
Sandra Morales, la ‘tiktoker’ con acento andaluz: “A la gente le explota la cabeza al ver que tengo conocimientos y los comparto”
La jerezana, que dio el salto de las redes a TVE, reúne en el libro ‘A tu vera’ aspectos de la cultura andaluza más allá de los estereotipos
Un lingüista graba voces en 500 pueblos de Andalucía para crear un atlas sonoro con todos los acentos de la región
Menuda, sonriente y natural, tal y como aparece en sus redes, Sandra Morales (Jerez de la Frontera, 2001) acaba de concluir uno de los cursos más intensos de su vida. A consecuencia del éxito de sus cuentas en TikTok –donde cuenta con 200.000 seguidores– e Instagram –más de 250.000–, empezó a colaborar con el programa El condensador de fluzo de Televisión Española, se preparó por primera vez unas oposiciones y publicó su primer libro, A tu vera (Random), donde comenta aspectos y curiosidades de la cultura andaluza a salvo de los estereotipos.
Todo empezó durante la pandemia de la Covid-19, cuando la entonces estudiante de Historia del Arte descubrió al mismo tiempo la obra de Leonora Carrington y el trabajo de algunos youtubers de éxito que se dedicaban a la divulgación cultural. “Quise probar”, recuerda. “Empecé a hacer vídeos sobre mujeres artistas que solo veían mi tía, mi abuela y pocos más; luego empecé a centrarme en cosas de Jerez, fue viéndome más gente, hasta que amplié mi curiosidad a Andalucía en general, y ya el éxito fue mucho mayor”, cuenta.
Morales asegura que entonces no sabía gran cosa del funcionamiento de las redes, y menos de los algoritmos, pero intuyó que estaba especialmente dotada para ello. “Le dije a mi madre: las redes me están dando un momento, y tengo que aprovecharlo”. Siguió haciendo vídeos, “hasta que hice uno sobre el acento andaluz y por qué ceceamos; ese marcó un punto de inflexión, las visitas se desbordaron”, asegura.
Volcar la frustración
Claro que no todas esas visitas eran amistosas. Morales se sorprendió de la cantidad de gente que vertía bilis a través de sus celulares contra aquellas personas que hablan de manera distinta al castellano estándar. “No sé si es que no han salido nunca de casa, pero me sorprende esa cerrazón. Lo que no sabían es que a mí me la repampinfla lo que piensen unos usuarios extraños anónimos, sobre todo si no hay una opinión constructiva. Si vas a llamarme cateta, mejor te lo ahorras. Y si crees que voy a camuflar mi acento o dejar de subir vídeos por lo que escribas, vas listo”, asevera la joven jerezana.
“Creo que me ha ayudado ser muy fría con ese tipo de comentarios”, prosigue la tiktoker. “Hay días mejores y peores, y no es lo mismo un comentario que una avalancha de ellos, pero a menudo incluso les saco partido, porque me dan ideas”, continúa. Lo que no parece Sandra es muy convencida de que las redes puedan abrir la mente de los más obstinados. “El que nace así, muere así. Hay gente que me da verdadera lástima, personas que probablemente han tenido un mal día, el algoritmo decide que sea yo lo que ven al abrir sus redes, y vuelcan su frustración sobre cualquier cosa que yo digo”, apunta.
No obstante, hasta ahora nunca nadie le ha dicho nada negativo, mientras que “son muchos los usuarios que me paran para darme las gracias. Aunque no quiero ser madre, mi debilidad son los niños: que una madre me diga que su hijo de 10 años ve mis vídeos y aprende con ellos, para mí es lo máximo”, añade.
Lenguaje democrático
Por otra parte, Morales subraya que todo lo que hace sigue la fórmula de Juan Palomo: “Es un trabajo bastante solitario, la idea se me ocurre a mí, yo hago el guion, lo grabo con mi madre o mi novio… Todo lo que hago forma parte de mi inquietud, pero nunca me paro a pensar en las consecuencias que puede tener”.
Tampoco puede la creadora de contenidos prever el impacto en números que alcanzará cada uno de sus vídeos. El pasado mes de mayo, una serie de vídeos sobre el lenguaje del abanico alcanzó casi nueve millones de reproducciones, su techo hasta el momento. “Al cabo de estos años, no dejo de aprender”, asegura.
“He aprendido, por ejemplo, que debes conocer tu comunidad, quién te sigue. De hecho, no se trata solo de subir contenidos, sino de generar esa comunidad. También he descubierto que los tres primeros segundos del vídeo son lo más importante, porque nuestra capacidad de atención y retención disminuye, así que la primera frase es super importante. También que debo usar un lenguaje democrático, que pueda entender un niño y un señor de 50 años”, resume la joven.
Su experiencia en televisión supuso un salto importante en este proceso, aunque, subraya, “en el plató me ponía muy nerviosa. Mis padres me repetían, ‘se te ve mejor, se te ve mejor’, pero yo creo que no pude sacudirme los nervios ni un día. Y, sin embargo, estoy deseando repetir, me encanta trabajar con gente desconocida y salir de mi zona de confort”, cuenta la divulgadora.
Todo es política
Entre los temas que elige, Morales no desdeña los que puedan conllevar cierta polémica, como los relacionados con la política. “Es algo que me viene de siempre, porque aparte de Historia del Arte, yo siempre quise hacer trabajo social, y algo de eso impregna mis redes”, reconoce la joven.
“A menudo siento rabia pensando en qué momento un niño sin capacidad crítica dice según qué barbaridades, pero los fascismos van de eso, de crear cerebros que no reflexionan. Como quienes aseguran que los historiadores estamos ‘estudiando muertos’, y no ven que incentivamos el pensamiento. Si puedo acercar a la gente en un minuto y medio a cosas que desconocían y llamar su atención para que sigan investigando por su cuenta, me doy por satisfecha”, confiesa.
“Cuando alguien se enfada porque subo vídeos sobre política, les digo lo mismo de siempre: que todo es política, incluso los vídeos aparentemente blancos”, agrega Morales. “No me importa que me lluevan palos por todos lados, también me caen por ser mujer y ser joven, por mis tatuajes y mis piercings, hasta por el color de mi pelo o por ir con la barriga al aire. A la gente le explota la cabeza que alguien con mis características pueda tener conocimientos y los comparta”, defiende la joven.
Teniendo siempre presente el consejo de su madre (“Que hablen bien o mal, pero que hablen”), Morales disfruta de una breve pausa estival antes de volver a la carga, vacunada contra la toxicidad de las redes. “¿Soy una roja? Eso no es malo. ¿Soy inculta? No tienes ninguna razón para decir eso. Si dijeras que soy una mala persona y fuese verdad, eso sí me afectaría”, apostilla.