Última sesión de cine en Santander: el apagón de la edad de oro de las luces de neón

Última sesión de cine en Santander: el apagón de la edad de oro de las luces de neón

Los hijos de dos indianos que regresaron de Cuba escribieron la historia de las salas de proyecciones cinematográficas de la capital de Cantabria que se apagaron al final del pasado siglo

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El rótulo del último cine clásico que resiste en Santander se ha convertido en un nostálgico reclamo para instagramers y tiktokers locales. Quizá nunca han puesto un pie en la sala, inaugurada en 1957. Los jóvenes llegan, posan desde la calzada de la calle Ruamayor y se retratan o graban un video con el cartel luminoso ‘Los Ángeles’ de fondo. El rótulo reproduce la caligrafía del propietario, Carlos Restegui, escribiendo el nombre de su mujer, Angelines.

Los cines fueron cerrando y durante algunas décadas han dejado huérfano de salas el centro de la capital de Cantabria. ‘Gran Cinema’, el cine más elegante de la ciudad, cerró precipitadamente de un día para otro porque la empresa Viesgo le cortó el suministro eléctrico. Un dramático y amargo final. Otras dos salas, ‘Capitol’ y ‘Roxy’ -conocido como ‘Cine Cebolla’ por la intensidad de los melodramas que proyectaba- cambiaron las pantallas por las estanterías de un supermercado. El ‘Cine Santander’ se convirtió en una mueblería y el ‘Coliseum’ alumbró un hotel.

Una noche estalló una bomba en ‘Los Ángeles’, también atentaron contra el ‘Roxy’ en 1979 mientras se proyectaba una película titulada ‘La última orgía de la Gestapo’. Aunque nunca se aclaró si fue un comando nazi o el llamado “grupo antipornográfico” que al parecer ya había quemado kioscos donde vendían revistas con este contenido. El ‘Coliseum’ y el ‘Capitol’ ardieron en llamas y resurgieron de sus cenizas.

Las familias Calzada y Restegui, nombres propios de la historia del cine local, fueron los impulsores de las salas de exhibición en la ciudad. Curiosamente, ambos promotores culturales -Nicolás Calzada Ruiz y Marcos Restegui Vega- eran hijos de indianos cántabros nacidos en Cuba que regresaron a su tierra siendo unos muchachos.

Nicolás tenía poco más de 20 años cuando convenció a su padre para comprar el Teatro Pereda. A él se sumaron los nombres del ‘Gran Cinema’, la sala ‘Narbón’, el salón popular ‘Victoria’, el ‘Cine Cervantes’, el ‘Cine España’, el ‘Cinema Sotileza’, el ‘Gran Casino’, el ‘Cine Mónaco’, el ‘Roxy’ y el ‘Coliseum’.

Marcos desembarcó en Santander y comenzó a trabajar en el cine ‘Alameda’, propiedad de su tío. Acabó comprándolo. Fue una primera inversión a la que siguieron otros cines: ‘Los Ángeles’, ‘Santander’, ‘Capitol’, ‘Avenida’, el ‘Gran Casino’ del Sardinero y ‘Garcilaso’ en Torrelavega.

Después de décadas de esplendor llegó la crisis de los años 80. Ambas familias lucharon por mantener aquellas salas. El ‘Coliseum’ se reconvirtió en tres multisalas para multiplicar su oferta. Pero ningún esfuerzo consiguió hacer rentable la taquilla. Hoy solo sigue encendido el rótulo luminoso de ‘Los Ángeles’ como símbolo de aquella edad de oro de los cines con luces de neón.

En esos años 80 cerraron el ‘Gran Cinema’, ‘Mónaco’, ‘Bonifaz’, ‘Gran Casino’ y ‘Kotska’. En los posteriores años 90 se apagaron las luces del ‘Coliseum’, ‘Santander’ y ‘Roxy’. Antes que ellos otras salas fueron los espacios de ocio y encuentro en la ciudad.

La oferta cinematográfica emigró al extrarradio vinculada al modelo de multisalas en centros comerciales. Durante años, la Filmoteca de Cantabria, que hereda la antigua ubicación del cine ‘Bonifaz’, fue el único referente cinematográfico hasta que un empresario particular abrió los ‘Groucho’ en 2005 y durante dos décadas ha estado proyectando cine de autor vinculado a festivales.

A principios de 2025 vendió las salas, rebautizadas ahora como ‘Embajadores’ y que ahora exhiben cine más comercial. Un síntoma de una tímida recuperación, aunque la mayoría de las posibilidades de ver cine en pantalla grande siguen en los centros comerciales, lejos de un cine sin palomitas, en salas de pequeño formato sin alardes técnicos, vinculado a un público maduro.


Fachada del antiguo cine Bonifaz, hoy Filmoteca Mario Camus.

Biografía sentimental de la ciudad

Con algunas dificultades y breves cierres, solo la sala ‘Los Ángeles’ y su rótulo luminoso clásico -que evoca cierto aire vintage- sigue abierta de aquella nómina de cines que durante el siglo XX llegó a tener simultáneamente la ciudad. Lugares de encuentro que han tenido un protagonismo muy acusado en la biografía sentimental de varias generaciones. La primera vez que el dibujante y pintor santanderino José Ramón Sánchez lloró en el cine fue con ‘Buffalo Bill’. Pensó que se había muerto Gary Cooper. A los tres meses, su tía Pilar le llevó al estreno en el ‘Gran Cinema’ de ‘El forastero’, donde actuaba el actor. “No asistí a una película, asistí a una resurrección”, recordaba divertido el reconocido artista muchos años después.

El cine llegó a Santander con los feriantes. Las primeras imágenes en movimiento se proyectaron en las casetas de las fiestas de Santiago que se instalaban en la Alameda primera. Fue, por tanto, un acontecimiento itinerante desde 1898, según refiere la prensa local, hasta que el ‘Salón Pradera’, apellido de la familia vallisoletana propietaria, abrió sus puertas en el antiguo cuartel de San Felipe en la avenida de Alfonso XIII que después fue el Banco de España y que, ahora, va a tener una tercera vida como sede del Archivo Lafuente al amparo del Museo Reina Sofía. Allí, a partir de 1898, se ofrecieron las primeras proyecciones estables, aunque el salón también se utilizaba para otro tipo de espectáculos.


El cine Los Ángeles de Santander el día de su inauguración en agosto de 1957.

El ‘Salón Pradera’ cerró en 1916. Al parecer, a su vecino el Obispado, no le hacían mucha gracia los espectáculos de teatro y variedades que programaban y presionaron al propietario hasta que consiguieron comprar el solar, parte del cual vendió después al Banco de España. Pradera quiso trasladar su salón a la calle Juan de la Cosa, algo que nunca llegó a suceder.

Ese mismo año se inició la construcción del mítico Teatro Pereda, cuya desaparición en 1966 para convertirse en un bloque de viviendas todavía llora la ciudad y que gestionó durante muchos años la familia Calzada. Entre las calles del Río de La Pila y Santa Lucía -lo que antes eran los Baños de Toca- se erigió una sala con 2.000 butacas después de que la ciudad quedase huérfana del Teatro Principal de la calle Arcillero.

Para entonces, Alfredo Narbón, conocido empresario de títeres y autómatas, ya había abierto un salón de proyecciones que funcionó desde 1912 en el número 27 de la actual calle Jesús de Monasterio hasta que se derribó en 1977 para edificar pisos. Tuvo su competencia en las salas ‘Victoria’ y ‘Popular’. Dos cines en uno, para clases acomodadas y populares, con accesos y servicios independientes que estaba en Puertochico, donde ahora se construye tras muchos vaivenes el futuro Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.


La actriz y cantante de cuplé Lilian de Celis en el escenario del Coliseum de Santander el 5 de mayo de 1958.

El ‘Gran Cinema’

Sin embargo, el local de más categoría -con anfiteatro y tres pisos de palcos- fue el ‘Gran Cinema’. Allí se estrenaban las películas que luego pasaban a la cartelera del ‘Salón Narbón’ que estaba a pocos metros. A finales de los años 80 cayó el telón. Hoy, de aquel ‘Gran Cinema’ se conserva la fachada. Detrás de ella, como un trampantojo, se levantó un edificio nuevo: la sede de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE).

El cine ‘Bonifaz’ nació en 1929, fue el tercer salón de proyecciones de Santander, inspirado por la Institución Catequista que construyó un salón con aforo para 182 espectadores. Cerró en 1982 tras una temporada dedicada a proyectar películas de arte y ensayo. Sobre sus cenizas, años después, se levantó la actual Filmoteca Mario Camus de Santander.

Aquel mismo verano se iniciaron los trámites para abrir en 1933 otra de las salas míticas en Cantabria: el cine ‘Coliseum’, vinculado a la mencionada familia Calzada, en la plaza de Los Remedios con 1.700 butacas. Abrió sus puertas como Teatro ‘María Lisarda Coliseum’ con la zarzuela ‘Luisa Fernanda’ y con la idea de dedicarlo a representaciones líricas, teatrales -como el ciclo Talía que aún mantienen vivo Juan Calzada y Román Calleja- y cine sonoro. Unos años después, abrió una sala de fiestas anexa bautizada como ‘El pistón’.

En 1951 lo compró Nicolás Calzada y un año después ardió en llamas. Se reconstruyó con todo lujo de detalles. Cuando la taquilla empezó a flojear, se transformó en multisalas. El día que cerró, en 1999, proyecto ‘Al final del edén’, como epílogo de una larga tradición teatral y cinematográfica de la ciudad. Se convirtió en un hotel de la cadena Silken al que, en Santander, se sigue llamando ‘Coliseum’.

Antes, el incendio de Santander había acabado con el Teatro Liceo de la calle San José donde se proyectaban películas desde 1931. En 1954 el conocido como ‘Cinema del soldado’ se estrenó como cine ‘Alameda’ con ‘La túnica sagrada’ en cinemascope que funcionó hasta 1971.


Jóvenes de la época delante del cine Cervantes.

El cine ‘Cervantes’, en la esquina de la calle del mismo nombre con Miguel Artigas, se estrenó en 1942 como teatro ‘Hesperia’. Tenía sesión matinal y, durante algún tiempo, una oferta de entradas a precio reducido los martes para las mujeres. El edificio, con una construcción al parecer bastante endeble, no duró en pie más que 35 años. Después llegaron ‘Los Ángeles’ (de 1957 a la actualidad) en la calle Ruamayor y el cine ‘Santander’ (1966-1992) en Cuatro Caminos.

Cine de verano en la calle San Luis

Santander tuvo también un espléndido cine de verano con 2.000 sillas al aire libre, en la calle San Luis, que se inauguró en el verano de 1953 con la película ‘Las nieves del Kilimanjaro’. El cine ‘España’ también servía de escenario para combates de boxeo y peleas de gallos y hasta llegó a utilizarse como frontón.

El 18 de octubre de 2002 cerró sus puertas el ‘Capitol’, el último gran cine de Santander de la familia Restegui, propietarios de ‘Los Ángeles’ y ‘Alameda’, ‘Garcilaso’ (Torrelavega), ‘Avenida’ y ‘El principal’. Había abierto sus puertas 39 años antes, la noche de 31 de enero de 1963 en la calle San Fernando, con la proyección de la cinta bélica ‘El día más largo’. Un estreno al que asistieron representantes de las grandes productoras y distribuidoras como Warner Bros y Paramount. En la pantalla pudieron verse cintas míticas como ‘Cleopatra’ o ‘Doctor Zhivago’. El ‘Capi’ se despidió con ‘Minority Report’ de Steven Spielberg y pasó a ser un supermercado.

Cines en la periferia

El Barrio Pesquero tuvo el cine ‘Sotileza’, con sesiones matinales de cine infantil, desde 1953 a 1979. La sala ‘Kotska’ nació en un aula del Colegio de los jesuitas y en 1965 se convirtió en una sala para 400 personas que posteriormente duplicó su aforo. El ‘Mónaco’, en Campogiro, empezó en 1961 proyectando reestrenos y películas infantiles, evolucionó a arte y ensayo y acabó exhibiendo cine porno, como el ‘Roxy’ en la calle Guevara.

El Sardinero también tuvo hasta 1988 su propio cine, pequeño y con una esmerada decoración, bajo el rótulo ‘Gran Casino’ y dentro del emblemático edificio que preside la plaza de Italia. Tetuán tuvo una sala de proyecciones hasta 1972 y el barrio de La Albericia el cine ‘Aviación’, uno de los más baratos de la ciudad.

Multisalas: cine y palomitas

La crisis de los cines clásicos de los años 80 reconvirtió el negocio de exhibición en multisalas para ofrecer varias películas simultáneamente. Las primeras que se instalaron en la ciudad fueron los multicines ‘Bahía’, en la calle Ruiz Zorrilla, impulsados por la familia Restegui. Sumaban 1.800 butacas repartidas en cinco salas que estuvieron funcionando durante dos décadas: desde 1983 hasta 2003.

Para entonces la competencia estaba en los centros comerciales donde el modelo de cine y palomitas ya se había implantado con las multisalas de los cines ‘Valle Real’ -ya cerrados- ‘Yelmo’ en Peñacastillo y ‘Bahía’ en El Corte Inglés de Santander. A ellas se suma ahora ‘Ocine Premium’ Bahía Real, aunque en el vecino municipio de Camargo.

En el centro de la ciudad de Santander brilla el neón del último superviviente de la edad de oro del cine, ‘Los Ángeles’, y el empuje de las salas ‘Embajadores’ junto a la Filmoteca de Cantabria Mario Camus como únicos testigos de una etapa que está lejos de volver a repetirse.