
Jumilla y la madre del cordero
España suda la gota gorda y transige con maltratar a sus hijos, porque hijos de España son los adolescentes y jóvenes nacidos en Jumilla, Madrid y Barcelona de padres magrebíes a los que se pide integración y se ofrece discriminación. Defender lo nuestro es defender a los nuestros, que son muchos y variados
No sé si es el calor extremo pero España vive anestesiada los últimos ataques a la igualdad, los derechos humanos y la libertad de culto. Hay gente que se levanta las 5 de la mañana para colocar la sombrilla en primera línea de playa pero apenas levanta la ceja ante el incendio de la mezquita de Córdoba, uno de los sitios mágicos de Andalucía. Recuerdo perfectamente la primera vez que entré en la sala de oración, el bosque de columnas, arcos bicolores y cúpulas me dejó sin aliento. No estaba el incendio extinguido y la facción ultra de las redes clamaba por no llamar mezquita a este lugar sagrado y consagrado por distintos credos y el debate idiota se mezclaba con el bulo de que en el polideportivo de Jumilla se sacrificaban corderos sin respetar las leyes sanitarias y de bienestar animal. No, en el polideportivo de Jumilla no se ha matado ningún cordero, pero mientras el PP se pone de perfil y firma una ordenanza que es un acto de islamofobia, en X se multiplican las falsas quejas animalistas y se vuelve a reivindicar el arte de Morante, que en un vídeo viral come patatas fritas en un acto contra la tauromaquia.
España suda la gota gorda y transige con maltratar a sus hijos, porque hijos de España son los adolescentes y jóvenes nacidos en Jumilla, Madrid y Barcelona de padres magrebíes a los que se pide integración y se ofrece discriminación. La izquierda no está haciendo lo suficiente en este estado de preguerra en una España adormecida en la que aún no han estallado las hostilidades con toda su crudeza. Decía Marta Rivera de la Cruz, siempre sobreviviente de esa política consistente en decir algo y no hacer nada, que en Madrid no hay fuentes públicas pero sí cañas bien tiradas y heladas. Anestesia alcohólica por servicios públicos y mentiras a tutiplén que los medios no pueden o no quieren combatir. En Jumilla no se matan corderos en el polideportivo pero el PP se ha puesto a la derecha de la Conferencia Episcopal, que ha visto rapar las barbas del vecino. Alberto Núñez Feijóo, que apareció en la fiesta del albariño más sonrosado que de costumbre para explicar un chiste, ha dejado de entender su país o lo entiende desde la óptica de Santiago Abascal y cierra, España. España agostea, en plena ola de calor, y pareciendo que gana identidad, la pierde sin remedio. Los arcos bicolores de la mezquita van a seguir ahí, si no cortocircuita otra máquina barrendera, pero los españoles corremos el riesgo de perder calidad, en un movimiento acorde con los tiempos. Defender lo nuestro es defender a los nuestros, que son muchos y variados, en este agosto que puede no ser tan infernal como parece. Feliz verano, por cierto.