
Sánchez Mazas, el falangista responsable del ‘¡Arriba España!’ que «resucitó» tras un fusilamiento fallido
El historiador Maximiliano Fuentes Codera ha publicado la primera biografía del fundador de Falange, un escritor prolífico y el más importante intelectual tras la liturgia y corpus ideológico del partido que en 1939 sobrevivió insólitamente a una ejecución republicana
Los historiadores miran con prudencia el fin de los secretos del franquismo: “Es valioso, pero puede quedar en nada”
Rafael Sánchez Mazas nació tres veces. La primera cuando su madre le dio a luz en el Madrid de 1894, la segunda al sobrevivir inesperadamente a un fusilamiento en los últimos meses de la Guerra Civil y la tercera cuando el escritor Javier Cercas lo rescató del olvido en su Soldados de Salamina. Es así, al menos, para el doctor en Historia Contemporánea Maxilimiano Fuentes Codera, que acaba de publicar la biografía de uno de los ideólogos más importantes del falangismo, periodista y destacado escritor sobre el que hasta ahora nadie había posado la mirada para construir su trayectoria vital, intelectual y política.
Eso a pesar de haber sido una de las figuras claves del fascismo y la dictadura franquista, como lo describe Fuentes en Sánchez Mazas. El falangista que nació tres veces (Taurus). El historiador ha buceado en archivos y ha podido acceder en la Biblioteca Nacional al fondo documental de uno de sus hijos, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, en el que estaban las cartas que el fundador de Falange intercambió con su madre. “Revelan una relación intensísima y casi edípica con ella y permiten recorrer los diferentes momentos de su vida. De su madre le viene su profunda visión ultracatólica”, explica su biógrafo.
Nacido en Madrid y criado sin su padre, que falleció a los 15 días de nacer él, Sánchez Mazas viviría su infancia en el Bilbao natal de su madre y volvería a la capital a estudiar Derecho en el Real Colegio Universitario María Cristina de El Escorial, por donde también pasó el que años después se convertiría en presidente de la República, Manuel Azaña. El falangista forjó allí su amistad con Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del fundador de ABC. En aquellos años, Sánchez Mazas comenzó a proyectarse como poeta y novelista, facetas que combinó con la del intelectual y que explotaría durante su vuelta a Bilbao.
Franco, junto a Rafael Sánchez Mazas, en una visita al Valle de los Caídos en 1940.
Dos fueron los momentos que acabaron edificando su visión de las cosas: la cobertura de la guerra del Rif en Melilla para el Diario Vasco y la corresponsalía para ABC en Roma, donde cubrió el triunfo del fascismo de Benito Mussolini, a quien llegó a entrevistar. “En Roma sirve de vía directa para convertirse en el principal autor del fascismo italiano en España. Lo que hace principalmente es traducirlo a lo que él cree que debería ser el español: mucho más católico y más monárquico y desde ahí va construyendo sus ideas”, esgrime Fuentes.
Desde Marruecos Sánchez Mazas escribió con una adhesión “total” a la causa española. “La guerra lo conmovía y lo transformaba”, afirma el historiador. Y de ahí bebió para conformar otro de sus rasgos de pensamiento fundamentales, el del “culto y estetización de la violencia” al estilo puramente fascista. Cuando aún quedaban dos años para el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera él ya proponía “la dictadura antes que el desorden” ante lo que consideraba la “desintegración de la nación española” fundamentalmente por los nacionalismos vasco y catalán. La sublevación de 1923 le pilla en la capital italiana. “Refuerza y asegura todas mis posiciones”, le escribió a su madre.
La retórica estética falangista
El autor de Pequeñas memorias de Tarín (1915) representaba la fusión entre el ultracatolicismo y el fascismo que sería después base de la dictadura franquista, también como fundador de Falange. Si José Antonio Primo de Rivera era el líder carismático y la cara visible del partido, él fue uno de los cerebros que trufó de ideas y narrativas la formación. “Fue uno de los creadores, tal vez el más importante, de toda la liturgia, la simbología y el corpus ideológico de Falange”, explica el historiador, que destaca cómo buena parte de esta “retórica estética” fue después “usada y resignificada” por el franquismo.
Fue quien articuló como “grito de guerra” el “¡Arriba España!” en los primeros años de Falange, usado después por la dictadura y aún hoy por la extrema derecha. “Seguramente incorporado de otros autores, pero él lo construye como consigna”, señala Fuentes. Compuso también la Oración por los muertos de la Falange y fue el responsable de que el Sindicato Español Universitario (SEU) adoptara el cisne como símbolo. Intervino también en el Cara al sol, compuesto el 3 de diciembre de 1935 en un bar de Madrid. Se trató de una creación colectiva: allí estaban entre otros, Primo de Rivera o Dionisio Ridruejo mientras que Sánchez Mazas actuó como “corrector de estilo”. Tiempo después reconocería que había añadido el “alegre” al verso “al paso alegre de la paz”.
El germen del partido fascista, minoritario hasta el franquismo, habían sido tertulias literarias en las que se debatía de arte, literatura, historia y política. Una de ellas fue la Ballena Alegre, que se reunía en el sótano de un café madrileño y donde comenzó a crearse “la fraseología de Falange Española”. Tras su fundación, Sánchez Mazas ocupó cargos de su Junta Directiva desempeñando un papel clave en las publicaciones del partido como Arriba o F.E. Una vez se fusionó con las JONS, el escritor tenía el simbólico carnet número 4, tras Primo de Rivera, Ramiro Ledesma y Julio Ruiz de Alda.
Reunión de la primera Junta Política de Falange, en el Parador de Gredos en junio de 1935.
En un clima de enfrentamiento y tensión crecientes una vez el Frente Popular ganó las elecciones, la junta de Falange, cada vez más radicalizada y violenta, fue detenida acusada de asociación ilícita y por formar parte de un partido que amenazaba el orden constitucional. Sánchez Mazas ingresó en la cárcel, pero al tiempo pidió un permiso a la entonces directora general de prisiones, Victoria Kent, para asistir al nacimiento de su cuarto hijo. El falangista aprovechó para no volver y prófugo de la justicia fue refugiándose en casas de amigos hasta que en la noche del 17 de julio de 1936 comenzó el golpe de Estado de Franco.
El fusilamiento que no fue
Durante la Guerra Civil Sánchez Mazas protagonizó el insólito momento que noveló Cercas en Soldados de Salamina. Pero primero se refugió en la embajada de Finlandia y en la de Chile, donde en medio de la guerra llegó a escribir un libro, Rosa Krüger, publicado póstumamente. “Entre las contradicciones de Sánchez Mazas está esta: es alguien que se dedicó años y años a exaltar la violencia incluso durante la República, pero que se pasó escondido básicamente toda la guerra”, cuenta su biógrafo. A finales de 1937 se traslada a Barcelona para intentar huir a Italia, pero es detenido por los republicanos.
Son los últimos meses de contienda y las tropas sublevadas están a punto de tomar la ciudad catalana cuando el escritor es trasladado junto a otros presos para ser fusilados. Son 50, pero años después se erigirá en ese claro del bosque un monumento a “los 48 caídos por Dios y por España”. Las dos balas que dispararon contra el falangista no acabaron con su vida porque atravesaron el pantalón, pero no impactaron contra su cuerpo. “No sabremos nunca los detalles, pero sí hay testimonios que lo ratifican y yo he podido hablar con gente que a través de memorias familiares saben que él lo explicó así”, señala Fuentes.
El falangista Jesús Pascual fue el otro de los presos que sobrevivió al fusilamiento. Él explicaría después que al ver a Sánchez Mazas correr y adentrarse en el frondoso bosque, hizo lo mismo. A partir de ahí Sánchez Mazas empezó un periplo de varios días, logró refugio en una masía y fue encontrado por las tropas franquistas. Llevaba una libreta a la que ha tenido acceso Fuentes en la que él mismo apuntó: “El día 30 de enero de 1939 fui fusilado en la prisión de Collel [sic] con otros 48 infelices prisioneros y escapé milagrosamente”.
Comenzó así la construcción del mito. Si Primo de Rivera era “el ausente” y el mártir por excelencia que servía para justificar la “Gloriosa Cruzada”, Sánchez Mazas reapareció tras su cautiverio y fusilamiento fallido como un hombre “resucitado”, decían los periódicos de la época. La peripecia del fascista fue relatada por el periodista Eugenio Montes en La Vanguardia Española, donde le definía como “duro de huesos e increíble de alma” y aseguraba que llegaba “casi resurrecto, del otro mundo, después de un viaje dantesco por países de sueño y pesadilla”.
Consciente del valor simbólico de Sánchez Mazas, Franco le nombró ministro sin cartera del nuevo régimen y Delegado Nacional del Servicio Exterior de Falange. Le siguió “una década y media” ocupando “cargos en espacios culturales de importancia” como la Real Academia Española o el Museo del Prado, sostiene Fuentes, que en el libro explica cómo intercedió por el poeta Miguel Hernández, al que dejarían morir en la cárcel. “Durante la última etapa se convirtió en una especie de bestseller como literato. A la dictadura le interesaba proyectar una figura así que fuera afín al régimen, pero además expresaba una continuidad histórica con la Falange de José Antonio. Era el único dirigente vivo”.
Tras estudiar a fondo su vida, sus publicaciones, su desempeño político y su faceta más personal, el historiador afirma que Sánchez Mazas “fue muchas cosas”. “Un esposo enamorado y ausente y un padre de familia lleno de contradicciones”; un escritor de altura y consagrado “clásico y melancólico, siempre buscando en la infancia y la adolescencia el paraíso perdido” y al mismo tiempo un ideólogo político. Eso a pesar de que su peso histórico haya estado más marcado por su perfil de novelista. “Él había proyectado mucho la idea de que era intelectual y eso de la política no le gustaba mucho, y quizá fue así, pero realmente tuvo una implicación muy importante”.
Su ideología, de hecho, lo acompañó hasta el final. En 1957, menos de diez años antes de morir, Sánchez Mazas publicó su último libro, en el que recopila sus textos más beligerantes publicados en 1933 y 1934 en los órganos de Falange. Un testamento político final que, según Fuentes Codera, era toda una declaración de lealtad al régimen franquista y una demostración de su “fidelidad falangista” sin fisuras.