
De templo del ocio ‘hollywoodiense’ a ruinas: la deriva de la Piscina Stella, icono del racionalismo acuático en Madrid
El innovador complejo de ocio construido en 1947 fue un símbolo de modernidad en lo social y lo arquitectónico en tiempos en los que las libertades se veían reducidas por la dictadura. Cerró en 2006 y desde entonces su deterioro ha ido en aumento debido a las escasas medidas de protección municipales
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Caminando por Arturo Soria, una extensa fachada blanca llama poderosamente la atención a la altura del número 231. Las claras señales de deterioro dan una idea de que se trata de un lugar que hace tiempo fue abandonado, aunque su cara más reconocible se encuentra al otro lado y solo es visible desde la M-30. Una estructura circular, propia de la arquitectura racionalista, con la palabra “Stella” en grandes letras mayúsculas, consigue captar la mirada de todo el que pasa por allí. Se trata de la Piscina Stella, un club social y deportivo con instalaciones acuáticas, restaurante, bar, sala de fiestas, gimnasio, peluquería y hasta boleras que sirvió como centro de ocio hasta su cierre definitivo en 2006.
A mediados del siglo XX, la capital experimentó un boom en la construcción de piscinas, que no solo servían para refrescarse en los calurosos días de verano, sino que suponían un oasis de libertad para los madrileños en tiempos de dictadura. Una de las más famosas fue la Piscina-Club Stella, que destacaba por su variada oferta de servicios, su diseño vanguardista y su popularidad entre la jet set de la ciudad.
Aunque en realidad, el auge de las piscinas en la capital se remonta a los años veinte. En aquel momento, eran muy pocas las instalaciones acuáticas disponibles en la ciudad y el baño público era un lujo que quedaba restringido a unos pocos. La llegada de la Segunda República, impulsó la creación de piscinas y centros deportivos como parte de un ambicioso proyecto de modernización y, por primera vez, los deportes acuáticos dejaron de ser un privilegio para convertirse en una opción al alcance de sectores cada vez más amplios. Llegaron incluso a plantear convertir el estanque del Retiro en baños populares o instalar piscinas infantiles en plazas y jardines. El objetivo era claro: democratizar el tiempo libre.
A esta voluntad política se sumó un nuevo fenómeno social conocido como ocio de masas. La reducción de la jornada laboral y el incipiente reconocimiento del derecho al descanso hicieron que amplias capas de la población pudieran empezar a dedicar tiempo al esparcimiento. En ese momento, las piscinas comenzaron a tomar importancia como lugar de encuentro en verano.
La Piscina El Lago, uno de los clubes que se popularizaron en los años 30
La época en la que se popularizaron también influyó en la forma de proyectarlas y construirlas. Tomaban como inspiración los clubes náuticos del norte de España e incorporaban los principios del racionalismo, estilo que apostaba por geometrías puras, simetría y materiales como hormigón, acero o vidrio. Era la estética del progreso aplicada al ocio, que también se extendió a otras edificaciones emblemáticas de la capital como el Cine Barceló o el Hipódromo de la Zarzuela. Como no podía ser de otra manera, la Piscina Stella se integró a la perfección en esta corriente que conseguía plasmar un diseño propio de las zonas de costa en pleno asfalto capitalino.
El nacimiento de un icono
El alma de este proyecto fue Manuel Pérez-Vizcaíno y Pérez-Stella, que mandó construir la singular piscina en 1947 al arquitecto Fermín Moscoso del Prado. La realidad es que nació ya como una anomalía en su tiempo. Sus curvas líneas racionalistas y su metafórica silueta de buque ya no se llevaban en aquel entonces, ya que, en la situación que afrontaba Madrid, todavía con heridas de la Guerra Civil abiertas, la iniciativa resultaba casi de lujo provocador. Sin embargo, la proximidad a la base aérea estadounidense de Torrejón de Ardoz ofrecía un público potencial: familias de militares norteamericanos con alto poder adquisitivo.
Fachada principal del Stella, ubicada en el número 231 de la calle Arturo Soria
Sin duda, los americanos de la base de Torrejón, asiduos bañistas, contribuyeron a subrayar los aires de modernidad del lugar. A ellos se sumaban los jugadores del Real Madrid, que tomaban cócteles servidos por los botones junto a la piscina, consolidando al Stella como uno de los escaparates sociales con los que el franquismo pretendía mostrar una cara más aperturista en los años sesenta. Se cuenta que el bikini hizo su aparición en el Stella antes que en Benidorm y que, en una de sus terrazas, se practicaba incluso el nudismo, una costumbre prácticamente desconocida en la España de entonces.
Por estas razones, desde su apertura en plena posguerra, la Piscina-Club Stella se erigió como un fenómeno social único en Madrid. Más que una simple piscina, se convirtió en uno de los primeros clubes integrales de ocio en España, ofreciendo a sus socios no solo espacios para nadar, sino también peluquería, gimnasio, pistas deportivas, salón de baile, restaurante y zonas ajardinadas. Esta innovadora combinación de servicios, inédita en su tiempo, consolidó al Stella como un referente de modernidad y exclusividad.
La recepción todavía conserva un cartel que indica los tipos de cabina disponibles
El éxito llevó a una ambiciosa ampliación en 1952, diseñada por Luis Gutiérrez Soto, maestro del racionalismo madrileño. La intervención mantuvo la pureza formal del edificio original, añadiendo volúmenes generosos y fachadas blancas que evocaban clubes náuticos, creando un oasis racionalista en el entorno de Ciudad Lineal.
Este enclave no solo destacó por su arquitectura, sino por la atmósfera cosmopolita y sofisticada que ofrecía, con un servicio de primera clase, en una España todavía inmersa en la rigidez del franquismo. Por ello, rápidamente se convirtió en el punto de encuentro predilecto de la alta sociedad madrileña, así como de artistas, deportistas, aristócratas y figuras del espectáculo. Por sus vestuarios, terrazas y piscinas desfilaron nombres legendarios: aristócratas como los duques de Windsor, músicos como Xavier Cugat o Antonio Machín, futbolistas del Real Madrid de la era dorada de Alfredo Di Stéfano, e incluso mitos de Hollywood como Ava Gardner.
Decadencia y deriva
Durante décadas, el club disfrutó de una clientela fiel. Sus instalaciones fueron escenario de muchos veranos de esplendor en los que reunía diariamente a más de mil personas. Pero, con el paso del tiempo, el modelo de ocio cambió. La apertura de nuevas instalaciones, la expansión del ocio suburbano y el encarecimiento del mantenimiento condenaron a la Stella a una lenta decadencia.
A partir de los años 80, la competencia de nuevas piscinas privadas vinculadas a urbanizaciones y, sobre todo, la expansión de modernas instalaciones públicas más accesibles, erosionaron su clientela. El modelo elitista que había sido su sello distintivo comenzó a sentirse fuera de lugar en una ciudad que apostaba por democratizar el ocio. Los intentos por adaptarse fueron insuficientes y, en 2006, el Stella cerró sus puertas definitivamente.
Uno de los trampolines de la piscina
En 2011, el Ayuntamiento de Madrid reconoció su valor arquitectónico y lo protegió legalmente, limitando intervenciones en sus fachadas y elementos estructurales. Sin embargo, esta protección no ha logrado detener el deterioro visible del edificio, hoy cerrado y abandonado.
Actualmente, el edificio cuenta con un nivel tres de protección, grado parcial, uno de los más bajos en el catálogo municipal. De hecho, sus jardines cuentan con una protección todavía inferior. Este nivel solo obliga a salvaguardar la fachada, por lo que el resto del edificio podría demolerse completamente, algo que se podría evitar si se declarase como Bien de Interés Patrimonial (BIP).
La última vez que se debatió su protección fue hace tan solo un año, en 2024. El PSOE propuso convertir el complejo en BIP y subir la protección que ya ostenta en la comisión de Cultura, Turismo y Deporte sin éxito. Fue a petición de la hija del arquitecto que diseñó la piscina y ex-edil socialista, Adriana Moscoso, que se planteó el aumento de su protección, alegando que se trata de “una joya desde el punto de vista arquitectónico y paisajístico”.
Parte lateral del edificio
El Gobierno municipal se posicionó en contra de la petición del PSOE por considerar que el edificio “tiene protección suficiente”. En la comisión, la directora general de Patrimonio Cultural, Elena Hernando, recordó que se trata de un edificio de titularidad privada y que el Ayuntamiento ya ha intervenido “para evitar su pérdida” impidiendo modificar sus fechadas y jardines.
Una de las puertas del edificio, cerrada con candado
Según expertos en la materia, el caso de la Piscina Stella refleja un problema más amplio: la arquitectura moderna de mediados del siglo XX sigue siendo una gran desconocida y, en ocasiones, una gran olvidada dentro del patrimonio urbano.
Sin ser considerada suficientemente “histórica”, su conservación se ha dejado a merced del paso del tiempo, que ya se empieza a notar en el óxido de sus puertas metálicas, su fachada blanca desconchada y las plantas que crecen sin ningún control en sus jardines.