Adaptarse o morir: un estudio constata que el riesgo derivado del cambio climático sí se puede atajar

Adaptarse o morir: un estudio constata que el riesgo derivado del cambio climático sí se puede atajar

Desde 1950 ha crecido el peligro de inundaciones en Europa debido, entre otros factores, al cambio climático, pero la acción humana ha logrado compensar la mayor parte de ese aumento: «Es necesario redoblar los esfuerzos”

Los fenómenos climáticos, más y más frecuentes, tónica del verano

Es agosto y España arde: solamente las más de 37.000 hectáreas quemadas en el incendio de Zamora-León ya apuntan a convertirse en el peor de nuestro país desde que hay registros. Investigadores, ecologistas e incluso empresas forestales cuestionan que se haga lo suficiente en materia de prevención. Sobre todo, porque el cambio climático obliga a adaptarse contra fenómenos cada vez más frecuentes e intensos.

Estos días cuesta pensar en inundaciones y la dana del 29 de octubre de 2024 parece lejana, pero un estudio publicado este jueves aporta un valioso recordatorio: desde 1950, una mejor gestión ha compensado la magnitud de los efectos de las inundaciones en Europa. Esto pese al aumento del riesgo provocado, en parte, por el aumento de las temperaturas.

“La acción humana directa influye considerablemente en el riesgo de inundaciones, y la adaptación ha contribuido a reducir sustancialmente las pérdidas [humanas y económicas] a lo largo de los últimos 70 años”, explica a elDiario.es el investigador del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático y coautor del estudio, Dominik Paprotny.

Los desastres naturales no existen: son las condiciones inadecuadas en las que nuestra sociedad se enfrenta a ellos las que hacen que estos eventos se conviertan en tragedias

Numerosos trabajos han analizado el impacto del cambio climático en las inundaciones, empezando por las de España en 2024. Sin embargo, existen otras formas en las que el ser humano puede influir sobre estos desbordamientos. Por ejemplo, mediante la protección previa, su gestión una vez tienen lugar y la mitigación de la vulnerabilidad. En otras palabras: factores como los sistemas de alerta temprana, los planes de evacuación, una mayor preparación social, medidas preventivas como la elevación de edificios y la construcción de embalses, presas y diques. También gracias a los cambios en el uso del suelo, en la urbanización y en la edificación.

El trabajo, publicado hoy en la revista Science Advances, exploró 1729 inundaciones fluviales y costeras ocurridas en el continente europeo entre 1950 y 2020, a partir de la base de datos HANZE (Análisis Histórico de los Riesgos Naturales en Europa). Su objetivo era dilucidar qué efecto ha tenido el ser humano sobre estos fenómenos a partir de modelos matemáticos.

Los resultados mostraron que las medidas de protección y adaptación contrarrestaron en gran medida el aumento del riesgo de inundación desde 1950. Paprotny explica que el principal motivo de este incremento está en “el mayor número de personas y del valor de los activos en las llanuras aluviales”, así como en “el repunte del caudal de los ríos debido al cambio en el uso del suelo”. Además, el cambio climático y el crecimiento del nivel del mar supusieron un “incremento adicional” en este cóctel.

Nuestros resultados resaltan la importancia de mejorar la protección contra inundaciones y reducir la vulnerabilidad para contrarrestar los efectos del aumento de la exposición desde 1950

“Nuestros resultados resaltan la importancia de mejorar la protección contra inundaciones y reducir la vulnerabilidad para contrarrestar los efectos del aumento de la exposición desde 1950”, escriben los autores en el artículo. Según sus datos, las protecciones estructurales redujeron entre un 14 y un 21% los impactos de las inundaciones en este periodo, sin contar las que fueron evitadas por completo. Por otro lado, la reducción de la vulnerabilidad los disminuyó entre un 39 y un 63%.

¿Cómo encajan estas conclusiones con la dana del 29 de octubre de 2024, que se cobró la vida de 236 personas? “Fue un evento particularmente desastroso, pero también fue el primero de semejante magnitud en España en mucho tiempo”, aclara Paprotny. “Mientras que las inundaciones históricas pasaban al menos una vez cada década, esta fue la primera del siglo XXI, lo que sigue indicando un avance en la adaptación, aunque haya contribuido a esta una reducción de las crecidas extremas relacionadas con el cambio climático”.

El avance en la adaptación se ha ralentizado

En un contexto de cambio climático, en el que las temperaturas seguirán aumentando en el futuro, cabe preguntarse hasta qué punto podrá adaptarse el ser humano a su nuevo ambiente. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature en 2022 aseguraba que las inundaciones y sequías sin precedentes dificultaban la gestión de riesgos, que podía no ser suficiente.

Los autores del estudio recuerdan que el aumento del nivel del mar y las precipitaciones extremas causadas por el cambio climático seguirán incrementando las inundaciones y sus impactos. Por eso, piden más medidas de protección

“Los límites de la adaptación son un campo de investigación nuevo y activo y todavía no está claro cuáles son”, afirma Paprotny. Sin embargo, “los datos de nuestro estudio muestran que existe una gran variación en el nivel de susceptibilidad a inundaciones en Europa, lo que indica que se puede hacer mucho más, en especial en el sur y este”.

Los autores del estudio recuerdan que el aumento del nivel del mar y las precipitaciones extremas causadas por el cambio climático seguirán incrementando las inundaciones y sus impactos. Por eso, piden más medidas de protección. De hecho, Paprotny lanza una advertencia: “Se ha producido una ralentización en los avances en materia de adaptación durante las dos últimas décadas, lo que indica que es necesario redoblar los esfuerzos, también en el contexto del cambio climático futuro”.

“Cabe señalar que, aunque el cambio climático no ha agravado los efectos de las inundaciones en la mayor parte de España, este tiene como contrapartida unas olas de calor, sequías e incendios forestales más intensos”, concluye Paprotny. Hablemos de incendios o de riadas, los desastres naturales no existen: son las condiciones inadecuadas en las que nuestra sociedad se enfrenta a ellos las que hacen que estos eventos se conviertan en tragedias.