al olvido. A veces, basta con un bañador, un monitor entusiasta y un grupo de mujeres decididas a que su pueblo siga respirando.