
Vox gobernará aunque no tenga escaños
Como se ha demostrado una vez más en el caso de Jumilla, el problema del PP es que quiere, al mismo tiempo, tener contento a Vox y robarle sus votantes. Por eso la derecha ni deja de radicalizarse ni termina de crecer, porque ha dejado huérfano un espacio político sensato a la derecha de la socialdemocracia.
Xenófobos sin careta y xenófobos anónimos
Decía Margaret Thatcher sobre Tony Blair que fue “el más formidable laborista desde 1963”, año en que falleció Hugh Gaitskell. No era un halago. Antes de su propia muerte en el año 2013, dijo que Blair fue su mayor logro porque consiguió forzar a sus oponentes a cambiar de opinión. Aquel fue un diagnóstico de lo que se llamó el nuevo laborismo, que redefinió la izquierda dentro de un marco en el que, sin ser la opción más rentable para el sistema, la volvía inofensiva. De hecho, tanto es así que con 412 diputados socialdemócratas ocupando sillones en la Cámara de los Comunes, el país sigue siendo tan hostil con el débil como cuando lo regía la Dama de Hierro. Quizá esto tenga algo que ver con ese mantra que repiten en letanía las personas de derechas cuando dicen que Felipe González es un buen socialista. Porque no hay mejor izquierdista que un buen señor de derechas.
Y si esto fue cierto en el Reino Unido de los noventa, en la España de 2025 la cuestión se barrunta. En el plazo de un solo mes, hemos podido ver a escuadristas neonazis llevando una noche de los cristales rotos a Torre Pacheco con la complacencia absoluta de su ayuntamiento y su alcalde, y la prohibición decretada del culto en público a la religión islámica en Jumilla. Poco más de cien kilómetros entre dos municipios que poco tienen que ver entre sí excepto que ambos pertenecen a la Región de Murcia.
Como murciano, y sobre todo como el único murciano que habla de Murcia fuera de Murcia, porque Soto Ivars y Pérez Reverte están ocupadísimos con que si la Sirenita es negra, me veo obligado a decir que todo esto que pasa no nos representa. No representa a una mayoría de la población que, pese a su voto, no es más racista que sus vecinos castellanos, andaluces o valencianos. En los barómetros del CIS sobre la intención de voto se suele poner el foco en aquellas preguntas que hacen alusión a qué partido elegiría cada uno de los encuestados, pero hay una pregunta que se formula en estos cuestionarios y tiene que ver con la composición deseada del gobierno central. El actual, el de coalición, creo recordar que alcanzaba cerca del 40 por ciento de aprobación; un futurible gobierno PP y Vox, pese a que bajo la aritmética parlamentaria diga lo contrario, solo es aceptable para algo menos del 20 por ciento de los encuestados.
Esto significa que, si bien hay un sector enorme de la población que, efectivamente, es muy conservador, ello no implica que estas gentes tengan muchas ganas de ver a Abascal con un maletín en la Moncloa. Es gente con una reivindicación legítima de que gobierne su opción política, pero no obligada a pagar el peaje de la ultraderecha; la pregunta es cuántos están dispuestos a pagar por ello. Y esa es la razón por la que el PP no termina de ganarle la partida al PSOE. Pero el tema de fondo es otro, y, aunque debería preocuparnos a las personas de izquierdas, en la derecha empieza a formarse una cuestión inabordable. Una cuestión que es palpable en la Región de Murcia en tanto el futuro de nuestro país se está reflejando en el presente de mi tierra.
Pedro Ángel Roca, alcalde de Torre Pacheco, se infló el pecho casi hasta hacerlo estallar de orgullo cuando logró gobernar el municipio en solitario. Más aun viniendo a suceder a una coalición del PSOE con un partido independiente, y más aun todavía tratándose del municipio de España con mayor porcentaje de voto a Vox. Cuando estallaron los pogromos y a uno de sus vecinos le reventaron el kebab, él salió a condenar la violencia de los migrantes. Esa misma semana, por seguir con los ejemplos, Conchita Ruiz, consejera de Política Social, Familias e Igualdad, anunciaba la compra de viviendas para la acogida de menores inmigrantes. Bastó un tuit de Abascal amenazando con tumbar los presupuestos para que dicha compra se cancelase y la consejera dijese que “rectificar es de sabios”. Lo mejor de todo es que Vox se abstuvo en la votación de los presupuestos.
No es que nos encontremos ante un giro estratégico del PP para pugnar sus votos con la ultraderecha, es que tenemos delante el colapso ideológico de un partido que ha sido el coche escoba de decenas de ideologías aberrantes desde la formación de Alianza Popular. Para López Miras -de momento solo para López Miras-, gobernar se ha convertido en intentar pasar el día sin que lo tachen de progre. Y la nueva muestra es Jumilla.
Este caso es especialmente ilustrativo: la propuesta del Partido Popular, secundada por Vox, de prohibir en el municipio la utilización de instalaciones públicas para la celebración de las dos grandes fiestas de la fe musulmana, la Fiesta del Cordero y el final del Ramadán, no responde a una necesidad social, ni a un conflicto real; solo busca escenificar una autoridad cultural, la supremacía católica frente a esa foránea, hereje e invasora que proyectan en el islam, obviando que quienes les están comiendo la tostada en realidad, y se niegan a reconocerlo, son los evangélicos.
En Jumilla, cuando los populares han tratado de llevar la iniciativa de la agenda islamófoba, Vox se ha abstenido porque la cuestión de fondo ha dejado de ser la acción concreta. La presión de los ultras contra la derecha tiene como único objetivo desimantar su brújula y marcarles el camino. Cada abstención de Vox ante una propuesta del Partido Popular deja en evidencia a la formación conservadora y desdibuja la línea que, teóricamente, separa a ambos partidos; la cuestión de fondo es la de derechizar al PP sin que en el PP se den cuenta.
Y el problema que tienen precisamente los populares es que quieren, al mismo tiempo, tener contento a Vox y robarle sus votantes. Por eso la derecha ni deja de radicalizarse ni termina de crecer, porque ha dejado huérfano un espacio político sensato a la derecha de la socialdemocracia. En la Región de Murcia, José Ángel Antelo y sus nazguls se largaron del Gobierno dando un portazo y han sido aun así los principios rectores de San Esteban. Desde entonces, son los líderes de la oposición, porque al PSOE no le merece la pena el destino de casi dos millones de personas a cambio de diez tristes diputados al Congreso. Al PP le ha podido la adicción al marco de su adversario. Dice Piezas que si te metes con un cerdo al barro os estaréis manchando ambos pero solo lo disfruta él. Así que Vox gobernará, tenga los votos que tenga. Lo peor no es que López Miras sea el Tony Blair de Antelo. Lo peor es que, encima, nuestra Thatcher es Antelo.